sábado, 4 de febrero de 2017

Paraguay, el paraíso perdido



Por Andrés Colmán Gutiérrez

“…ese Paraguay que el diccionario Larousse, de acuerdo con Le Bottín, califica de Paraíso Terrestre, pero bien sé que no he terminado de buscarlo, que lo buscaré siempre, que buscaré siempre esa ruta perdida, borrada de la memoria de los hombres”.

Esto escribía el novelista francés Georges Bernanos, en un artículo aparecido en la revista Sur, en Buenos Aires, en 1938.
Augusto Roa Bastos asegura que el autor de Los grandes cementerios bajo la luna, quien vivió un tiempo en Brasil, estuvo en el Paraguay buscando su propia “ruta perdida”, “borrada de la memoria de los hombres”.
Otras grandes figuras de la historia o de la intelectualidad universal también anduvieron por el Paraguay buscando su propia Isla de la Utopía: Aimé Bonpland, José Gervasio Artigas, Rafael Barrett, Viriato Díaz Pérez, Guido Boggiani, Josefina Plá, Branislava Susnik…
Pero las experiencias más fascinantes fueron las de grupos humanos que se embarcaron en verdadera odiseas, soñando con encontrar en este rincón del corazón sudamericano su aldea utópica, su paraíso terrenal.

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Existen sobre todo dos experiencias históricas que se desarrollaron casi en la misma época, al final de la Guerra de la Triple Alianza, marcada por utopías de signos ideológicos muy distintos, pero con características muy similares y con parecidos resultados.

** La primera experiencia utópica es la de Nueva Germania, en el actual Departamento de San Pedro, hasta donde llegó en agosto de 1887 una expedición de unas 15 familias alemanas, lideradas por el docente y escritor antisemita Bernhard Förster, junto con su esposa Elisabeth Förster-Nietzsche, hermana del gran filósofo alemán Friedrich Wilhelm Nietzsche. El sueño de la pareja era crear la primera comunidad puramente aria fuera de Alemania, no contaminada por la influencia judía, para demostrar la supremacía blanca, un proyecto considerado pre-nazi, que se anticipaba a los del propio Adolf Hitler.
La experiencia no pudo cuajar, por varias razones: la dureza de la naturaleza que encontraron, los rigores del clima, la resistencia de la mayoría de los demás colonos a cumplir las prohibiciones de Förster de integrarse con los nativos, el despotismo del principal líder… Elizabeth regresó a Alemania y Bernhard acabó suicidándose en San Bernardino. Los demás colonos acabaron integrándose con los paraguayos…

** La segunda experiencia utópica es la de Nueva Australia, en la zona de la actual Nueva Londres, muy cerca de Coronel Oviedo, Departamento de Caaguazú, hasta donde llegó en octubre de 1893 (apenas 6 años después de la llegada de los alemanes a Nueva Germania), una expedición de 220 australianos y algunos británicos, liderados por el periodista y dirigente laborista William Lane, que viajaron hasta Montevideo en el buque Royal Tar, de donde siguieron por otros medios hasta el Paraguay. El sueño de Lane y sus seguidores era crear la primera comunidad puramente socialista en América Latina, una sociedad igualitaria de propiedad en común.
La experiencia no pudo cuajar, por varias razones: la dureza de la naturaleza que encontraron, los rigores del clima, la resistencia de la mayoría de los demás colonos a cumplir las prohibiciones de Lane de integrarse con los nativos, el despotismo del principal líder… Finalmente, tras varios conflictos, Lane y un grupo de 64 personas se separaron y formaron otra comunidad, Colonia Cosme, en Caazapá. En el segundo grupo de pioneros que llegó a Cosme estaba la poetisa Mary Cameron, quien se casó en Paraguay con unos de los colonos, de apellido Gilmore, y tras regresar a Australia se volvió una de las mayores escritoras de dicha nación, toda una celebridad conocida como Dame Mary Gilmore, cuyo rostro está estampado por los billetes de diez dólares australianos. De los descendientes de ese grupo inmigrante surgieron grandes intelectuales paraguayos, como el antropólogo León Cadogan y el escritor de cómics Robin Wood.

