Un cartel recuerda a las víctimas asesinadas y nunca halladas, en los campos de Caaguazú. |
El 8 de
marzo de 1980, campesinos de Acaray-mi abordaron con armas un ómnibus, y
exigieron ser trasladados hasta Caaguazú. Fueron perseguidos y masacrados por
militares y civiles. A 36 años de la salvaje represión, los cuerpos de diez
asesinados nunca pudieron ser encontrados.
#CrónicasDeLaMemoria
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Por Andrés Colmán Gutiérrez -
@andrescolman
El
ómnibus 150 de la empresa Rápido Caaguazú había salido a las 01.00 de la
madrugada del 8 de marzo de 1980 de Ciudad Presidente Stroessner (la actual
Ciudad del Este), con rumbo a Asunción.
A la
altura del kilómetro 37 de la Ruta 2, tres campesinos hicieron señas al chofer
para que se detenga. Al abrir la puerta, advirtió que eran varios más, 18 en
total, incluyendo a mujeres y niños. Algunos estaban vestidos con ropa militar
de camuflaje (para-i) y portaban revólveres, rifles y escopetas.
"Subieron
nuestros dirigentes a hablar con el chofer, explicaron que éramos campesinos
pobres, perseguidos por el Gobierno, por pretender vivir como hermanos en
nuestra propia tierra. Queríamos ir a Caaguazú, a iniciar una lucha por
nuestros ideales, y no teníamos dinero para nuestro pasaje. El chofer aceptó
llevarnos y subimos todos", recuerda Arcadio Flores, uno de los
integrantes del grupo.
Los
campesinos estaban liderados por Victoriano Centurión ("Centú"),
histórico dirigente de las Ligas Agrarias Cristianas (LAC), nacidas con apoyo
de la Iglesia Católica paraguaya, que intentaban llevar adelante un modelo de
organización social, al estilo de la comunidades eclesiales de base, pero eran
perseguidas y reprimidas por la dictadura del general Alfredo Stroessner, por
considerar que eran un "caldo de cultivo" para el comunismo.
A
inicio de los '70, Centú se había entrevistado con el propio ministro del
interior, Sabino Montanaro, a quien pidió ayuda para establecer una colonia en
unas tierras fiscales, en medio de los montes del Alto Paraná.
Con
permiso del Instituto de Bienestar Rural (IBR), entre abril y junio de 1972,
unas primeras 35 familias procedentes de Misiones se establecieron en
Acaray-mí, a 40 kilómetros al noroeste de la actual Ciudad del Este, y
bautizaron el lugar como Nueva Esperanza.
Los
conflictos se iniciaron a los pocos meses, cuando apareció una mujer llamada
Olga Mendoza de Ramos Giménez (Ña Muqui), esposa de un general, quien reclamó
como suyas las tierras ocupadas por los campesinos.
Ante la
resistencia a abandonar, empezó un duro hostigamiento, desde un destacamento
militar instalado a la entrada de la colonia, con detenciones arbitrarias,
torturas, quemas de ranchos y destrucción de cultivos.
La larga marcha hacia Asunción
En
marzo de 1979 la situación se había vuelto insostenible, cuando Centú y sus
seguidores decidieron salir con armas en las manos. Hay varias versiones sobre
los objetivos de aquella "expedición armada" y la toma del colectivo.
Según
un pronunciamiento del Comité de Iglesias, dado a conocer entonces, los
campesinos pretendían viajar a Asunción para protestar ante las autoridades por
las injusticias que estaban padeciendo.
Centurión
y otros protagonistas, en cambio, afirman que iban a viajar a Caaguazú, para
contactar con otros líderes campesinos e iniciar acciones de lucha armada para
derrocar a la dictadura, pero todo les resultó muy mal.
En el
puesto de control Santo Domingo, Torín, inspectores de Hacienda intentaron
detener el ómnibus en que viajaban los campesinos, pero Centurión ordenó al
chofer que siga adelante.
Rápidamente
los funcionarios abordaron dos autos y los persiguieron, pensando que se
trataba de contrabandistas.
Uno de
los autos se cruzó frente al ómnibus, pero Centurión rompió el parabrisas y efectuó
varios disparos, hiriendo a uno de los funcionarios. Los autos detuvieron la
persecución.
Más
adelante, los campesinos ordenaron al chofer que se detenga en el lugar llamado
Altona, en Campo 8 (actualmente J.Eulogio Estigarribia), bajaron los 18 campesinos
y se internaron en el campo, caminando hacia el norte.
"Caminamos
unos mil metros y entramos en un monte para decidir qué íbamos a hacer. 'Desde
ahora nos van a perseguir a muerte los policías y militares', les dije a todos.
Nos dirigimos hacia el monte Monday", recuerda Victoriano Centurión.
Una verdadera "cacería humana"
Enterado
del asalto al ómnibus, esa misma madrugada del 8 de marzo, el dictador Alfredo
Stroessner ordenó al jefe de Inteligencia Militar, general Benito Guanes
serrano que se pusiera al frente de un gran operativo represivo para cazar a
"los guerrilleros".
Toda la
región de Caaguazú fue invadida por camiones de soldados armados y el vuelo de
helicópteros artillados. Unos 5.000 efectivos militares fueron desplazados,
además de "milicianos" (civiles paramilitares) pertenecientes al
Partido Colorado, a quienes se repartió armas. La orden era "acabar con
los guerrilleros".
La base
de operaciones se estableció en la finca de la familia Collante, en las afueras
de Caaguazú.
Durante
los dos primeros días, no hubo pistas de los fugitivos. El 11 de marzo, a la
siesta, desde un helicóptero se divisó que tres hombres corrían hacia un monte,
en la zona de San Antonio-mi.
