jueves, 9 de septiembre de 2010

Las zanahorias enamoradas



En realidad desconozco si se metieron así dentro de mi bolso en el momento en que pasé a realizar mis compras habituales en la Feria de los Hortigranjeros, frente a la Terminal de Ómnibus de Ciudad del Este.
Recuerdo que cuando el vendedor me pasó el mazo de zanahorias orgánicas no percibí nada extraño. Recién al llegar a casa, cuando fui sacando las frutas, las verduras, el queso y los huevos, y disponiendo todo sobre la mesa de la cocina, advertí el curioso fenómeno: las dos jóvenes zanahorias estaban fuertemente entrelazadas y no había forma de separarlas.
Sobre todo una de ellas se enroscaba alrededor de la otra, con un abrazo de boa constritora, y se negaba a soltarla.
No sé nada del sexo de las zanahorias. No sé si son héteros, o gays, o lesbianas… pero confieso que tanta pasión me deja admirado.
Por de pronto he renunciado a comérmelas en la ensalada. Me da no se qué destruir esa relación tan poco vegetal.
He optado por dejarlas allí, disfrutando de su momento íntimo en un fresco rincón del refrigerador.
Sé qué tarde o temprano se marchitarán sin remedio.
Para que no digan que estoy loco, y para preservarlas en el tiempo, les he tomado esta fotografía.
Ahora están allí… escucho ruidos sordos dentro de la heladera.
Temo que descongelen los cubitos y hagan hervir los vinos.
Pero bueno… que lo disfruten.