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miércoles, 28 de julio de 2021

Cuba: El diálogo de un Unicornio perdido


Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman

Yunior García Aguilera (Holguin, 1982) es un joven actor y dramaturgo teatral cubano, escritor y guionista de televisión, reconocido por su talento y creatividad, como por su mirada crítica sobre la realidad de su país. Formado en las instituciones oficiales de Cuba, Yunior se ha convertido en una de las figuras más representativas de la nueva generación de artistas que cuestionan al régimen castrista, miembro del colectivo cultural Movimiento 27 N (bautizado así tras haber protagonizado una primera manifestación artística masiva de protesta el 27 de noviembre de 2020).

Silvio Rodríguez (San Antonio de los Baños, 1946) es uno de los cantautores cubanos más famosos en el mundo, surgidos en el proceso de la revolución castrista figura estelar del movimiento cultural de la Nueva Trova, junto a Pablo Milanés y otros referentes. Autor de emblemáticas canciones como Unicornio, Ojalá, La Maza, Sueño con serpientes, entre otras. Mientras Milanés, al igual que Carlos Varela y otros artistas, han ido tomando distancias del régimen, Silvio se ha mantenido como sostenedor del proceso, y ha hecho numerosas manifestaciones en favor, incluyendo su famosa canción El Necio. Silvio Rodríguez estuvo en Paraguay por única vez en 2009 y cantó con Ricardo Flecha en la plaza del Palacio de Gobierno, como lo contamos en este artículo.

Tras las manifestaciones del pasado 11 de julio en Cuba, iniciado en San Antonio de los Baños, Yunior García Aguilera y su esposa, la productora de cine Dayana Prieto, tras un acto frente a la televisora estatal, en donde pidieron 15 minutos de espacio para dar su versión de lo que estaba ocurriendo, fueron detenidos por la policía, junto a muchos otros manifestantes en todo el país. Este es el testimonio de Yunior sobre su prisión.

Luego de ser liberado, Junior decidió renunciar como miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), organización gremial controlada por el gobierno, del cual formaba parte. “No puedo seguir perteneciendo a una organización que le da la espalda a una parte considerable del pueblo y opta por mostrar obediencia a un poder abusivo. No puedo permanecer en un coro que le canta alabanzas a quienes ordenaron la represión contra los jóvenes y el combate entre cubanos. No puedo ser parte de un grupo de artistas e intelectuales que ha preferido el silencio o la complicidad”, justificó.

Pero quizás el hecho más significativo fue que, tras ser liberado, Yunior decidió escribirle una carta pública a Silvio Rodríguez, uno de sus principales ídolos de juventud, con quien mantiene diferencias por sus posturas políticas, pero también admiración.

El 21 de julio, en su página de Facebook, ilustrándola con una juvenil foto del cantautor, Junior le escribió a Silvio lo siguiente:

CARTA ABIERTA AL PROPIETARIO DE UN UNICORNIO PERDIDO

Silvio, no me importa cuántas veces me digan que es inútil escribirte. Yo también, a veces, soy un necio. Me dirijo a ti porque tu voz me importa, porque crecí escuchándote, porque todavía evito todas las sillas, peligrosas, que me invitan a parar. Te escribo de pie porque sé que el ser humano que fue capaz de crear Sueño con serpientes, no puede hacer una lectura tan elemental de mi generación y sus complejidades. El artista que parió algo tan hermoso como Réquiem, no sería capaz de responderme con susurros ni hipocresías.

Cuba ya no es exactamente la misma que resumiste en aquel barco llamado Playa Girón. Me habría encantado que aquel 27 de noviembre, cuando cientos de jóvenes fuimos en busca de un diálogo real y transformador, hubieses llegado con tu guitarra, a cantar junto a nosotros, en medio de tanta incertidumbre.

Sé que muchos jóvenes rebeldes acaban transformándose en viejos conservadores. Pero no creo que sea tu caso. De vez en cuando nos sorprendes con opiniones auténticamente revolucionarias (en el sentido profundo de ese término), y vuelves a repararnos los sueños y las esperanzas. Pero voy a ser honesto: otras veces levantas un abismo insalvable entre tus utopías y las nuestras.

Ni todo lo que dices es mentira, ni es mentira lo que muchos de mis amigos y yo defendemos. Tú, mejor que otros, sabes identificar cuánto se pueden manipular las medias verdades y cuán fácil resulta convertir a una persona, que no tiene miedo de decir lo que piensa, en enemiga.

Yo no te pido que renuncies a ninguna de tus convicciones. Eso sería absurdo de mi parte. Tú eres (con todas tus contradicciones) una pieza imborrable en este rompecabezas donde nacimos y que seguimos llamando Patria. Pero mis amigos y yo (con las nuestras) también estamos en esa imagen de Cuba que no acaba de armarse. Y no permitimos, Silvio, que nadie nos arroje de la mesa.

Si todavía me queda, después del 11 de julio, una mínima esperanza de diálogo, quiero que sea contigo. No te imagino lanzándonos a un camión de basura ni defendiendo tiendas con un palo en la mano. No te imagino pateando a un joven socialista de 22 años en una estación de policía ni apoyando las condenas de aquellos a los que has regalado tantos conciertos en sus barrios.

Yo te invito.

Regálanos esos 15 minutos que nos negaron en el ICRT. No hacen falta cámaras ni micrófonos. Solo nosotros y nuestros fragmentos de verdades.

No sé si esos 15 minutos hagan que recuperes tu unicornio. Pero quizás nos ayudes a no perder definitivamente el nuestro.

Ojalá.

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Silvio le respondió positivamente.

Se encontraron y conversaron en privado, sin cámaras, sin registros.

Después, cada uno dio su versión de lo que hablaron.

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Escribió Yunior:

Ya conversamos.