El
piloto dio aviso y en pocos minutos llegaron varios camiones de soldados y
hombres armados, que rodearon la zona.
Dentro
del monte estaban cuatro de los fugitivos (Mario Ruiz Díaz, Concepción
González, Fulgencio Castillo Uliambre y Federico Gutiérrez) casi muertos de
hambre y sed, que fueron fusilados al instante.
Otro
grupo, liderado por Gumercindo Brítez, fue alcanzado hacia el suroeste por una
patrulla al mando del mayor Carlos Alberto Ayala González. Hubo un intenso
tiroteo, en el que cayó muerto Brítez, otros resultaron heridos y detenidos, y
algunos lograron huir.
El
tercer grupo, conducido por Estanislao Sotelo, fue interceptado en un monte
cercano. Sotelo fue capturado con varias heridas, luego torturado y finalmente
degollado por uno de los milicianos colorados, según testimonios.
El
cuarto grupo, liderado por Victoriano Centurión, resistió a tiros en la zona
del arroyo Pastoreo-mí.
En este
grupo estaban dos mujeres menores: Apolinaria González, de 16 años, embarazada
de tres meses, y Apolonia Flores Rotela, de 12 años, quien resultó herida con 6
balazos. El único que logró escapar fue Centurión.
Los 10 asesinados-desaparecidos
Los
testimonios de los sobrevivientes sostienen que 10 de los campesinos fueron
asesinados de manera violenta, algunos de ellos capturados vivos y
posteriormente degollados con machetes.
La
lista de los 10 campesinos asesinados es la siguiente: Gumercindo Brítez,
Estanislao Sotelo, Mario Ruiz Díaz, Secundino Segovia Brítez, Feliciano Verdún,
Reinaldo Gutiérrez, Concepción González, Fulgencio Castillo Uliambre, Federico
Gutiérrez y Adolfo César Brítez.
Diversos
indicios apuntan a que todos ellos fueron enterrados en una fosa común, en la
zona de San Antonio-mí, en las afueras de la ciudad de Caaguazú, pero la
ubicación exacta del lugar no ha podido ser determinada.
Tras la
caída de la dictadura, el entonces legislador liberal Francisco
"Pancho" José de Vargas, padre del actual ministro del interior
Francisco de Vargas, dirigió varias excavaciones en la zona, en busca de las
víctimas del caso Caaguazú, pero nunca pudieron hallar los restos.
El
actual director de Memoria Histórica del Ministerio de Justicia, el médico
Rogelio Goiburú, también tiene en su agenda proseguir la búsqueda de los restos
de los campesinos de Caaguazú, pero hasta ahora no ha podido hallar pistas
concretas que permitan ubicar el lugar exacto en que fueron enterrados.
Del
grupo de Acaray-mi hubo dos capturadas con heridas: las niñas menores de edad
Apolinaria González y Apolonia Flores Rotela; cuatro prófugos: Victoriano
Centurión (quien permaneció tres meses oculto en el monte, hasta que fue
rescatado y asilado en la embajada de Panamá, para ir al exilio), Francisco
Solano Duré, Gil Santos Duré y Vidal Martínez; y 2 detenidos: Mariano Martinez
y Arnaldo Flores.
Por
parte de las fuerzas del Gobierno no hubo muertos, pero sí resultaron heridos
el mayor DEM Carlos Alberto Ayala González, de la II División de Infantería, el
alcalde policial Romualdo Rolón, el conscripto Aristides Ortigoza y los
milicianos Felipe Giménez y Cesar Duré.
La niña
Apolonia Flores Rotela, fue trasladada al Policlínico Policial, actual Hospital
Rigoberto Caballero, donde recibió en dos oportunidades la visita del propio
dictador Alfredo Stroessner, quien le ofreció protegerla y hacerla estudiar en
una escuela, pero ella, desde la cama donde se reponía de las heridas, le
respondió, desafiante: "¿Por qué solo a mí me ofrece educación? ¿Por qué
nunca se acordó de toda mi gente que pasaba hambre y no tenía escuelas, pero
solo le ofrecieron balas?".
Molesto
ante la insolencia de la pequeña, Stroessner ordenó que la procesen al igual
que los otros subversivos.
La
ficha policial de Apolonia Flores, niña de apenas 12 años de edad, retratada y
caracterizada como "peligrosa guerrillera" es una de las reliquias
exhibidas en el llamado Archivo del Terror, en el Museo de la Justicia, por su
absurda caracterización.
El
principal líder del grupo, Victoriano Centurión, el legendario Centú,
permaneció oculto en el monte, viviendo en el agujero del tronco hueco de un
gran árbol, durante casi tres meses, protegido por algunos pobladores de la
zona, mientras los milicianos y efectivos militares lo buscaban intensamente.
"Finalmente,
Centú, pasando frente a varios puestos policiales, oculto en una carreta con
bueyes y varias bolsas de mandioca, llegó hasta un lugar donde fue auxiliado
por el político liberal Domingo Laíno, quien lo trasladó clandestinamente hasta
Asunción, para ser asilado en la embajada de Venezuela en Asunción y finalmente
lograr asilo político en aquel país", recuerda Gregorio Gómez Centurión, otro
histórico dirigente de las Ligas Agrarias Cristianas, sobreviviente de otra
comunidad campesina que también sufrió una dura represión, en San Isidro del
Jejuí.
Centurión
regresó del exilio luego de la caída de la dictadura, siguió activando en
organizaciones campesinas y falleció recientemente, el 31 de enero de 2016, en
su casa, en la zona de Juan E. O'Leary, Alto Paraná.
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