sábado, 23 de marzo de 2013

Crónica del asesinato de un vicepresidente



El vicepresidente de la República, Luis María Argaña, uno de los últimos grandes caudillos del Partido Colorado, fue asesinado el 23 de marzo de 1999 en Asunción, generando la mayor movilización ciudadana, conocida como el Marzo Paraguayo, que terminó ocasionando la caída del gobierno de Raúl Cubas. Fue el mayor crimen político en la era democrática. El principal adversario de Argaña, el general Lino Oviedo, fue implicado como el presunto autor moral, pero finalmente resultó absuelto por la Justicia, que no pudo -o no quiso- determinar quien fue el responsable del ajusticiamiento. Una densa historia de intrigas y violencia política que conmocionó a todo el Paraguay. 


Por Andrés Colmán Gutiérrez
@andrescolman

Eran alrededor de las 8.35 de la mañana, del día martes 23 de marzo de 1999, cuando la camioneta Nissan Patrol, color rojo, del entonces vicepresidente de la República, Luis María Argaña, se dirigía desde el barrio Carmelitas de Asunción a su despacho en el centro de la ciudad.
Adelante iban el chofer, Víctor Barrios Rey, y su custodio asignado, el suboficial de policía Francisco Barrios González.  Al tomar la calle Diagonal Molas, a unos  40 metros antes de alcanzar Venezuela, un auto Fiat Tempra, de color verde oscuro, le cerró el paso.
Dos hombres descendieron del interior, mientras un tercero permanecía al volante, con el vehículo en marcha. Hay testigos que mencionan a un cuarto hombre.
El primero portaba una escopeta calibre 12. El otro hombre llevaba armas cortas y granadas de mano. Ambos tenían el pelo corto e iban vestidos con ropas militares.
“Eran uniformes para para’i, tenían camisas de mangas largas, desprendidas, tenían la remera larga debajo, botas, cinturón verde, las granadas de mano colgaban de su cintura. Eso me llamó la atención, la forma en que se bajaron, porque se bajaron rápido y ya corrieron hacia la camioneta y comenzaron a disparar los dos…”, declaró Aurelio Arguello Enríquez, copropietario de una carpintería en el lugar, ante la Comisión Bicameral de Investigación.

EL ATAQUE. El que llevaba la escopeta  se colocó en frente, levantó el arma y apuntó al parabrisas. Los perdigones atravesaron el vidrio y parte del fuselaje del capó, dejando varios agujeros, pero el parabrisas permaneció entero.
El otro atacante disparó con la pistola automática. Los proyectiles impactaron de lleno en el cuerpo del guardaespaldas Francisco Barrios González, quien pudo extraer su arma pero ya no alcanzó a contraatacar. El chofer Barrios Rey resultó herido en el rostro, pero no perdió el sentido.
“¡Agáchense, hay que salir de acá…!”, gritó Argaña desde el asiento trasero, según relató el chofer Barrios, quien reaccionó  poniendo la palanca de cambios en reversa y oprimió el acelerador. La camioneta retrocedió algunos metros a gran velocidad, giró en forma lateral y se incrustó contra la muralla de una casa vecina, quedando varada.
El chofer abrió la portezuela y echó a correr hacia atrás, metiéndose al patio de una vivienda vecina.
El segundo atacante se aproximó a la ventanilla trasera, que ya estaba rota. Según se detalla en la reconstrucción, el sicario metió la mano con un revólver 38 por el agujero de la ventanilla y apuntó al cuerpo. Argaña levantó el brazo como para intentar proteger su rostro. La primera bala lo golpeó en el antebrazo. Otros dos proyectiles le alcanzaron en el pecho. El vicepresidente cayó tendido sobre el asiento. Allí recibió el cuarto y último disparo, la bala mortal que le ingresó en la espalda, le destrozó un riñón y llegó hasta el corazón.

