Este es el texto de mi última columna publicada en Última Hora el pasado domingo 15 de noviembre, en la que me despedí de los queridos lectores y las queridas lectoras de ese gran medio periodístico, texto que ahora se aloja también en el blog.
A partir de ahora, hasta que podamos concretar un nuevo sitio periodístico digital emprendedor, me podrán seguir en las redes sociales y en este blog, que muy pronto reactivaré con más asiduidad, para compartir reflexiones, inquietudes, novedades, en un tono y con un enfoque mucho más personal, pero con el estilo habitual. También me propongo compartirles algunos videos con diálogos sobre temas que puedan ser de interés, desde esta misma plataforma y mi canal de Youtube.
No dejaremos de estar en contacto. ¡Muchas gracias
por los muchos mensajes de saludos y aliento en esta nueva etapa!
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Queridas lectoras, queridos lectores:
No es fácil decir adiós. No es fácil dejar atrás todo lo que nos ha unido en este espacio periodístico semanal durante cuatro décadas, pero ha llegado el momento de cerrar el ciclo. Les agradezco de corazón los mensajes y las certeras señales de que siempre han estado allí, al otro lado de las páginas o de las pantallas, haciendo posible este encuentro vital.
No es fácil dejar esta legendaria Redacción que me recibió cuando era solo un rebelde adolescente recién llegado de la frontera. Recuerdo aquella tarde de 1980, cuando Pedro Justino Macchi, jefe de Redacción de Última Hora, invitó a este aprendiz de 19 años de edad a ser uno de los columnistas elegidos para la nueva página de opinión de los sábados, desafiando a las imposiciones de la dictadura. En aquella primera época tuve a destacados vecinos de sección: Aníbal Saucedo Rodas, Pepe Costa, Nicanor Duarte Frutos, Ana Iris Chávez de Ferreiro, Toni Carmona, Gustavo Arroyo Ligier, Víctor Benítez y tantos que hoy ya no andan por aquí. Soy quizás uno de los últimos sobrevivientes de esa era de periodismo analógico, bohemio y soñador, amasado a golpes de máquina de escribir y de tertulias al cierre de la edición.
Tantos episodios se arremolinan en la memoria. En 1995, el hijo del Rey de la Marihuana de Capitán Bado, Ramón Morel, me pasó un fajo de dólares para cubrir “mis gastos”. Le dije que no, gracias. La entrevista que me concedió en la clandestinidad era mucho más valiosa. En 2002 publiqué una serie sobre los escuadrones de la muerte en la frontera con Brasil. Me llegó un sobre con una bala 357 Magnum, que llevaba mi nombre escrito. La tengo bien guardada, cual amuleto de la suerte.
Tuve el privilegio de cubrir la muerte del ex dictador Alfredo Stroessner, en Brasilia. La alegría de encontrar vivo al desaparecido periodista Kike Galeano, en São Paulo. El lujo de entrevistar a gente como Joan Manuel Serrat, Caetano Veloso, Lula da Silva, Isabel Parra, Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff, Rubén Blades, Eduardo Galeano. La osadía de llegar al corazón del narcotráfico y el crimen organizado, de radiografiar las muchas formas de corrupción que corroen al Paraguay, pero también el placer de contar las maravillas del otro país: la revolución de la limpieza en Atyrá, la experiencia de salud comunitaria en Fram, los fuegos mágicos de Tañarandy.
Esta es mi última columna “al otro lado del silencio”. Cumplo 60 años de edad y me corresponde acceder a la jubilación. Concluye mi relación laboral con Última Hora, aunque sé que siempre será mi hogar periodístico, parte de mi vida y mi trayectoria profesional. Me hace feliz ver a colegas jóvenes, hombres y mujeres, tomando la posta de nuestra valiosa tarea.
Me tomo un descanso sabático, pero más temprano que tarde estaré otra vez junto a ustedes, con la publicación de nuevos libros, con guiones para películas, con obras de teatro, con álbumes de cómics y probablemente con un nuevo sitio digital periodístico emprendedor, que refleje las actuales tendencias de la comunicación social.
Muchas gracias a todos y a todas por haberme acompañado en este largo y fructífero camino, en donde cuestionamos al viejo orden autoritario y sembramos las semillas para un país mejor.
Aguyje. ¡Jajohecha peve!
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