Mi querida Anita:
No sé
si las cartas llegan al cielo, junto a las estrellas, pero de alguna manera te
alcanzarán estos sentimientos de dolor y tristeza, de indignación y rabia, que
experimentamos con tu partida.
Soy uno
más de los que nos enamoramos perdidamente de tu carita tierna y hermosa, la
primera vez que te vimos en las fotos de un diario o en un reportaje de
televisión. Había algo mágico en esos ojitos encendidos y en esa sonrisa
juguetona que contagiaba esperanzas, tenacidad, ganas de vivir. Había un sordo
clamor en esa mirada luminosa, de melancolía desgarradora que interpelaba:
"¡Ayúdenme...! ¡Quiero vivir...! ¡Consíganme un corazón...!".
No te
conocí personalmente, princesita, pero de tanto acompañar los reportes de mis
colegas periodistas, sensibilizados por tu drama personal -que a la vez
encarnaba el drama de muchos pacientes necesitados de trasplante de órganos-,
te fui sintiendo parte de mi propia familia.
Eras
una constante presencia que nos recordaba las muchas deudas que el Paraguay
mantiene con la salud pública, y que al parecer a sus gobernantes y políticos
no les interesa mucho saldar, por más penosas muertes que sigan existiendo.
Llegué
a sentir vergüenza ajena de los gobernantes y políticos, cuando el colega Óscar
Acosta inició la conmovedora campaña mediática #corazonpy, buscando recaudar
dinero para comprar un corazón artificial que te ayude a seguir viviendo
mientras aparecía un donante. Aunque sostengo que los ciudadanos no deberíamos suplir
la responsabilidad del Estado, me sumé con entusiasmo a la campaña, esperanzado
en no quedarme sin tu sonrisa cautivadora.
Hacían
falta solo 300 mil dólares para el dichoso corazón artificial. Una mínima parte
de los millones que gastan los partidos en campaña electoral. Y ni hablar de
los presuntos negociados que en estos días se revelan con la fiebre
denunciadora.
Ojalá
tu muerte nos ayude a superar nuestros tabúes y a despertar de la indolencia,
para ser más conscientes a la hora de donar órganos. Y sobre todo, nos permita
mirar con mayor espíritu crítico a la hora de depositar nuestro voto, el
próximo 21 de abril. Si así fuera, tu ausencia sería un poco menos penosa,
porque seguro nos sigues iluminando desde el corazón de una estrella.
Con
mucho cariño,
Andrés.
(Publicado en la columna
"Al otro lado del silencio", sección Opinión del diario Última Hora,
edición del sábado 13 de abril de 2013).
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