jueves, 6 de agosto de 2009

La reivindicación de Alberto Rodas


La fría noche del cálido recital de Silvio Rodríguez en Asunción trajo emociones desbordadas, lágrimas nostálgicas y deliciosas sorpresas. Entre ellas la invitación que hizo el trovador cubano al cantautor paraguayo Alberto Rodas para subir al escenario y cerrar el concierto.
El prócer mayor de la Nueva Trova pensaba dedicar “Unicornio” a los desaparecidos durante la dictadura stronista (se la dedicó a las víctimas del Ycuá Bolaños), pero admitió que tras enterarse de que “un gran cantautor paraguayo” había compuesto una hermosa música sobre el tema, prefería que la cante él.
Fue un broche de oro inesperado, que el público aplaudió y acompañó connmovido, coreando desde el alma esos versos que remueven tanta historia personal y colectiva.
Estaba previsto que sería la noche de gloria de nuestro gran Ricardo Flecha, invitado especial a abrir el concierto de Silvio, y resultó grato verlos cantar juntos “Pequeña serenata diurna”, con los versos traducidos al guaraní. Pero lo de Rodas fue una alegría extra, por la justa reivindicación de uno de los creadores más brillantes de la canción paraguaya contemporánea, que, por diversas y complicadas razones, últimamente se movía en el limbo de la marginalidad, el olvido o la indiferencia.

Pequeño gran Alberto
Nacido en Fernando de la Mora, en enero de 1964, hijo de un dirigente sindical de la Línea 26, Alberto Rodas conoció el rostro dictatorial desde niño, cuando su familia migró a Buenos Aires, huyendo de la represión.
De regreso en los años 80, trajo consigo el rebelde gen rockero, sumando su juvenil aporte creativo a bandas como Faro Callejero o Pro Rock Ensamble. En los festivales contestatarios tomó contacto con grupos del Nuevo Cancionero y sus temas despertaron la atención por la calidad de sus letras y músicas.
Más de una docena de discos grabados y cerca de un centenar de canciones forjaron la identidad de uno de los más logrados compositores de las dos últimas décadas. “¿Donde están?”, su obra más difundida, se convirtió en himno de la lucha por los derechos humanos. La BBC de Londres la utilizó como banda sonora de un documental sobre los desaparecidos en América Latina.
Pero el éxito no acompañó en igual proporción a la carrera del artista. Su problemática y a veces inestable personalidad, sumado a sus radicales posturas de rebeldía anti-sistema, las limitaciones interpretativas de su voz cada vez más desgarrada, no le hicieron fácil mantenerse en el duro y cruel ámbito del mercado musical.
Últimamente era común hallarlo en la mesa de un bar, pasado de revoluciones, metido en alguna pelea contra el mundo, como si algún dolor muy grande no le dejara ser plenamente feliz. O cruzarse con él en la calle, sin dinero para el ómnibus. Quién diría que ese hippie sobreviviente, al que muchos califican con tanta ligereza de “loco”, es el mismo que te eriza la piel de ternura al contarte la historia del pequeño Adrián, el bebé nacido en la Cárcel de Mujeres. (“Yo quiero un firmamento nuevo para vos, de pan y libros, para que sepan quien sos…”).
El jueves pasado, durante el encuentro entre Silvio Rodríguez y los cantautores paraguayos en el Teatro Municipal, estos reivindicaron solidariamente a su malogrado colega ante el trovador cubano, cantando todos a viva voz los versos de “¿Dónde están?”.
La magia del arte hizo lo demás. El sábado 1 de agosto, a la mañana, durante los actos conmemorativos del Ycuá Bolaños, Ricardo Flecha le transmitió un apurado mensaje a Rodas. Y en pocas horas más, con la voz quebrada ante el frío viento de la historia, Alberto cantó de cara al futuro, en el justiciero escenario de Silvio:

¿Dónde están?, preguntan los panfletos
¿Dónde están?, insisten los recuerdos,
¿Dónde están?, cual grillos del camino,
¿Dónde están? ¿Dónde se habrán ido?


Esa noche el cielo estaba nublado. Pero, aún así, fue posible advertir que aquellos huesos convertidos en estrella brillaban con una cegadora claridad.