Fueron 70 minutos de franqueza en los estudios Ojalá. Ninguno convidó al otro a renunciar a sus posiciones ni principios. Fuimos capaces de confrontar nuestras diferencias desde el más absoluto respeto y preferimos concentrarnos en nuestras coincidencias. Tampoco perdimos tiempo en discutir los temas que no podemos resolver en la práctica ninguno de nosotros. Nos enfocamos en cómo aportar, ahora mismo, al bien de la sociedad cubana, en su conjunto.

Silvio se comprometió frente a Dayana, a Niurka y frente a mí, a abogar por la liberación de todos los presos que participaron en las protestas. Dio su palabra, de modo convincente, de que hará todo lo que esté a su alcance para lograr ese objetivo.

También coincidimos en un proyecto (en su momento se hará público) que podría servir para el comienzo de un debate verdaderamente plural, inclusivo, cívico, respetuoso y amplio, que encuentre los consensos entre la diversidad que hoy nos caracteriza como cubanos.

El encuentro de hoy no se trataba de un combate para encontrar un ganador. Se trataba de Cuba. Y creo que salimos de allí con la certeza de que se necesitan cambios reales, impulsados por vías no violentas, sin injerencias y donde ningún cubano se sienta excluido.

Gracias a todos los que aportaron, con sus opiniones y comentarios, para que este encuentro fuera posible. Falta mucho por hacer todavía. Y lo vamos a hacer sin odio.

Un abrazo.

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Escribió Silvio:

El encuentro con Yunior y Dayana fue bueno, no exagero si digo que fraterno; hubo diálogo, intercambio, nos escuchamos con atención y respeto. Para mí lo más doloroso fue escuchar que ellos, como generación, no se sentían ya parte del proceso cubano sino otra cosa. Me explicaron sus argumentos, sus frustraciones. Traté de hacerles comprender que a mis años también todo resultaba mucho más lento de lo que esperábamos que fuera. ¿Culpa de qué, de quienes? Y hablamos de incomprensiones entre edades diferentes, entre intereses y entendimientos diferentes. Demasiado doloroso para mí que se declaren fuera; no puedo aceptar ese fracaso ni en nombre del dolor por las incomprensiones. Yo también las sufrí y jamás llegué a sentirme fuera. Pero pienso que mi generación fue la inmediata a la insurreccional y que heredamos los motivos de nuestros padres y después, creciendo, sufrimos con ellos lo mucho que ha costado ser soberanos y además socialistas.

Tiene que haber más puentes, tiene que haber más diálogos, tiene que haber menos prejuicios; menos ganas de pegar y más deseos de resolver la montaña de temas económicos y políticos pendientes; menos costumbre de escuchar a quienes hablan lo mismo con las mismas palabras, década tras década, como si las generaciones no vinieran también con sus propias palabras e ilusiones.

Me pidieron que llamara a alguien y que pida amnistía para todos los presos. Recuerdo la última vez que pedí una amnistía. Fue en la Tribuna Antimperialista. Un segundo antes de subir una autoridad me dijo que no lo dijera. Si no digo eso, no digo nada, respondí. Y pude llegar al micrófono. Y entre otras muchas cosas pedí la libertad de aquella gente con quienes no estaba de acuerdo. Y un par de semanas después (no por mi culpa) 70 vidas fueron libres. No sé cuántos presos habrá ahora, dicen ellos que cientos. Pido lo mismo para los que no fueron violentos y cumplo con la palabra empeñada. Ellos no tienen nada que cumplirme porque nada pedí. Ojalá nunca más se sientan fuera (deseo lanzado al aire).

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Así relata e interpreta este episodio la periodista cubana Mónica Baró, en El Estornudo, uno de los nuevos medios periodísticos cubanos que surgieron con internet:

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Se podrán decir muchas cosas sobre Yunior García Aguilera y Silvio Rodríguez, en contra y a favor, sobre el régimen cubano, la revolución, la dictadura, el bloqueo norteamericano, el imperio yanqui, Patria o Muerte, Patria y Vida, lo que ocurre, lo que ocurrirá, tantas cosas de uno y otro lado o viceversa, pero a mí me interesa rescatar el hecho de que dos grandes artistas de diferentes generaciones y posturas políticas puedan sentarse a dialogar y a actuar.

Tal vez por allí haya un camino, no solamente para Cuba, sino también para otros países también con graves conflictos, incluyendo a nuestro querido Paraguay.

 


domingo, 5 de mayo de 2019

Literatura: La soledad de Ñamandú y el desafío de reinventar el lenguaje



Andrés Colmán Gutiérrez
Presidente de la Sociedad de Escritores del Paraguay (SEP)

