Aunque me tocó escribir e
investigar varias veces sobre la vida y las acciones de Lino Oviedo, una sola
vez pude conversar personalmente con él, durante un reportaje realizado con
técnicas de infiltración o simulación periodística.
Fue el 22 de enero de 1998,
cuando Oviedo se había lanzado inicialmente como candidato a la presidencia de
la República, y el presidente Juan Carlos Wasmosy decidió procesarlo
tardíamente por el intento de golpe de abril de 1996, ordenando su arresto en
una unidad militar.
Oviedo fue conducido preso por
primera vez al cuartel de la Primera División de Infantería, en el barrio
Tacumbú de Asunción, y se negaba a conceder entrevistas periodísticas, aunque
recibía a sus adherentes, tres días a la semana, de a dos por vez, durante unos
15 minutos.
Con el colega Miguel H. López
se nos ocurrió entonces meternos en la larga fila de peregrinantes, simulando
ser dos estudiantes oviedistas que llegaban a visitarlo desde Ciudad del Este.
La intención era observar y describir las condiciones en que vivía Oviedo en su
prisión militar.
El reportaje, de estilo
narrativo, titulado “El general en su laberinto” (gracias, don García Márquez),
se publicó a dos páginas en la edición del sábado 24 de enero de 1998 del
diario Última Hora.
Tras la reciente trágica muerte
de Oviedo, resulta oportuno rescatar aquel texto en este blog, como una pieza
más para entender lo que fue la compleja personalidad de este peculiar
espécimen de la política paraguaya y latinoamericana.
He aquí el reportaje:
Por Andrés Colmán Gutiérrez y
Miguel H. López.
A
la entrada del cuartel de la Primera División de Infantería se ha montado una
especie de feria popular. La troupe oviedista en toda su expresión.
Periodistas, militares y policías comparten la guardia, mientras los operadores
políticos reciben o envían instrucciones a través del celular. Hay varios
vehículos estacionados, con enormes calcomanías de “Lino 98”. Vendedores ambulantes,
vecinos y curiosos a la espera de algún nuevo escándalo. Y en un rincón,
esperando con infinita paciencia, los elegidos del día, los que tendrán la
suerte de poder visitar personalmente al líder en el interior de su celda.
Disfrazados
como supuestos “estudiantes de Ciudad del Este”, ocultando deliberadamente
nuestra condición de periodistas, los dos reporteros de Última Hora conseguimos
colarnos en un resquicio de la lista de visitantes.
Son
las 15.05 del jueves 22 de enero. El intenso calor de la siesta se disipa
lentamente, gracias a un fuerte viento que sopla desde el sur. A lo lejos, en
el horizonte, hay nubes oscuras que presagian tormenta.
–Su
cédula de identidad, por favor –pide un oficial vestido con uniforme para’i y
un fusil FAL automático preparado, por las dudas.
Uno,
dos, tres controles. El mismo procedimiento. En la última guardia, ya en el
edificio de la Comandancia del Cuartel General, una revisión más minuciosa:
¿Teléfono celular, algún otro aparato…? Todo debe quedar sobre la mesa.
Entonces,
otro de los oficiales indica:
–Por
favor, vengan por aquí…
Un
corto pasillo, una puerta, unos golpes que llaman. Una jovencita abre con una
débil sonrisa.
La
puerta da a un salón relativamente grande, como de unos quince por seis metros.
Al fondo, sentado en un sillón, la figura inconfundible del general Lino César
Oviedo.
Al
vernos, una sonrisa esquemática se dibuja en su rostro. Se levanta con los
brazos en alto y camina a nuestro encuentro, como si nos conociera de toda la
vida, aunque ninguno de los dos lo hemos tratado nunca personalmente.
EL MISMO CASETE.
La habitación está sobriamente decorada, con cortinas rojas y blancas, de tela
fina, en las ventanas. Cuadros en las paredes, entre los cuales es fácil
advertir una reproducción del célebre Cristo de Dalí y una imagen en yeso de la
Virgen María.
