El
vicepresidente de la República, Luis María Argaña, uno de los últimos grandes caudillos del Partido Colorado, fue asesinado el 23 de marzo de 1999 en Asunción, generando la mayor movilización ciudadana, conocida como el Marzo Paraguayo, que terminó ocasionando la caída del gobierno de Raúl Cubas. Fue el
mayor crimen político en la era democrática. El principal adversario de Argaña, el general Lino Oviedo, fue implicado como el presunto autor moral, pero finalmente resultó absuelto por la Justicia, que no pudo -o no quiso- determinar quien fue el responsable del ajusticiamiento. Una densa historia de intrigas y violencia política que conmocionó a todo el Paraguay.
Por
Andrés Colmán Gutiérrez
@andrescolman
Eran
alrededor de las 8.35 de la mañana, del día martes 23 de marzo de 1999, cuando
la camioneta Nissan Patrol, color rojo, del entonces vicepresidente de la
República, Luis María Argaña, se dirigía desde el barrio Carmelitas de Asunción
a su despacho en el centro de la ciudad.
Adelante
iban el chofer, Víctor Barrios Rey, y su custodio asignado, el suboficial de
policía Francisco Barrios González. Al tomar la calle Diagonal Molas, a
unos 40 metros antes de alcanzar Venezuela, un auto Fiat Tempra, de color
verde oscuro, le cerró el paso.
Dos
hombres descendieron del interior, mientras un tercero permanecía al volante,
con el vehículo en marcha. Hay testigos que mencionan a un cuarto hombre.
El
primero portaba una escopeta calibre 12. El otro hombre llevaba armas cortas y
granadas de mano. Ambos tenían el pelo corto e iban vestidos con ropas
militares.
“Eran
uniformes para para’i, tenían camisas de mangas largas, desprendidas, tenían la
remera larga debajo, botas, cinturón verde, las granadas de mano colgaban de su
cintura. Eso me llamó la atención, la forma en que se bajaron, porque se
bajaron rápido y ya corrieron hacia la camioneta y comenzaron a disparar los
dos…”, declaró Aurelio Arguello Enríquez, copropietario de una carpintería en
el lugar, ante la Comisión Bicameral de Investigación.
EL
ATAQUE. El que llevaba la escopeta se colocó en frente,
levantó el arma y apuntó al parabrisas. Los perdigones atravesaron el vidrio y
parte del fuselaje del capó, dejando varios agujeros, pero el parabrisas
permaneció entero.
El otro
atacante disparó con la pistola automática. Los proyectiles impactaron de lleno
en el cuerpo del guardaespaldas Francisco Barrios González, quien pudo extraer
su arma pero ya no alcanzó a contraatacar. El chofer Barrios Rey resultó herido
en el rostro, pero no perdió el sentido.
“¡Agáchense,
hay que salir de acá…!”, gritó Argaña desde el asiento trasero, según relató el
chofer Barrios, quien reaccionó poniendo la palanca de cambios en reversa
y oprimió el acelerador. La camioneta retrocedió algunos metros a gran
velocidad, giró en forma lateral y se incrustó contra la muralla de una casa
vecina, quedando varada.
El
chofer abrió la portezuela y echó a correr hacia atrás, metiéndose al patio de
una vivienda vecina.
El
segundo atacante se aproximó a la ventanilla trasera, que ya estaba rota. Según
se detalla en la reconstrucción, el sicario metió la mano con un revólver 38
por el agujero de la ventanilla y apuntó al cuerpo. Argaña levantó el brazo
como para intentar proteger su rostro. La primera bala lo golpeó en el
antebrazo. Otros dos proyectiles le alcanzaron en el pecho. El vicepresidente
cayó tendido sobre el asiento. Allí recibió el cuarto y último disparo, la bala
mortal que le ingresó en la espalda, le destrozó un riñón y llegó hasta el
corazón.
POLVORÍN. Aunque
posteriormente varias versiones buscaron sostener que Argaña ya había muerto la
noche anterior y que en la camioneta solo viajaba el cadáver, su hijo mayor,
Félix Argaña, asegura que su padre llegó a realizar varias llamadas desde su
teléfono celular esa mañana, una de ellas a su hijo Jesús, a quien le dejó un
mensaje grabado.
