En el centro un confesionario de Iglesia. Suena una música religiosa instrumental en un viejo órgano. El actor ingresa despacio. Su actitud es seria, reverente. Se santigua y se acerca al confesionario, se arrodilla.
-Hola, pa’i. ¿Está ahí…? Necesito hablar con usted. ¡Necesito hablar con alguien! Necesito contarle de Angélica… la que me tiene al borde de la locura y de la muerte. ¿Me escucha…?
No, Angélica no es mi novia. Tampoco es mi esposa, ni mi amante. ¡Angélica ni siquiera es un ser real, de carne y hueso!
Angélica es… ¿cómo decirle? ¿Sabe usted lo que es la ansiedad o la angustia, pa’i? ¿Esa sensación indefinible que aparece cuando menos te lo esperas, y te arranca lágrimas de sangre, te quiebra el corazón, te hace abandonar cualquier cosa importante, para arrastrarte a bailar a la orilla de un precipicio?
Si. Esa es Angélica, pa’i. Es el nombre que le doy a mi mejor o peor pesadilla. Ella es la que me tiene loco. ¡Y ya no puedo más…!
Míreme, pa’i: así como ve, yo soy lo que se llama “un hombre de éxito”. Buena familia, buena educación cristiana, buen matrimonio, buena posición social. Una esposa abnegada, dedicada, sumisa, como tiene que ser. Unos hijos ejemplares, disciplinados, que hacen todo lo que su papá les dice. Soy un tipo bien relacionado, tanto con la gente del gobierno como con la oposición. Y claro: voy a misa todos los domingos, religiosamente. Es decir: ¡Tengo todo lo necesario para ser un hombre feliz!
Pero… ¿quién aparece para desestabilizar mi vida? ¡Angélica…!
El otro día estaba en un asado, en la casa de mi amigo Julio. Y de pronto, casi de la nada, siento que algo me pica adentro. Miro en frente, al otro lado de la mesa, donde está sentada Claudia, la mujer de Julio… ¿y que veo? La veo a ella… ¡pero con la cara de Angélica! Desde ese momento, ya ninguna otra cosa tuvo importancia, pa´i. Ni el asado, ni la charla sobre fútbol, ni mi esposa y sus reclamos. Solo ella, con su mirada pícara, su sonrisa lujuriosa y sus rojos labios obscenos, provocándome. Solo ella, pasando sus dedos por el borde de la copa de vino, rozando mi pierna con sus pies descalzos bajo el mantel. Solo ella, levantándose luego de guiñarme el ojo, y yo siguiéndola como un idiota, atrapándola en el pasillo, apretándola contra la pared, estrujando sus labios con mis besos desesperados, con mis manos acariciando sus senos, subiendo por sus piernas bajo el vestido. Ella que se me entrega y se me escapa, y yo la persigo y la vuelvo a atrapar, una y otra vez, le quito el sujetador, le quito la bombacha… cuando de pronto escucho muy cerca la voz de mi esposa llamándome, y me paralizo, me cago de susto, y ella se mete en el baño y yo me quedo allí, como un boludo, con las ropas desarregladas…
¿Sabe usted lo que es la lujuria, pa’i? Claro, ¿cómo no lo va a saber? Es uno de los siete pecados capitales. Está en la Biblia. Por la lujuria, Adán y Eva fueron echados del paraíso y toda la raza humana fue condenada. Por la lujuria, dos ciudades enteras, Sodoma y Gomorra, fueron destruidas a sangre y fuego por la ira del Señor. El imperio más poderoso de la tierra, Roma, que supo resistir y vencer a los más feroces enemigos, sin embargo se derrumbó solito … ¿Por qué…? ¡Por la lujuria, pa’i! ¡Por la decadencia a la que le arrastraron los romanos con el apetito desordenado del goce sexual, con sus fiestas bacanales y sus interminables orgías…!
Sí… yo se que es pecado y tengo que resistirme, pa’i.
Pero Angélica no me deja vivir en paz.
Se me aparece apenas me levanto, con la cara de la empleada doméstica, que está agachada limpiando el piso con un shorcito apretado que resalta sus glúteos perfectos. Me saluda con el gesto de la deliciosa vecinita de abajo, que cuando salgo al trabajo me invita a que la ayude a hacer un trabajo práctico para el colegio, ahora, en el departamento, cuando no están sus padres. Me provoca con las desverguenza de la kioskera rubia de la esquina, que cuando me vende el diario me acaricia la mano y se relame los labios con la lengua. Me excita con la mirada lánguida de mi secretaria, que cada día llega con la pollera más cortita y el top más infartante, y me responde con voz de telefonista hot line.
¡No sé que hacer, pa’i! Angélica es una maldición… pero tampoco sé si quiero liberarme de ella. ¡No me malentienda! Desde que ella llegó, mi vida que antes era gris y aburrida, ahora es un infierno, pero también se volvió… como le digo… más interesante… eh… mas emocionante…. ¿Comprende? Ella es mi perdición, pero también es mi salvación. La lujuria, el sexo, la vulnerabilidad del eros… es lo que nos hace débiles en nuestra fortaleza… o fuertes en nuestra debilidad… no se.
¡No sé que hacer, pa’i! Angélica es una maldición… pero tampoco sé si quiero liberarme de ella. ¡No me malentienda! Desde que ella llegó, mi vida que antes era gris y aburrida, ahora es un infierno, pero también se volvió… como le digo… más interesante… eh… mas emocionante…. ¿Comprende? Ella es mi perdición, pero también es mi salvación. La lujuria, el sexo, la vulnerabilidad del eros… es lo que nos hace débiles en nuestra fortaleza… o fuertes en nuestra debilidad… no se.
¡De carne somos, mi querido pa’i!
Que sugerente, no sera un poco autobiográfico el cuento? A juzgar por los Apuntes para un autoretrato si.
ResponderEliminarQue bueno que tengas tu blog Andres, me parece excelente que explores nuevas formas de expresión. Saluditos y exitos en CDE
En realidad, Ana María, me basé en el perfil de un amigo que es más o menos así, algo de Dr. Jeckyl de día y de Mr. Hyde de noche. A lo mejor algo de mí hay en la historia, todo escritor siempre agrega algo de si en su obra, aún inconcientemente. Pero te confieso que trato de que la hipócrita "doble moral" de nuestra sociedad no me arrastre tanto, asumiendo mis debilidades y fortalezas lo más posible. Hace mucho que dejé de considerar a la lujuria un pecado (tampoco la considero una virtud, claro), y a aceptarla como un elemento para el placer, que a veces te permite aproximarte a los momentos mágicos que hacen a la felicidad. Gracias por los buenos deseos, y te devuelvo un cordial saludo desde el Este.
ResponderEliminarEstaba buscando algo sobre Inodoro Pereira. En google escribís "indoro pereira" -asi, como puse- y tu blog aparece como 8 opción más o menos.
ResponderEliminarLeí lo que escribiste sobre el negro. Me dio piel de gallina, yo también lo estimé y estimaré siempre.
Leí también sobre el Paraguay que saca su pasaporte.
Ahora me encuentro con este monólogo, que lo pude ver en su montaje, en 4H.
Bueno querido, te felicito por tu brillante pluma. Espero seguir leyéndote. Salud!
Que viva la aventura textual que a la larga, con sus matices, es una de las más lujuriosas de todas.