Cuentan los relatos míticos del mundo indígena guaraní –rescatados por el gran antropólogo León Cadogan y reelaborados con peculiar encanto por el escritor Eduardo Galeano en su obra Memoria del Fuego– que cuando Ñande Ru Tenondé, el Padre Primero Ñamandú, se irguió en la oscuridad y creó el lenguaje, no había quien lo pudiera escuchar. Entonces creó el mundo y creó a los primeros hombres y a las primeras mujeres, y les entregó la palabra creadora (Ayvu) para que todo pudiera cobrar vida, pero principalmente para que la magia del lenguaje alcanzara a redimir al propio Padre Primero de aquella inmensa soledad primigenia.
En el Paraguay, nuestro pequeño y heroico país mediterráneo del Cono Sur, de raíz principalmente cultural guaraní, en donde hemos nacido entre relatos mágicos y entre muchas historias alucinadas que esperan ser contadas, los escritores y las escritoras seguimos padeciendo la misma soledad del Padre Primero Ñamandú o como lo ha denominado más certeramente nuestro autor mayor, Augusto Roa Bastos, seguimos sufriendo el encierro de “la isla rodeada de tierra”: No siempre hay quienes nos puedan leer o escuchar.
Nuestra industria editorial es todavía incipiente, aunque avanza abriéndose caminos a tumbos entre muchos escollos y la falta de un mayor apoyo estatal. Quienes escribimos y publicamos libros lo hacemos para un número muy reducido de personas, ya que en el Paraguay cada habitante lee solamente la 0,25 parte de un libro al año, según datos estimativos. Esta es la realidad de un país donde el 24,2% de la población aún vive en situación de pobreza y un 4,8% en situación de pobreza extrema; en donde el sistema educativo es todavía de muy baja calidad y existe un escaso fomento a la lectura desde las instancias gubernamentales y desde la misma sociedad. A pesar de todo, un anteproyecto de Ley del Libro impulsado desde hace años por los gremios de autores, libreros y por actuales instancias culturales gubernamentales, intenta abrirse paso ante la indiferencia de la clase política.
Desde hace mucho tiempo también seguimos padeciendo la invisibilidad de las obras paraguayas en los mercados internacionales del libro, debido a las trabas burocráticas fronterizas o a un escaso interés, que desmiente el ansiado espíritu de integración cultural del Mercosur. Por ello, nuestra presencia constante en esta Feria Internacional del Libro de Buenos Aires constituye una vidriera fundamental, una ventana a la esperanza.
A pesar de los pesares, una literatura paraguaya tercamente viva insiste en reinventarse y en expandirse cada vez más. Quienes hoy asumimos el desafío de narrar al Paraguay en cuentos, novelas, poesía, historia, ensayos, crónicas periodísticas y de investigación, álbumes de cómics o novelas gráficas, lo hacemos teniendo en cuenta la rica herencia y tradición de nuestros más grandes maestros y maestras como Augusto Roa Bastos, Elvio Romero, Gabriel Casaccia, Josefina Plá, Helio Vera, Rubén Bareiro Saguier, Carmen Soler, Hérib Campos Cervera, Raquel Saguier, José-Luis Appleyard y tantos más, buscando reflejar las nuevas exigencias de una era de profundas contradicciones sociopolíticas, con nuevos lenguajes y nuevas perspectivas.
En este Año Internacional de las Lenguas Indígenas, valoramos particularmente el esfuerzo creativo de quienes sueñan y escriben en nuestro imperecedero idioma guaraní, buscando derrotar el arraigado mito de que es una lengua esencialmente oral y que tanto su escritura, como su lectura, resultan difíciles. Las novelas en guaraní, Kalaíto Pombéro de Tadeo Zarratea; Pore’y rapé, de Hugo Centurión y Tatukua de Arnaldo Casco, sientan las bases de otra narrativa, la que rescata y refleja al Paraguay más profundo y ancestral, que se complementa también con una abundante colección de libros que exponen una larga tradición de relatos y poesía en guaraní, con la herencia de queridos maestros como Rosicran, Carlos Martínez Gamba, Félix Fernández o Félix de Guarania, hasta actuales batalladores poetas, escritores y académicos del guaraní, Susy Delgado, Feliciano Acosta, Miguel Ángel Meza, Mario Rubén Álvarez, Ramón Silva, entre muchos otros y otras, entre quienes ocupan un sitio preponderante Alba Eiragi Duarte, poetisa y escritora Ava Guaraní, y Brígido Bogado, poeta y escritor Mbya Guarani, ambos miembros de la Sociedad de Escritores del Paraguay, exponentes genuinos de una cultura sobreviviente que tiene tanto por decir y por contar. Además, nuestra literatura tiene una gran deuda pendiente con las demás lenguas de los 19 pueblos indígenas, ya que hasta ahora existen pocos relatos y poemas escritos en ayoreo, yshir, tomaraho, nivaclé, maká, manjui, enlhet, enxet, guaná, sanapaná, angaité, toba maskoy, qom, pai tavyterá o aché.

La literatura paraguaya actual es amplia, diversa, rica y abarcante. Hay una cada vez más sostenida creación poética y narrativa de mujeres, que no solo expresan la mirada femenina en la producción literaria, sino que además ejercen un rol pedagógico para lograr el paulatino cambio de chip mental de una cultura patriarcal machista, en busca de una más tolerante, que reconozca los derechos de las mujeres, como de quienes tienen opciones sexuales diferentes y de otras minorías aún discriminadas. Resulta meritoria la tarea que realiza la organización Escritoras Paraguayas Asociadas (EPA), que ha publicado varios libros que recopilan relatos escritos por mujeres. Es extensa la lista de autoras paraguayas, pero quiero rendir a todas ellas un homenaje en la persona de la maestra Maribel Barreto, prolífica escritora, docente y ensayista, ganadora del Premio de Novela Roa Bastos 2017 con su novela Codicia, quien ha presentado recientemente su último libro, Hijo de la revolución, un retrato desde la ficción sobre las revueltas de principios del siglo XX y lo que implica ser mujer en el Paraguay. Ella tenía que haber estado con nosotros en este encuentro, pero un problema de salud se lo ha impedido.

