En principio me levanté con
tristeza, con rabia, con sabor a cenizas en la boca...
A la medianoche,
una salva de petardos y fuegos artificiales en el barrio donde ahora
vivo -San Pablo, antiguamente barrio Stroessner- no me dejó dormir. En
la cancha del Club 3 de Noviembre, algunos festejaban los cien años del
nacimiento de un dictador muerto en el exilio. Y aunque muchos vecinos
expresaban su fastidio ante el repetido ritual, no pude dejar de admitir
que en esta democracia imperfecta y viciada, aún marcada por la crisis
política del golpe parlamentario, los admiradores del tirano
-contrariamente a los derechos y libertades que ellos negaban- tienen
todo el derecho y la libertad de celebrar sus cien cumpleaños.
La
memoria trae flashes desordenados. Aquel mediodía en que un policía me
llevó del estudio de Radio Mbaracayú, en Salto del Guairá: "Queda
demorado, porque al delegado de Gobierno no le gustó su crítica". Yo
tenía apenas 15 años y empezaba a entender el subversivo poder del
pensamiento y la palabra. Mi amigo Hugo, detenido por difundir en la
radio una canción de un tal Méndez Fleitas. Nadie dice nada. Paz y
progreso. Democracia sin comunismo. Mario Schaerer muerto en la mesa de
torturas. Noticiero: Peligroso subversivo abatido por las fuerzas del
orden. Nadie dice nada. No te metas, mi hijo. Libros de Eduardo Galeano
forrados con tapas de Vanidades. Policías en el micro, al regreso de la
facu. ¡A ver, documentos carajo! El profe Resck saliendo de
Investigaciones, más muerto que vivo, haciendo la V de la victoria.
Atravesar barreras policiales para asistir a los festivales de
Mandu'arã. Voz ronca y lágrimas al corear: "Los niños, el cielo más
claro y azul, ¡esa es la patria en que quiero vivir!".
Flashes
desordenados. Aquella otra noche de insomnio hace casi 24 años, y la
chillona voz de otro general: "¡Hemos salido de nuestros cuarteles...!".
¿Casi 24 años ya...? ¿Qué hicimos con esta libertad...? ¿Cuánto más
para derrocar al dictador que llevamos adentro...? ¿Cuánto más para que
aquella patria que coreábamos en un festival cercado de policías se haga
realidad...?
Pero ahora, en las redes sociales de internet
encuentro noticias y señales de mucha gente que no olvida, que se
moviliza, que lucha, que construye, que enarbola proyectos de otro país
posible... Así que dejemos que celebren todos los centenarios de todos
los dictadores muertos. Nosotros estamos vivos. Y en nosotros viven
todos y todas los que ya no están, pero siguen estando: desaparecidos y
asesinados por la libertad, aquellos cuyos "huesos son estrellas".
Pasado que construye futuro.
Atrás quedan la tristeza, la rabia, el sabor a cenizas.
Digamos que hoy me levanté con nuevas esperanzas...
(Publicado en la columna "Al otro lado del silencio", sección Opinión del diario Última Hora, edición del sábado 3 de noviembre de 2012).
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