POLVORÍN. Aunque posteriormente varias versiones buscaron sostener que Argaña ya había muerto la noche anterior y que en la camioneta solo viajaba el cadáver, su hijo mayor, Félix Argaña, asegura que su padre llegó a realizar varias llamadas desde su teléfono celular esa mañana, una de ellas a su hijo Jesús, a quien le dejó un mensaje grabado.
El magnicidio fue la mecha que terminó de encender el polvorín político en que se había convertido el país, con la emergencia del general Lino Oviedo como aspirante a la presidencia de la República.
Condenado a diez años de cárcel por un intento de golpe de Estado contra el presidente Juan Carlos Wasmosy, en abril de 1996, Oviedo había sido liberado por su socio político, el presidente Raúl Cubas, en agosto de 1998, con un decreto que fue desautorizado por la Corte Suprema de Justicia. Un pedido de juicio político contra el mandatario aguardaba su tratamiento en la Cámara de Diputados, cuando se produjo el asesinato.
La indignación ante el crimen motivó la concentración de miles de ciudadanos en las plazas del Congreso, exigiendo la renuncia de Cubas y cárcel para Oviedo. Los oviedistas también movilizaron a sus partidarios y se produjeron enfrentamientos durante seis días, que mantuvieron en vilo al país.
En la noche del 26 de marzo, francotiradores dispararon con armas de fuego desde las sombras, dejando un saldo de 8 jóvenes muertos y más de 700 heridos. La conmoción provocó la renuncia del presidente Raúl Cubas y la huida de Lino Oviedo fuera del país. Asumió la presidencia el titular del Congreso, Luis González Macchi.

PROCESO INCIDENTADO. La investigación sobre el asesinato de Argaña adquirió desde el principio un fuerte tinte político, que echó sombras sobre la eficacia de la Justicia. La aparición de un testigo falso, Gumercindo Aguilar, que incriminó a diversas personas sin muchos fundamentos, arrastró el caso hacia un pantanal jurídico.
Pero aparecieron pruebas más sólidas. El hallazgo de Héctor Rudi Monges, el vendedor del auto Fiat Tempra usado por los sicarios, permitió dar con el comprador, Costantino Rodas.
La comprobación de las llamadas hechas desde su teléfono celular, a los pocos minutos del asesinato de Argaña, permitió conectar con otros sospechosos: Pablo Vera Esteche, Luis Rojas, Fidencio Vega y el mayor Reinaldo Servín, conocido dirigente oviedista, quien también se comunicó con el dirigente Víctor Galeano Perrone y el líder máximo de Unace, Lino Oviedo.
Como autores materiales, Rodas, Rojas y Servín fueron condenados a 25 años de carcel, y Vera Esteche a 22.
Lino Oviedo fue investigado como sospechoso de ser uno de los autores morales. Tras meses de permanecer prófugo, el 12 de junio de 2000, Oviedo fue capturado en Foz de Yguazú, Brasil, donde presuntamente se movía con un disfraz. Apelando a la Justicia brasileña, obtuvo la condición de asilado.
El 28 de junio de 2004, Oviedo retornó al Paraguay y decidió someterse por propia voluntad a la Justicia, para enfrentar los cargos acumulados en contra suya, tanto los del intento de golpe del 96 como por las muertes del Marzo Paraguayo. Fue detenido y trasladado a la Prisión Militar en Viñas Cué, en las afueras de Asunción.
El 23 de julio de 2007, Oviedo logró que un recurso de Habeas Corpus sea admitido ante la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia paraguaya, y obtuvo su libertad provisional en el proceso por el asesinato de Argaña.
Otro Habeas Corpus fue admitido en julio de 2007, logrando su libertad provisional en el proceso por la masacre de jóvenes del Marzo Paraguayo. En este caso, los abogados de Oviedo pretenden cobrar las costas del proceso a los familiares de las víctimas, unos 785 millones de guaraníes.  
Los familiares de las víctimas del Marzo Paraguayo sostienen que la Justicia cedió a los lazos de corrupción que protegen a Oviedo y sus seguidores, favoreciendo la impunidad.
Lino Oviedo falleció trágicamente en la noche del 2 de febrero de 2013, cuando regresaba a la Capital de una gira proselitista por la zona de Concepción. El helicóptero Robinson 44 que lo transportaba, en compañía del piloto y su guardaespaldas, se precipitó a tierra, falleciendo los tres tripulantes.

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