A
la entrada hay un discreto juego de sofá, donde recibe a las visitas. Al fondo,
una mesa larga con sillas, improvisado escritorio, desde donde una jovencita
que lo acompaña –luego no enteramos de que es una de sus hijas- asiste a todo
en forma paciente y en silencio.
También
hay otra puerta, que presumiblemente conduce al dormitorio y al baño.
–Mba’eichapa,
a vy’aiterei la peju haguere, chamigo (que tal, estoy muy contento porque han
venido, amigos) –exclama el general, sin averiguar siquiera quiénes son sus
visitantes.
–Buenas tardes, general. Somos
estudiantes de Ciudad del Este. Venimos a visitarlo, para saber cómo se
encuentra –le decimos, dispuestos a soportar algún duro
interrogatorio que ponga a prueba nuestra supuesta identidad, pero al general
ni siquiera le interesa preguntar nuestros nombres.
–Aime
pora, aime poraiterei (estoy bien, estoy muy bien) –dice, mientras invita a
sentarnos. Durante los siguientes cinco minutos no hace más que hablar y
hablar, casi sin parar, en un estilo discursivo y grandilocuente, como si
hubiera encendido el casete de una grabadora.
Oviedo
repite lo mismo que ha dicho en tantas oportunidades, en tantos mítines
políticos, en tantos monólogos radiales. Que el país está en manos de unos
sinvergüenzas, que está al borde del caos, que él es la única esperanza, que él
fue quien derrocó a Stroessner y trajo la democracia, que están haciendo todo
lo posible por liquidarlo pero que no lo van a conseguir…
Un
largo rato después, cuando se toma un respiro, podemos intentar la primera
pregunta…
–Escuchamos por la radio que
usted se encontraba muy mal aquí, general, que estaba siendo maltratado y se
hallaba con el ánimo muy decaído…
–No,
no, nada que ver –niega tajantemente, mostrando con un gesto el gran salón que
lo rodea–. Ustedes ya ven que aquí tengo todas mis comodidades. Estos
(refiriéndose a los militares que los custodian) son todos mis ta’yra (subordinados).
Aquí tengo todo lo que necesito: mi cama, mi tele, mi mesa, mi baño…
–También dijeron que usted teme
que le hagan algo malo dentro de la prisión, que incluso puedan llegar a
matarlo. Su propia esposa difundió esta versión…
–No,
no. Aquí adentro yo estoy muy seguro. No tengo miedo de que me hagan nada.
Ahora, allá afuera, cuando salga, sí. Pero aquí adentro no me va a pasar nada…
–Pero, ¿usted cree que
realmente le van a dejar salir antes de las elecciones? Porque su caso cada vez
se complica más…
–Pueden
quedarse tranquilos. No se preocupen. Yo voy a salir de aquí antes de mayo. Es
solo un grupito el que busca perjudicarme. Han inventado de todo: el asunto de
los helicópteros, ahora el de la basura tóxica. De lo único que todavía no me
pudieron acusar es por estos desastres que está causando el fenómeno “El Niño”
(risas). Son ellos los que están destruyendo al país. Un grupito de corruptos.
IGUAL QUE PERÓN.
Tratando de que nuestras preguntas no parezcan “demasiado periodísticas”,
insistimos en qué va a pasar con su candidatura, en el caso de que no pueda
salir de la prisión, antes de las elecciones.
–Igual
vamos a ganar –afirma–. La gente va a votar igual por mí, aunque yo siga preso.
–Pero, ¿acaso es posible
legalmente, general? ¿Y si queda inhabilitado…?
–Quédense
tranquilos. Igual vamos a ganar, aunque sea otro el candidato. Así como ganó
Perón en la Argentina, estando él en el exilio. Era otro el candidato, pero
todos sabían que estaban votando por Perón. Después el vino, y le entregaron el
poder.
