#CrónicasDeLaMemoria
Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman
Sucedió a inicios de los años 90, en uno de las primeras cumbres de presidentes latinoamericanos al cual el entonces flamante presidente paraguayo, general Andrés Rodríguez, asistió tras haber derrocado a su consuegro, el dictador Alfredo Stroessner.
Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman
Sucedió a inicios de los años 90, en uno de las primeras cumbres de presidentes latinoamericanos al cual el entonces flamante presidente paraguayo, general Andrés Rodríguez, asistió tras haber derrocado a su consuegro, el dictador Alfredo Stroessner.
Los
mandatarios caminaban juntos hacia uno de los centros de eventos, mientras
conversaban, en medio de una nube de guardias de seguridad.
Rodríguez,
de impecable traje azul y corbata, se ufanaba de estar allí, entre sus varios
colegas latinoamericanos. El único que desentonaba en el grupo con su
vestimenta era el presidente cubano, Fidel Castro, quien iba con su estridente
uniforme verde militar, su gorra de comandante y su eterna barba.
Rodríguez
no quiso dejar pasar la oportunidad de sacar a relucir su condición de recién
converso al sistema democrático, y entonces, alzando la voz con su estilo
paraguayo campechano, interpeló a Fidel.
-¡Comandante…!
¿No le parece que ya es hora de sacarse el traje militar y ponerse un traje
democrático, igual que nosotros?
Los
demás mandatarios festejaron la exhortación del paraguayo, palmeando al
comandante. “Si, Fidel, ya es hora”. “¿Para cuándo...?”.
Fidel
simplemente sonrió y guardó silencio.
Disminuyó
los pasos y se fue quedando más atrás del grupo en que estaba Rodríguez.
Entonces,
desde atrás, con su potente y estentórea voz, gritó:
-¡General…!
Del
grupo que iba adelante, Andrés Rodríguez fue el único que se paró y volteó la
mirada hacia atrás.
Fidel
Castro, con una amplia sonrisa, abrió los brazos y le dijo:
-Ya ve,
general. Uno puede cambiarse de traje, pero sigue siendo el mismo. Por algo
dicen que el hábito no hace al monje.
***
Con
esta anécdota real sobre Fidel y Rodríguez nos divertimos mucho en aquellos
años que siguieron a la caída de la dictadura.
Cuba y
Castro se abrían en las páginas de la prensa paraguaya como un misterio a
develar, luego de haber permanecido durante décadas como un retrato del
infierno, cueva de comunistas salvajes comedores de niños, según la propaganda
de la dictadura stronista.
Finalmente
pudimos ver a Fidel de cerca cuando estuvo por única vez en Paraguay, en agosto
de 2003, para la asunción al gobierno de Nicanor Duarte Frutos y mantuvo aquel
encuentro multitudinario y lleno de anécdotas en el estadio del Consejo
Nacional de Deportes.
Su
gesto más significativo, entonces, fue visitar a nuestro gran escritor Augusto
Roa Bastos en su departamento de Manora, y llevárselo con él a Cuba para
someterlo a un chequeo y tratamiento médico intensivo, en medio de un cúmulo de
homenajes literarios y de cariño. Fue probablemente una de las grandes alegrías
que el autor de Yo El Supremo recibió en sus últimos años de vida.
Ahora
que parece que finalmente se ha muerto el guerrero de Sierra Maestra, al que la
CIA intentó asesinar infructuosamente en centenas de atentados y los
internautas mataron en miles de posteos falsos, se escribirán millones de
líneas de texto, llamándolo gran héroe revolucionario o perverso dictador
sanguinario.
Fidel
fue todo eso y mucho más.
Al igual que el Che, que Kennedy, que Martin Luther King, que Hitler, fue una de las grandes figuras que marcó la historia del mundo en el Siglo XX.
Al igual que el Che, que Kennedy, que Martin Luther King, que Hitler, fue una de las grandes figuras que marcó la historia del mundo en el Siglo XX.
Hace mucho que Fidel está en las páginas de la Historia,
con mayúsculas.
De allí nadie nunca lo podrá borrar.
Ciertamente los grandes hombres como Fidel no necesitan de reconocimientos ni pleitesías. Fidel ha sido sobre un hombre congruente con sus convicciones, se podrá criticarlo o no estar de acuerdo con él, lo que no se podrá es acusarlo de incoherente. Sus sueños y acciones han conducido a todo un pueblo a visualizar otros horizontes y modos de organización, distintos y alejados de las sociedades consumistas que funcionan solo con la lógica del ley del mercado, tal vez porque siempre comprendió y defendió que el ser humano no es objeto de mercancía. Hasta la victoria siempre comandante, tus huellas nos han de inspirar siempre.
ResponderEliminar