La creación paraguaya más tradicional, habitada principalmente por obras de denuncia social en un ámbito histórico y rural, ha ido mutando hacia una narrativa urbana que abarca géneros como el relato policial, la ciencia ficción, el horror gótico, el trilher político, las historias de aventuras. La aparición de grupos y comunidades de jóvenes narradores urbanos, como el centro cultural Literaity o la Asociación Literaria Arandú, respaldados por pequeñas editoriales independientes, están consolidando una emergente narrativa rebelde, innovadora en su forma y en su lenguaje, amplificada con los recursos de las redes sociales en internet y las plataformas digitales. Patricia Camp, Christian Kent, Orlando Orué, Diego Ayala, Damián Cabrera, Yems Aguilera, María Zaracho Robertti, Sebastián Ocampos, Cave Ogdom, Ricardo Loup, Ana Miranda, Lourdes Benítes, Edu Barreto, son algunos de esos nombres. (De ello nos habla con más detalles la compañera Norma Flores Allende, en su reveladora plataforma digital #Urumbe).
Una mención especial merece el trabajo de edición digital del grupo Tiempo Ediciones y Contenido, que hoy permite que los libros paraguayos estén al alcance de cualquier lector de libros electrónicos en el mundo.
Destacamos también el innovador eco de una literatura fronteriza, que se nutre de los contrastes culturales en regiones compartidas con colectividades inmigrantes brasileñas, o de ascendencia asiática o europea. La novela Xirú, de Damián Cabrera, es un ejemplo de esa narrativa que refleja los torbellinos de tierra roja en el Alto Paraná, los conflictos ambientales de la llamada Guerra de la Soja. El grupo de escritores y poetas que experimentan con el lenguaje triplefronterizo, en una onda cultural denominada “portuñol selvagem”, principalmente desde editoriales cartoneras, constituyen otro irreverente movimiento innovador de nuestra literatura.
Igualmente sentimos como muy cercanos y como parte de nuestra historia a los narradores paraguayos o descendientes de paraguayos que escriben desde afuera de nuestras fronteras, especialmente a un nutrido grupo de autores en Argentina como Gilberto Ramírez Santacruz, Éver Román, Mario Castells, Ivan Silvero, entre otros. Hay en sus obras una linda herencia de la épica literatura del exilio, la que ha dado vida a muchos de nuestros mejores narradores y narradoras.
Las obras que ayudan a rescatar la historia y la memoria también siguen componiendo una de las vertientes más prolíficas de los autores y las autoras del Paraguay, no solamente las que permiten no olvidar los horrores de la dictadura stronista, sino las que significan episodios más lejanos desde nuevas perspectivas. En ese sentido, tanto las novelas históricas como los relatos de la Guerra del 70 adquieren especial significación en la conmemoración por los 150 años de aquella contienda. En ese campo, nuestra más reciente contribución personal une el rescate de un episodio silenciado durante el stronismo con la investigación periodística, en nuestro libro “Mengele en Paraguay”, sobre la protección dada por el dictador Alfredo Stroessner al médico criminal nazi Josef Mengele, que presentamos en esta Feria.
Como soy también guionista de obras de cómics, destaco el especial auge que la narrativa dibujada ha tenido en los últimos años en el país, principalmente con obras dedicadas a la gesta de la Independencia, la Guerra del 70, la Guerra del Chaco y la dictadura stronista, como a la adaptación de grandes clásicos de la literatura paraguaya para una mejor divulgación en colegios y escuelas. Contamos con el aporte de grandes narradores, como nuestro universal Robin Wood, y el esfuerzo editorial de escritores y dibujantes como Javier Viveros y Roberto Goiriz, además de un loable esfuerzo de la editorial Servilibro, que ha creado una colección especial dedicada al comic paraguayo, donde se suman proezas como la edición de los diez álbumes de Mafalda, del genial Quino, en versión traducida por la docente María Gloria Pereira al idioma guaraní.

Son solo algunos de los puntos que destacamos en estas consideraciones generales sobre la literatura paraguaya actual. Somos conscientes del desafío que implica escribir y contar historias en un país que sigue intentando construir una institucionalidad democrática entre los sobresaltos autoritarios y los embates de una cultura conservadora, que padece a una clase política mediocre y poco sensible a las necesidades populares, pero lo hacemos motivados por la lucha de sectores sociales que emergen y se movilizan cada vez con más fuerza por derrotar a la corrupción, obteniendo inéditos logros en derrocar a líderes mafiosos y a estructuras autoritarias. Sabemos que en la medida en que nuestra labor sintonice con esos genuinos esfuerzos, nuestra obra tendrá un mejor sentido y aquella primigenia soledad del Padre Primero Ñamandú también nos va a pesar cada vez menos.
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(Ponencia presentada en la 45a Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, domingo 5 de mayo de 2019. Representación de escritores paraguayos en la mesa "Literatura e Historia del Paraguay actual", con Gilberto Ramírez Santacruz, Norma Flores Allende, Manuel Martínez Domínguez y Javier Viveros. El video que ilustra la nota es de Norma, de su plataforma #Urumbe)



jueves, 5 de julio de 2018

Las reinas de nuestra familia



Hortensia Espinoza y Luisa Gutiérrez son las dos hermanas de mi madre que siguen vivas, exponentes de una estirpe de mujeres que sostuvieron a una gran familia, desde la época de las residentas y destinadas de la Guerra del 70, en nuestro querido pueblo natal Yhú, Caaguazú.
La historia inicia con María Ana Paredes de Villagra, mi bisabuela, la mujer yhuense mencionada en las memorias de Madame Teodora Dupratt de Laserre, como la heroína que desafío las prohibiciones para brindar ayuda humanitaria a las destinadas que llegaron a Yhú en marzo de 1869, enviadas en confinamiento por el Mariscal López, donde permanecieron hasta setiembre del mismo año, confinadas en un campo que queda a la salida del pueblo, conocido como Destinadas campamento kue, para luego seguir viaje hasta Espadín.
La hija de María Ana, María Abdona Paredes (Ña Doña), mi abuela materna, se casó y enviudó dos veces. Primero con Eliezer Espinoza, con quien tuvo 9 hijos: Blas (Pachito), Obdulia (China), Sixto, Víctor Eloy, Solano, Deolinda, María Dorila (Pochó), María Teresa y Hortensia. Tras la muerte de su primer marido, se casó con Pío del Rosario Gutiérrez, con quien tuvo tres hijos más: Luisa, Pío del Rosario (Tatito) y Nilda (nuestra mamá).
También hay otra línea de hermanos Espinoza, por parte del primer abuelo Eliezer. En esta línea, nuestros queridos tíos son: Gregorio (Gollo), Manuelito, Salvador, Julián, Emilio.
Como en gran parte de la historia paraguaya, son las mujeres las que sostuvieron y sostienen a nuestra numerosa y disgregada familia, criando hijos ante las ausencias masculinas -muchas veces dolorosa por guerras, asesinatos, conflictos-. Son nuestras heroínas.
El fin de semana entre junio y julio, los parientes de varias generaciones de Espinoza y Gutiérrez nos hemos reunido en nuestra amada patria chica, el modernizado y ecológico Yhú, para rendir homenaje a estas dos reinas. El pretexto fue el 93 cumpleaños de Tía Hortensia y una previa del cumple 87 de Tía Luisa (que será en agosto). Una fiesta hermosa, familiar y multitudinaria, que permitió conocernos y reconocernos.

