jueves, 21 de marzo de 2013

Historia de las marchas campesinas: El grito de la tierra nunca silenciado


Llegan otra vez, con sus rostros curtidos por el sol y las penurias, zapatos gastados o pies desnudos sobre el asfalto negro. Llegan con sus banderas coloridas, sus toscas pancartas de tela y sus consignas en guaraní. “Tan tierra son los hombres de mi tierra…”, escribió el gran novelista Augusto Roa Bastos. Llegan otra vez, como en aquella primera movilización de 1994, desde cuya fecha repiten el ritual todos los años, en cada marzo húmedo y otoñal. Llevan más de dos décadas de peregrinación hasta el centro de la capital, de expresar reclamos agrarios ante los oídos del poder. Esta es la historia de como todo comenzó...

Por Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman

La primera marcha campesina se realizó el 15 de marzo de  1994, durante el gobierno de Juan Carlos Wasmosy, convocada por la Coordinadora Interdepartamental de Organizaciones Campesinas (CIOC), una sigla que se creó para intentar aglutinar a los distintos grupos y movimientos rurales que habían sobrevivido a la caída de la dictadura y se estaban reorganizando.
Entre los movimientos sociales del Paraguay, las organizaciones campesinas fueron las que mantuvieron mayor poder de organización, movilización y resistencia, aún en los momentos de mayor represión desde el régimen dictatorial del general Alfredo Stroesner.
“Tras la persecución a las Ligas Agraria y otras organizaciones, durante la dictadura, un sector importante se mantuvo en la Coordinación Nacional de Productores Agrícolas (CONAPA), hasta que en 1991 fundamos la Federación Nacional Campesina y ya surgió la idea de organizar una gran marcha hasta Asunción, para hacer escuchar nuestra voz  y nuestros reclamos”, relata Marcial Gómez, uno de los principales dirigentes de la FNC.
“Los campesinos también existen” titulaba Última Hora en su edición entonces vespertina del 15 de marzo, con una gran foto de la movilización por la avenida Eusebio Ayala, y agregaba en un subtítulo: “Con la gran marcha, el país no terminó hoy en Calle Última”. 
La crónica relataba las múltiples trabas que el gobierno intentó aplicar para evitar que los labriegos lleguen hasta Asunción, pero que resultaron infructuosas.
Aquella primera marcha, de la que participaron otras organizaciones nacionales y regionales, tuvo tanto impacto en los medios de comunicación y en la sociedad, que sus organizadores decidieron repetirla al año siguiente.
Fruto de aquella primera experiencia exitosa, nació una nucleación más permanente, la Mesa Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas (MCNOC), que se encargó de organizar las siguientes marchas, hasta 1998, cuando hubo una crisis y una división.

Los campesinos en el Marzo Paraguayo 

La emergencia del oviedismo, con la elección de Raúl Cubas como presidente en 1998, pero con el general Lino Oviedo manejando los hilos del poder, despertó un gran debate entre las organizaciones campesinas.
“Para nosotros, el gobierno de Oviedo significaba claramente la asunción del fascismo y del autoritarismo, que atentaba contra las organizaciones populares y las libertades públicas. En el 98  hicimos una plenaria y decidimos tener una postura clara contra el fascismo, salir a combatirlo con movilizaciones, con cierres de calles y rutas”, relata Marcial Gómez.
Esta postura no fue compartida por otras organizaciones campesinas, que finalmente decidieron no apoyar a la quinta marcha campesina en marzo de 1999 y se produjo la primera ruptura. 
La MCNOC se abrió de la organización y la marcha fue convocada por la FNC, pero a nombre de una Comisión de Reforma Agraria.
Fue la más crítica de todas las marchas, ya que el día 23 de marzo, cuando estaban por salir caminando desde el exSeminario Metropolitano, se produjo el asesinato del vicepresidente Luis María Argaña, y los campesinos finalmente se unieron a la llamada gesta ciudadana del Marzo Paraguayo, resistiendo durante varios días en las plazas del congreso. Su participación fue decisiva para forzar la renuncia del presidente Cubas y la huida de Oviedo.
“Nosotros solo cumplimos con la posición que habíamos asumido. En esa ocasión logramos además que el Congreso apruebe una ley, decretando la condonación de las deudas de los pequeños productores ante la banca pública”, recuerda Marcial.
Entre los “mártires del Marzo Paraguayo” falleció asesinado un miembro de la FNC, Cristóbal Espínola, alcanzado por las balas de los francotiradores. El asentamiento al que pertenecía, en Alto Paraná, actualmente lleva el nombre del joven campesino mártir.
En su homenaje, muchos participantes siguen portando en cada marcha los mismos simbólicos garrotes de madera que portaban en aquella gesta de 1999, y que según los organizadores “ayudaron a defender a la democracia ante el avance del fascismo”.