Intentamos
seguir preguntándole quién será ese candidato al estilo Cámpora (el candidato
de Perón), ¿acaso el ingeniero Raúl Cubas Grau?, pero el general ya se había
extraviado de nuevo en su propio laberinto discursivo y vuelve a poner el mismo
casete.
–Vamos
a ganar –dice–. Díganle a la gente que esté tranquila… –etcetera... hasta que de nuevo conseguimos meter alguna
pregunta.
–¿Usted dirige la campaña
electoral desde aquí?
–Sí,
aquí yo trabajo tranquilamente. Acabo de terminar el programa de gobierno. Ya
llevó mi señora.
Han
transcurrido unos 15 minutos, cuando el propio Oviedo nos indica, con un gesto
cortante pero amable, que ha llegado el momento de retirarnos. Pero antes, un
poco más de discurso, por si acaso.
–Dicen
de mí que soy populista, pero eso no está mal si ser populista quiere decir
estar con el pueblo. Lo que importa y vale es que la gente sea la que mande.
Cuando
se abre de nuevo la puerta, hay un oficial esperándonos, quien saluda a Oviedo
con una venia militar.
–Aquí
le tratamos según su rango de general, aunque no estemos de acuerdo con sus
ideas –nos confiará brevemente, mientras nos acompaña hasta la salida.
En
la Guardia somos nuevamente revisados a fondo, palpados en todo el cuerpo.
Después, una amable y seca despedida.
Mientras
caminamos, intercambiamos rápidamente impresiones, aún incapaces de creer lo
sucedido. El título de la nota ya se escribe en nuestras mentes: “El general en su
laberinto”, plagiando a la famosa novela de Gabriel García Márquez. Y mil
preguntas atropelladas: ¿Esto está en verdad sucediendo? ¿Cómo puede una
persona así llegar a ser candidato a presidente de un país?
Al
final, lo confirmamos: el título se justifica. Esto es realismo mágico.
Macondo. O Paraguay 1998, que es casi lo mismo.
Impressive!
ResponderEliminar"Al final, lo confirmamos: el título se justifica. Esto es realismo mágico. Macondo. O Paraguay 1998, que es casi lo mismo. "
MARTIN GRANDE - Periodista, millonario, moralista y EVASOR DE LA AFIP-
ResponderEliminarMARTIN GRANDE locutor millonario de Salta EVASOR
El locutor venido a empresario. propietario de la emisora FM 89.9 Profesional, Martín Grande, según sus propios colaboradores, se le desdibujó la sarcástica sonrisa y suspendió sus actividades en la lujosa emisora del coqueto barrio Grand Bourg, cuando la AFIP (Administración Federal de Impuestos) llegó de inspección a la próspera planta radial.
Acostumbrado a sus delirios de CIUDADANO EJEMPLAR, su honradez incomparable y cualidad moral autoreferencial, Martín Grande, el látigo admonitor de los políticos, al parecer, sufre una de sus crisis más inesperada en lo social e impositivo. No es la primera vez que Grande es visitado por la AFIP y, como resultado de sus airosos despegues, solía jactarse de su "intachable conducta previsional de impoluto contribuyente". Esta vez no pudo zafar y la AFIP arrasó con todo.
La Administración... Federal de Impuestos ordenó el inmediato secuestro de vehículos destinados a los movileros de la emisora FM Profesional y la camioneta 4x4 del locutor en un acta de infracción que, como punto de partida, es el prólogo del control profundo y la minuciosa investigación que harán los inspectores sobre la fortuna acumulada e injustificada de Martín Grande en Salta y en otros puntos del país.
Lo cierto es que el Imperio Comunicacional de Martín Grande sufre su colapso inicial de caos financiero lo que reaviva el interrogante: ¿Es este golpe impositivo parte de la maldición del esotérico Guillermo Capellán? Mientras los comentarios sobre la GRANDIOSA evasión se instalan en la ciudad, el soberbio Martín no sabe cómo hacer para desmostrar su cuantioso e inexplicable patrimonio.