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(Las fotos son de Desirée Esquivel).

Parte de la familia Espinoza-Gutiérrez, en la noche de homenaje a las tías.

Luisa Gutiérrez y Hortensia Espinoza, en la calle principal de Yhú.

Plaza y portal de entrada a Yhú, desde San Joaquín.


viernes, 20 de octubre de 2017

Un café con Eduardo Galeano


E
s bueno estar en Montevideo y poder pasar a tomar un café en el Café Brasilero, leyenda viva de la ciudad vieja, con 140 años de vigencia, lugar que el maestro Eduardo Galeano llamaba "mi segunda casa".
Es bueno que la mesa que él siempre ocupaba junto a la ventana esté casualmente disponible y te la puedan dar.
Es bueno sentarse del otro lado, frente a dónde él se sentaba a escribir y entablar un diálogo en silencio, con aroma a café, a letras, a literatura y periodismo comprometidos con la libertad y la justicia, compartir los andares a través de la maravilla real de una América Latina que sigue buscando cerrar sus venas abiertas.
La presencia del gran escritor y periodista permanece en este poblado rincón del Uruguay que nos da constantes ejemplos de humanismo, libertad y progresismo.
Es bueno haber contribuido a recordarlo en ese libro que co-escribimos con varios colegas cronistas de Iberoamérica.
Es bueno brindar ahora y mantener viva la Memoria del Fuego.

¡Salud, maestro... y gracias!
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(Las fotos son de la colega y amiga Marta Escurra y del archivo del Café Brasilero).



sábado, 20 de febrero de 2016

Adiós al maestro que nos ayudó a pensar críticamente


Eco le muestra a Robin el libro envenenado que se usó en la película El nombre de la rosa.


Fue el que en nuestra juventud nos abrió los ojos sobre las trampas del sistema con su polémico ensayo Apocalípticos e integrados.
Por él supimos que existía una rara especialidad académica llamada "semiología"... y que hasta podría no resultar aburrida.
Después decidió ser novelista y nos maravilló con su ópera prima literaria, El nombre de la rosa, donde trasladó a nuestro amado Borges y a nuestros admirados Sherlock y Watson a la biblioteca laberíntica e infernal de un convento medieval, con un alucinante trasfondo de política, religión y misterio. Él nos mostró como podíamos aprender y divertirnos a la vez... leyendo.
Lo fuimos perdiendo un poco detrás del vértigo cambiante de la Era Digital. Le costaba entender este nuevo siglo, tan abrumadoramente tecnológico, y más de una vez disentimos con sus visiones apocalípticas sobre los medios y las redes sociales en internet.
Compartimos también su (nuestra) pasión por el cómic o la historieta. Sus ensayos sobre su compatriota Hugo Pratt y su romántico aventurero, El Corto Maltés, están colocados en nuestro altar mayor.
Más aún cuando supimos que admiraba particularmente la obra de nuestro maestro y compatriota Robin Wood, especialmente al Dago trashumante y justiciero de su pluma que tanto éxito cosecha en Italia, quien lo tuvo como personaje en una de sus aventuras. (La foto es justamente de una visita que le hizo el caazapeño Robin en su estudio de Milán, en donde es fácil imaginar una conversación llena de humor, libros, ironías y admiración mutua).
El año pasado publicó su última novela, Número Zero, en donde nos dedica un punzante y caricaturesco homenaje a los periodistas y a la prensa en general, a través de un escriba mercenario contratado para dirigir un diario que nunca se va a publicar, pero que amenaza a todos con sus escandalosas primicias e investigaciones. Una obra chiquita y por ratos liviana, pero con destellos del mejor Eco.
Ahora El País me cuenta que Umberto Eco se ha muerto en Italia. Quizás sea una broma, una noticia tomada de Domani, ese diario de noticias imaginadas que él imaginó en Número Zero.
¿Saben, que...? No me lo creo.
Seguro que el profesor Eco estará apenas perdido en los laberintos de la biblioteca con su contendiente Jorge y con su amigo fray Guillermo de Baskerville, buscando el ensayo perdido de Aristóteles sobre la risa.
Ellos son los que en realidad saben: stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus...

martes, 13 de enero de 2015

La fotógrafa pilarense que logró "la imagen de la felicidad"




Karen Quintana es la autora de la celebrada foto que muestra a un veterano del Chaco y a su esposa, radiantes de felicidad, al recibir de regalo una vivienda en su cumpleaños número 100. La estudiante de comunicación relata la conmovedora historia humana que vivió detrás de esa imagen.

Por Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman

"Yo ni siquiera tenía lugar desde donde sacar la foto. Llegué tarde y todos los otros colegas periodistas ya estaban ubicados dentro de la habitación, esperando que se desate la cinta de inauguración. Solo quedaba la cama vacía, así que me acosté allí, apunté la cámara y vi las sonrisas de oreja a oreja que iluminaban los rostros de la pareja de ancianos. Apreté el disparador. ¡Era la viva imagen de la felicidad...!".
Así resume Karen Fabiola Quintana el momento mágico que logró capturar con una fotografía, en la que aparecen el ex combatiente de la Guerra del Chaco, José Anacleto Escobar y su esposa, Cayetana Román, en el momento de ingresar a su nueva casa, que le fue regalada por la Gobernación de Ñeembucú, el pasado 5 de enero, el día en que el veterano cumplió 100 años de edad.
La foto fue distribuida a las redacciones de los medios de comunicación desde el Centro de Prensa de la Gobernación, publicada en la mayoría de los diarios impresos y sitios web de noticias, reproducida en un despacho internacional de la agencia EFE, multiplicada por medios internacionales y redes sociales en internet. El periodista Augusto Dos Santos, ex ministro de la Sicom, la calificó como "la mejor foto del inicio del año".
Hasta ahora no se había revelado el nombre del autor o de la autora de la foto. Bastó una comunicación a Pilar para saber que la imagen fue captada por Karen Fabiola, estudiante de periodismo y fotógrafa apasionada, funcionaria del Centro de Prensa de la Gobernación de Ñeembucú.
Cuando finalmente logramos contactar con ella, pudimos acceder no solamente a la versión de cómo se tomó la foto, sino también a la conmovedora historia humana que la fotógrafa pudo vivir, en el proceso de obtener la gráfica.

