El
Paraguay está seco y en llamas.
Los bosques y los campos se incendian ante el menor descuido y componen un dantesco escenario que parece calcado de la película Apocalipse now.
Los bosques y los campos se incendian ante el menor descuido y componen un dantesco escenario que parece calcado de la película Apocalipse now.
Imparables
murallas de fuego se alzan en la noche, a los costados de las rutas, devorando
pastizales, acorralando a rebaños de animales y asentamientos humanos.
La poca
lluvia no basta para aplacar la tremenda sed acumulada que tiene la tierra, ni
para contener los infernales corredores de fuego.
El heroico esfuerzo de los bomberos resulta insuficiente o vano ante el gran número de estallidos.
El heroico esfuerzo de los bomberos resulta insuficiente o vano ante el gran número de estallidos.
Al
momento de escribir este artículo hay 1.626 focos de incendios detectados en
todo el país, principalmente en San Pedro, Concepción, Amambay y Presidente
Hayes.
En este infierno no solo se consumen pastizales ganaderos o campos improductivos, sino también lo poco que queda de nuestros valiosos bosques y de nuestra siempre amenazada fauna, devorando valiosas reservas naturales.
En este infierno no solo se consumen pastizales ganaderos o campos improductivos, sino también lo poco que queda de nuestros valiosos bosques y de nuestra siempre amenazada fauna, devorando valiosas reservas naturales.
Las
causas son variadas, pero todas surgen de la ignorancia, de la inconsciencia
social, de la viciada "cultura del fuego".
- Alguien
que al pasar arroja una colilla de cigarrillo en brasas entre los arbustos.
- Vecinos
que queman alegremente su basura en los terrenos baldíos.
Cazadores
de apere'a que usan las hogueras para obligar a los roedores a salir de sus
madrigueras.
- Ganaderos
que quieren ahorrar dinero y les prenden fuego a sus pastizales resecos,
pensando que es la manera natural de renovarlos.
- Agricultores
a quienes les parece más práctico y barato quemar sus "rozados" para
abrir nuevas áreas de cultivo en el monte.
Todos
aparentemente inocentes ciudadanos, a quienes el fuego se les va de las manos
"por accidente", hasta volverse un infierno incontrolable.
Es un
momento de detenernos a preguntar qué nos pasa.
¿Será que
en cada paraguayo o paraguaya hay un pirómano latente?
¿Acaso
odiamos tanto a este país, que tenemos que quemarlo en la hoguera, como a la
princesa india Anahí, como a Juana de Arco, como a las brujas medievales?
¡Arde,
Paraguay, arde...!
El
crimen que estamos cometiendo es inexcusable.
Cada humareda es veneno tóxico que contamina el aire.
Cada foco de incendio es una acción que calcina y empobrece la tierra, un daño ecológico del cual no podrá volver a recuperarse en montones de años.
Cada especie vegetal y animal que muere bajo el fuego es también una parte de nuestra propia vida que se acaba.
Cada humareda es veneno tóxico que contamina el aire.
Cada foco de incendio es una acción que calcina y empobrece la tierra, un daño ecológico del cual no podrá volver a recuperarse en montones de años.
Cada especie vegetal y animal que muere bajo el fuego es también una parte de nuestra propia vida que se acaba.
Estas
formas de ecocidio están penadas por la Ley, y quien le prende fuego a un campo
o a un bosque puede ser castigado hasta con cinco años de cárcel. Pero... ¿sabe
usted de alguien que esté preso por haber iniciado una quemazón? ¿Al menos uno
solo de los 1.626 casos?
Ya lo
dijo alguna vez el maestro Augusto Roa Bastos: Los paraguayos y las paraguayas
hemos nacido en una tierra que se parece a un paraíso, pero hacemos todo lo
posible para que se parezca a un infierno.
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(Publicado originalmente en el diario Última Hora el 8 de
setiembre de 2007. Es uno de los artículos que la profesora magister en
Ciencias del Lenguaje, Celeste Fleitas Guirland, eligió para analizar en su
libro Discurso y pragmalingüística.
Bases teóricas y análisis de textos desde los nuevos enfoques lingüísticos,
editado en 2011).
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