Así reflejó Última Hora en su portada la primera marcha de 1994.

Los logros de tanto marchar 

¿Qué han podido conseguir en todos estos años años de llenar las calles y las plazas asuncenas con la multitudinaria presencia campesina?
“Hubo logros concretos, como la condonación de deudas de los pequeños productores, la paralización de un plan de privatización de empresas públicas, la derrota del proyecto político fascista en el Marzo Paraguayo, pero por sobre todo pudimos instalar debates con nuestras críticas a un sistema socioeconómico que excluye a los pobres, y nuestra propuestas sobre el modelo de sociedad que queremos impulsar”, asegura Marcial.
“Cuestionamos a un modelo rural de producción empresarial, ligado a la agroexportación de materias primas, que no genera fuentes de trabajo y por el contrario expulsa mano de obra del campo, causando envenenamiento con agrotóxicos, destrucción del medio ambiente. Estamos en contra de la sojalización y el uso de transgénicos, y a favor de la producción agrícola nacional”, resume Gómez.
Aunque en los medios de comunicación se asegura que las marchas se suceden año tras año, sin que se produzcan cambios importantes en el campesinado, Marcial considera que si hubo avances, especialmente políticos al interior del campesinado.
“Para nosotros, las marchas son una forma de expresarnos ante la gente, de hacer oir nuestra voz y dar a conocer nuestras propuestas, pero también de crecer como organización. Hoy tenemos a una mujer (Teodolina Villalba) al frente de la FNC, lo cual significó un gran paso en la participación política de las mujeres campesinas y una superación de nuestra mentalidad machista y patriarcal”, apunta.

Postura campesina frente a las mentiras electorales

Otro punto que diferencia a la FNC de otros movimientos campesinos, sociales o de izquierda, es que sus miembros no han respaldado a ninguna candidatura para las elecciones.
“No creemos que actualmente haya algún candidato, partido o movimiento, que plantee una verdadera transformación de este sistema socio-económico que causa pobreza y atraso. Ninguno tiene un verdadero plan de reforma agraria, desarrollo social e industrial, como el que nosotros pretendemos”, dice Marcial Gómez.
La FNC promovió el “voto protesta” en anteriores elecciones, pidiendo a sus afiliados que voten en blanco. “Lo que ofrecen a los campesinos son mentiras electorales. Incluso el Gobierno de Lugo, que se embanderaba con la reforma agraria, no hizo prácticamente nada”, cuestiona.
¿Qué hacer, entonces, ante la inacción de los gobiernos?  
Marcial es bien concreto: “Las conquistas se logran con lucha social y fuerza organizativa, para eso también son las marchas campesinas. Hoy tenemos unas 200 mil hectáreas de tierra en distintos puntos del país, con unos 40 asentamientos rurales. Eso se ganó con ocupaciones, movilizaciones, cierres de rutas, exigiendo a las autoridades que cumplan su función. Hace falta mejor infraestructura, caminos, escuelas, puestos de salud, centros productivos, pero es gente que ya está viviendo en su tierra propia y contribuyendo con su trabajo al desarrollo del país”.
Aunque todavía falta mucho por lograr, explica. 
Y por eso es escuchan gritos  campesinos resonando en las calles de la ciudad…

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