La casa original, en la que vivía el excombatiente pilarense.

Los últimos ex combatientes Chacoré

"Todo empezó en setiembre de 2014, cuando desde la Cámara de Diputados le encargaron al gobernador de Ñeembucú, Carlos Silva, hacer llegar unas distinciones especiales a los últimos ocho ex combatientes de la Guerra del Chaco que todavía estaban vivos, en todo el departamento de Ñeembucú", relata Karen.
Ella, como funcionaria del Centro de Prensa, es quien habitualmente acompaña al gobernador para documentar las actividades oficiales, tomando fotos y escribiendo reportes, y le tocó viajar en una gira que abarcó varias localidades del interior del departamento, como Mburicá, Laguna Itá, Isla Umbú, Mayor Martínez y finalmente, Pilar.
"Cuatro de los veteranos vivían en localidades remotas y los otros cuatro en barrios de la capital departamental. Encontramos que la mayoría vivían en buenas condiciones, hasta que llegamos a la casa del señor José Anacleto Escobar, en el barrio Obrero de Pilar, donde la situación que encontramos nos causó mucho dolor en el alma", cuenta.
El héroe del Chaco, entonces a punto de cumplir 100 años de edad, vivía con su esposa en una casa de ladrillos sin revocar, con piso de tierra, con un techo muy bajo y deteriorado, con paredes que transmitían mucho calor y humedad.
"Estaban almorzando un guiso blanco, muy pobre. Todo ese cuadro que encontramos nos conmovió demasiado. Entonces el gobernador se le acercó a la señora Cayetana, ya que don Anacleto tiene problemas de audición, y le preguntó si aceptaría que la Gobernación le ayude a construir una nueva casa. Ella le dijo que solo su marido podía decidir eso, entonces le hizo la misma pregunta en voz alta, para que pueda entender, y el veterano le miró desconfiado y le dijo en guaraní: 'Si ustedes van a hacer, está bien, porque yo no tengo ningún recurso'", recuerda Karen.
En seguida, el gobernador dio instrucciones a sus colaboradores para que busquen recursos y se dé inicio a la obra. La idea era que la casa pudiera estar terminada para la Navidad, pero hubo atrasos y finalmente se pudo hacer la entrega el día del cumpleaños de don Anacleto, que para mayor simbolismo cumplía un siglo de vida el 5 de enero.

Karen Quintana, la fotógrafa y estudiante de comunicación que obtuvo la ahora famosa foto, 
Sonrisas que trascendieron fronteras

"Desde el principio, el ex combatiente se mostró desconfiado, parecía que no creía mucho en las autoridades y en los políticos. Recién cuando empezó a ver que se levantaban las paredes, empezó a decir 'cierto ningo ra'e' (es verdad, había sido)", relata Karen.
La nueva casa fue construida en el terreno propio de la familia, al lado de la vivienda original, que se mantiene intacta. La construcción es de paredes de ladrillo y concreto, con pisos de cerámica, incluyendo un baño moderno y un sistema de aire acondicionado. La gobernación les proveyó además de una nueva cama y un ropero, entre otros equipamientos.

La nueva casa que le regalaron a don Anacleto, al cumplir 100 años de vida
"El día del cumpleaños se le hizo una verdadera fiesta a don Anacleto y a su esposa. Se les llevó una serenata con un conjunto musical, que entonó canciones patrióticas como 13 Tuyutí y Che la Reina. La pareja estaba radiante de felicidad, se les veía reír y llorar de alegría, en todo momento", cuenta la fotógrafa.
Ella tuvo que estar pendiente de varios momentos del acto y cuando llegó el momento de cortar la cinta, para que la pareja ingrese a su nueva casa, Karen se metió antes al interior, donde ya estaban varios otros fotógrafos y periodistas preparados con sus cámaras para documentar el momento.
Cuando ingresó, vio que sus colegas ya habían ocupado todos los mejores sitios desde donde tomar la foto. Fue entonces cuando vio que solo quedaba el lugar donde estaba la nueva cama de la pareja. Sin dudarlo, se descalzó, se acostó allí con su cámara apuntado hacia la puerta.
"Tras desatar la cinta, don Anacleto y doña Cayetana se dieron un beso, lo que llamamos 'un piquito', ante los aplausos y las risas de todos. Yo no pude fotografiar ese momento, por la posición incómoda en que estaba, pero sí pude captar el instante posterior, cuando los dos se miraron a la cara y se mataron de risa de su propia travesura y de su gran felicidad. Esa fue la escena que quedó inmortalizada y que al parecer gustó mucho a la gente", narra.
La foto se publicó en varios periódicos y sitios web del mundo, incluyendo el prestigioso diario estadounidense The New York Times.
Karen tiene 28 años de edad, es mamá de un niño precioso de dos años y se considera una "aficionada" del periodismo y la fotografía, que empezó haciendo locución en la legendaria emisora de Pilar, ZP 12 Radio Carlos Antonio López. Fue redactora de medios digitales y hoy comparte en el Centro de Prensa de la Gobernación con su jefe, Andrés Villalba y su compañera, Alejandra Acosta, mientras se prepara para cursar el segundo año de la carrera de Comunicación para el Desarrollo en la Universidad Nacional de Pilar.
"Hice cursos de fotografía, pero quiero seguir aprendiendo. Nunca creí que esa foto iba a tener tanta repercusión, incluso a nivel internacional. Tuve la suerte de poder captar un momento muy especial de dos personas que se aman, que han vivido con muchas privaciones y que ahora, en el final de sus vidas, se sienten felices por el regalo y el reconocimiento que reciben. Me gusta compartir esa felicidad", afirma.
De los ocho ex combatientes que quedaban vivos en Ñeembucú, uno de ellos ya ha fallecido recientemente. Otro de ellos, Antonio Veloso, de 99 años de edad, próximamente también recibirá de regalo por parte de la Gobernación de Ñeembucú de un sistema de aire acondicionado en su vivienda de Kambakuá, Isla Úmbu.
La foto, publicada en el diario The New York Times.