El
magnicidio fue la mecha que terminó de encender el polvorín político en que se
había convertido el país, con la emergencia del general Lino Oviedo como
aspirante a la presidencia de la República.
Condenado
a diez años de cárcel por un intento de golpe de Estado contra el presidente
Juan Carlos Wasmosy, en abril de 1996, Oviedo había sido liberado por su socio
político, el presidente Raúl Cubas, en agosto de 1998, con un decreto que fue
desautorizado por la Corte Suprema de Justicia. Un pedido de juicio político
contra el mandatario aguardaba su tratamiento en la Cámara de Diputados, cuando
se produjo el asesinato.
La
indignación ante el crimen motivó la concentración de miles de ciudadanos en
las plazas del Congreso, exigiendo la renuncia de Cubas y cárcel para Oviedo.
Los oviedistas también movilizaron a sus partidarios y se produjeron
enfrentamientos durante seis días, que mantuvieron en vilo al país.
En la
noche del 26 de marzo, francotiradores dispararon con armas de fuego desde las
sombras, dejando un saldo de 8 jóvenes muertos y más de 700 heridos. La
conmoción provocó la renuncia del presidente Raúl Cubas y la huida de Lino
Oviedo fuera del país. Asumió la presidencia el titular del Congreso, Luis
González Macchi.
PROCESO
INCIDENTADO. La investigación sobre el asesinato de Argaña
adquirió desde el principio un fuerte tinte político, que echó sombras sobre la
eficacia de la Justicia. La aparición de un testigo falso, Gumercindo Aguilar,
que incriminó a diversas personas sin muchos fundamentos, arrastró el caso
hacia un pantanal jurídico.
Pero
aparecieron pruebas más sólidas. El hallazgo de Héctor Rudi Monges, el vendedor
del auto Fiat Tempra usado por los sicarios, permitió dar con el comprador,
Costantino Rodas.
La
comprobación de las llamadas hechas desde su teléfono celular, a los pocos
minutos del asesinato de Argaña, permitió conectar con otros sospechosos: Pablo
Vera Esteche, Luis Rojas, Fidencio Vega y el mayor Reinaldo Servín, conocido
dirigente oviedista, quien también se comunicó con el dirigente Víctor Galeano
Perrone y el líder máximo de Unace, Lino Oviedo.
Como
autores materiales, Rodas, Rojas y Servín fueron condenados a 25 años de carcel,
y Vera Esteche a 22.
Lino
Oviedo fue investigado como sospechoso de ser uno de los autores morales. Tras
meses de permanecer prófugo, el
12 de junio de 2000, Oviedo fue capturado en Foz de Yguazú, Brasil, donde
presuntamente se movía con un disfraz. Apelando a la Justicia brasileña, obtuvo
la condición de asilado.
El 28
de junio de 2004, Oviedo retornó al Paraguay y decidió someterse por propia
voluntad a la Justicia, para enfrentar los cargos acumulados en contra suya,
tanto los del intento de golpe del 96 como por las muertes del Marzo Paraguayo.
Fue detenido y trasladado a la Prisión Militar en Viñas Cué, en las afueras de
Asunción.
El 23
de julio de 2007, Oviedo logró que un recurso de Habeas Corpus sea admitido
ante la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia paraguaya, y obtuvo su
libertad provisional en el proceso por el asesinato de Argaña.
Otro
Habeas Corpus fue admitido en julio de 2007, logrando su libertad provisional
en el proceso por la masacre de jóvenes del Marzo Paraguayo. En este caso, los
abogados de Oviedo pretenden cobrar las costas del proceso a los familiares de
las víctimas, unos 785 millones de guaraníes.
Los familiares de las víctimas del Marzo Paraguayo sostienen que la Justicia cedió a los lazos de corrupción que protegen a Oviedo y sus seguidores, favoreciendo la impunidad.
Los familiares de las víctimas del Marzo Paraguayo sostienen que la Justicia cedió a los lazos de corrupción que protegen a Oviedo y sus seguidores, favoreciendo la impunidad.
Lino Oviedo falleció trágicamente en la noche
del 2 de febrero de 2013, cuando regresaba a la Capital de una gira
proselitista por la zona de Concepción. El helicóptero Robinson 44 que lo
transportaba, en compañía del piloto y su guardaespaldas, se precipitó a
tierra, falleciendo los tres tripulantes.
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