Entrada a Nueva Australia, en el distrito de Nueva Londres, Caaguazú.

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En estos días, aprovechando nuestras vacaciones en el diario, estuvimos recorriendo de nuevo lo que quedó de aquellos proyectos utópicos (tan diferentes, pero tan iguales) en Nueva Germania y en las actuales Nueva Australia/Nueva Londres, recabando datos para un proyecto periodístico en libro que se titulará Los perseguidores del Paraíso, que además unirá en un mismo hilo conductor el mito guaraní de la búsqueda del Yvy Maraney (la Tierra sin Mal), el proyecto del entonces agitador social y botánico suizo Moisés Santiago Bertoni, junto a su propia familia y otras 40 familias de agricultores suizos, que el 3 de marzo de 1884 (antes que los alemanes y australianos) se embarcaron en el vapor “Nord América”, impulsado por dos de los mayores pensadores del socialismo anarquista, Elisée Reclús y Piotr Kropotkin, para establecer la primera colonia anarquista en América Latina, en unas tierras obtenidas en Santa Ana, en la actual pronvicia de Misiones Argentina.
La dureza de la naturaleza, los rigores del clima y el continuo ataque de bandoleros frustraron también ese proyecto y Bertoni se quedó solo con su familia, se refugió en Paraguay y acabó transformando su utopía en una gesta científica y familiar en la Colonia Guillermo Tell, en la actual Puerto Bertoni, a orillas del río Paraná, al sur de Ciudad del Este.

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También incluiremos la odisea de los colonos menonitas que llegaron como refugiados al Paraguay en 1927, tras huir del régimen soviético y se establecieron en el entonces inhóspito Chaco Central, donde establecieron una verdadera isla utópica, con sistemas de trabajo, producción y convivencia basados en sus ideas religiosas, que durante varias décadas permanecieron cerradas al resto del país. Aunque actualmente se han integrado mucho más, han perdido parte de su esencia utópica, pero han logrado un gran potencial económico y productivo.

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Finalmente, en un plano más cercano en la historia, contaremos la historia de la colonia San Isidro de Jejuí, fundada bajo inspiración de las Ligas Agrarias Cristianas, en los años 70, en plena época de la dictadura stronista. La comunidad tenía el proyecto utópico de “vivir como hermanos” y producir en común, compartir la propiedad colectiva de la tierra y poner en práctica la caridad cristiana, en la línea de la Teología de la Liberación y de las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs). Fue asaltada por un escuadrón militar el 8 de febrero de 1975, los pobladores fueron apresados y torturados, y las tierras entregadas a un primo del dictador. Cuatro décadas después, los propietarios recuperaron su tierra y retomaron el truncado proyecto social.

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Primeros colonos en Nueva Germania.
La idea de este libro en gestación es establecer un contraste entre lo que fue y lo que es.
Buscar qué quedó de todo aquello, ¿qué ha muerto y qué permanece vivo en la memoria de quienes descienden de los protagonistas?
De alguna manera quizás podamos descubrir o demostrar juntos que las utopías pueden ser también de distintos colores y pensamientos: pre-nazis, socialistas, anarquistas, protestantes, cristianas, políticas, religiosas… pero siempre resultan movilizadoras.
Las utopías pueden estar equivocadas, pueden fracasar, pueden transformarse por el contraste entre teoría y realidad, pueden reinventarse… pero siempre son necesarias, y son las que nos construyen y sostienen a lo largo del tiempo, de la geografía y de la historia.
Y este Paraguay nuestro, aún con todos los signos del infortunio y la desesperanza, ha sido y sigue siendo un territorio fértil para la construcción de las muchas “Islas de la Utopía”, a través de esa “ruta perdida”, “borrada de la memoria de los hombres”, que decía Bernanos, pero que sin embargo sigue aquí… aún en estos tiempos que parecen tan confusos o retardatarios.
Así que… Los perseguidores del Paraíso estará muy pronto con ustedes, también acompañado con algunos documentales en video que Desireé Esquivel me está ayudando a componer.

¡Nos vemos…!