jueves, 24 de julio de 2014

Tati vuelve al Ycuá Bolaños: “Aquí me iluminan 400 ángeles”

 
Tatiana Gabaglio, diez años después, se enfrenta a los recuerdos en el Supermercado incendiado, del que apenas salió con vida.
Tatiana Gabaglio tenía solo 7 años cuando el mundo se le cayó encima. Perdió una pierna y mucho más en el incendio del Ycuá Bolaños. Diez años después, ella regresa al local, en un viaje interior sobre lo mucho que la vida le quitó y le dio a la vez. 


#CrónicasDeLaMemoria

Por Andrés Colmán Gutiérrez  
@andrescolman


Hace diez años era domingo y había música en el aire. Había gritos, risas, ruido: el eco de las voces de mucha gente haciendo compras. Tati era entonces una niña de 7 años, a quien su vecina invitó a dar un paseo hasta el Supermercado Ycuá Bolaños, a unas siete cuadras de su casa, en el barrio Trinidad de Asunción.
Ese domingo 1 de agosto de 2004 era la primera vez que Tati iba a conocer el moderno y gran local comercial por dentro. La niña tenía los ojos de quien descubre un nuevo mundo. No sabía que, en pocos minutos más, ese alegre paseo dominguero se transformaría en un verdadero viaje al infierno. Una pesadilla que cambiaría su vida para siempre.
Ahora es jueves, diez años después de aquel fatídico domingo, y Tatiana Judith Gabaglio Rodríguez se ha convertido en una bella y esbelta jovencita de 17 años, que regresa a aquel siniestro edificio, esta vez con los ojos nublados de dolor y de tristeza.
Una prótesis reemplaza a su pierna derecha, pero no le impide subir entre los escombros de las escaleras con agilidad y decisión, hasta llegar a la entrada de lo que alguna vez fue el gran salón de ventas, y que ahora es solamente un lúgubre espacio vacío ennegrecido, cubierto de humedad y de trágicos recuerdos.
Tati se queda parada allí, mirando el sombrío paisaje, seria y callada. De pronto la vemos estremecerse, sobresaltada por un escalofrío.
-¿Miedo..? – le pregunto.
-No, no es miedo –responde–. Son los recuerdos. Aquí, no tengo miedo. Aunque este lugar se vea muy oscuro y siniestro, yo aquí encuentro mucha luz. Aquí me iluminan 400 ángeles...

El horror de aquel día...

En estos diez años desde el incendio del Ycuá Bolaños, Tatiana ha contado su historia una y otra vez, pero su más crudo relato es la que ella misma escribe, con la pasión por las letras que se le ha ido despertando en este proceso:
"Eran aproximadamente las 11:25 de aquel 1 de agosto, cuando escuchamos una gran explosión proveniente del restaurante del Supermercado. En el mismo instante, comenzamos a correr, agarradas de las manos con mis vecinas", recuerda.
Ella cuenta que empezaron a escucharse estallidos, como de disparos de ametralladora. Era el cielorraso del local, que se desplomaba sobre la multitud, mientras el intenso calor del fuego se aproximaba.
"La luz se apagó. Una tempestad de fuego cubrió todo el lugar, seguido de una humareda espesamente oscura y fatalmente tóxica. En medio resonó una voz que decía: "¡Cierren las puertas, la gente está robando...!", narra Tati.
La niña cayó al piso, cerca de una góndola de productos, no muy lejos de la puerta de salida. Se acomodó allí, cubriéndose la cara para que no la alcance el fuego. Alrededor todo era caos, corridas, gritos, llanto, confusión, choques, personas tosiendo a causa del humo. Se escuchaba el fuerte ruido del crepitar de las llamas.
"Yo insistía en levantarme y no podía. El cielorraso caído había envuelto mi pierna derecha. Era algo caliente y pesado, que no me permitía ponerme de pie. Con mis ojos llenos de lágrimas, me enfrentaba al fuego, absolutamente sola, como muchos. Veía a familias enteras, tomadas de las manos, víctimas de la desesperación...", relata.
Tati dice que no lograba entender la magnitud del horror, debido a su corta edad, pero en ese momento entendió claramente que no iba a conseguir salir, y que se iba a morir, igual que muchas de las personas cuyos cuerpos se iban amontonando alrededor suyo.
"Escuchaba los gritos de las personas que estaban cerca de mí, y pensaba que ya no viviría para contar lo sucedido, que mi mundo terminaría a tan solo 7 años de edad", admite.
En un momento, sepultada por los escombros ardientes y por varios cuerpos de personas muertas o desmayadas, Tati se dio por vencida y se despidió internamente del mundo y de la vida.

"¡Papá, dame agua, por favor...!"

Fue entonces cuando algo especial sucedió.
"De pronto, alguien se me apareció. Era un ángel: mi tío, que había sido asesinado por unos delincuentes en el año 2001. Él me daba fuerzas, me decía que no pierda la esperanza, que yo saldría de ese lugar, que alguien me rescataría", rememora.
A los pocos minutos de esa misteriosa o milagrosa aparición, Tatiana sintió que una mano humana se abría paso entre los escombros y que unos potentes brazos tomaban su cuerpecito golpeado y la retiraban de allí.
Era el suboficial inspector Edgar Bogarín Duarte, bombero de la Policía Nacional, uno de los varios rescatistas que habían ingresado con mucho coraje en medio del incendio, para ayudar a salir a las personas atrapadas que aún estaban con vida.
Tatiana recuerda que, al sentir que el hombre la rescataba, ella le imploró, con un hilo de voz:
-¡Papá, dame agua, por favor...!

La pequeña Tati, con el bombero Edgar Bogarín, que la sacó de en medio del incendio y le salvó la vida.
"Yo tenía mucha sed, mi garganta se encontraba seca. El bombero me dirigió al boquete de salida, rápidamente me acostó en una camilla y me metió dentro de una ambulancia. En todo momento, el bombero que me había salvado estuvo a mi lado, me llevaron al Sanatorio Santa Bárbara, que se encontraba a dos cuadras del lugar. Allí intentaron quitarme el plástico que tenía adherido a mi pierna derecha, pero no lo lograron", cuenta Tati.
De allí, fue trasladada al Hospital Bautista, donde la ingresaron al quirófano y amaneció en la Unidad de Terapia Intensiva. Todo ese tiempo ella se mantuvo lúcida, consciente de lo ocurrido.
"A los siete días del incendio, a mi madre le dieron la noticia más dolorosa: tenían que amputarme la pierna derecha, para que yo pueda continuar con vida, debido a la infección y las quemaduras de tercer grado que me habían provocado las llamas", rememora.

El desafío de vivir, después del horror.

El incendio del Supermercado Ycuá Bolaños, la mayor tragedia en la historia contemporánea del Paraguay, dejó un saldo de 400 muertos, 365 sobrevivientes, 206 huérfanos, unas 5.000 familias afectadas de manera directa y todo un país en shock ante lo ocurrido.
Para quienes lograron sobrevivir, como Tati, las experiencias más duras, además de tratar de curar las heridas físicas de las quemaduras, fue buscar sanar las heridas profundas que el fuego les dejó marcadas en el alma. Fue el desafío de aprender a vivir, después del horror.
"En los primeros tiempos tenía que desenvolverme con muletas y silla de ruedas. No me gustaba para nada la idea, detestaba estar así. Pateaba a los médicos y a las enfermeras, no quería saber nada. Odiaba la vida luego de la tragedia", reconoce Tatiana.
Lo que más le dolía eran las burlas de los otros niños, al ver que ella no tenía una pierna, o la insensibilidad de mucha gente ante lo que le había sucedido. Tati llegó a no querer seguir viviendo antes que andar por la vida mutilada y con el peso de tanta tragedia, pero el cariño de sus familiares, de tantos otros sobrevivientes del Ycuá Bolaños y de muchos profesionales y personas solidarias le dieron fuerzas, le contagiaron ánimos y esperanzas para sobreponerse.
Fue un largo proceso de recuperación y rehabilitación física, pero principalmente sicológica, siempre incansablemente acompañada por su mamá Judith y por su mamá del corazón, la sicóloga Carmen Rivarola Mas, dirigente de la Coordinadora de Víctimas del Ycuá Bolaños, hasta que en octubre de 2005, Tatiana recibió la primera prótesis que sustituiría a su pierna derecha amputada, y que le permitió volver a caminar paulatinamente, hacer ejercicios y practicar deportes.
La sobreviviente del Ycuá Bolaños aprendió a movilizarse con su pierna artificial, sin complejos y con mucha agilidad.
La sobreviviente del Ycuá Bolaños aprendió a movilizarse con su pierna artificial, sin complejos y con mucha agilidad.
Ahora Tatiana es toda una campeona. Cursa su último año de secundaria en el Colegio Técnico Javier, donde llegó a ser presidenta del Centro de Estudiantes. Juega al básquet, anda en bicicletas, practica artes marciales (jiu-jitsu) y está en proceso de convertirse en bombera voluntaria, como brigadista de la Tercera Compañía de Bomberos Voluntarios del Paraguay, evidentemente inspirada en aquel hombre que le salvó la vida hace 10 años, pero también en los muchos otros rescatistas que dieron todo de sí para evitar que las muertes de aquel fatídico domingo sean mucho mayor.
La prótesis la debe renovar aproximadamente cada seis meses, a medida que va creciendo, y es toda una lucha enfrentar a la burocracia de las instituciones del Estado paraguayo para poder obtenerla, por su elevado costo, pero Tati ha aprendido a ser insistente, a reclamar y a denunciar, a utilizar las redes sociales y los medios de comunicación.
En todo este tiempo, ella se ha convertido en una dinámica luchadora social y activista de los derechos humanos, dirigente de la Federación Nacional de Estudiantes Secundarios (Fenaes), incansable batalladora contra toda injusticia, aunque en su corazón sabe que en la causa de la que ella fue víctima directa, nunca se hizo justicia verdadera.
"Las penas que impuso el sistema judicial en el caso Ycuá Bolaños son muy pocas para tantas muertes, para tanta insensibilidad ante las vidas humanas. Y lo más terrible es que este cruel sistema social materialista, que prefiere cerrar las puertas para no perder dinero, aunque se pierdan 400 vidas, continúa intacto", dice ella, con un eco de tristeza.
Tatiana, practicando a ser bombera voluntaria en la Tercera Compañía. Quiere ser como quien la salvó.
Renacer, como el Ave Fénix.

La entrevista ha concluido y Tatiana desciende del muro que hemos utilizado como improvisado asiento. Su agilidad y su equilibrio son asombrosos. Vuelve a recorrer con la vista el negro espacio vacío que alguna vez fue un amplio salón comercial poblado de voces y de risas, y por un momento una sonrisa ilumina su rostro.
"He aprendido a renovar esta vida que Dios me regaló. Volví a nacer de las cenizas, como un Ave Fénix. Aprendí que la vida vale la pena, que tener una prótesis nunca debe ser impedimento para lograr las metas que nos proponemos. Una debe ser optimista ante todo y hacerle frente a la vida, a pesar de las dificultades", dice Tati, echando una última mirada a ese oscuro lugar, que de pronto aparece inundado de luz.

Será la luz de los 400 ángeles...