sábado, 20 de septiembre de 2014

Cecilia Cubas: La memoria del horror

El pozo subterráneo en el que fue hallado el cadáver de Cecilia Cubas, en Ñemby.

La hija del ex presidente Raúl Cubas fue secuestrada el 21 de setiembre de 2004 y hallada muerta el 16 de febrero de 2005. El grupo armado que la capturó, actualmente denominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) sigue operando en el Norte y mantiene a dos personas en cautiverio. Esta es la historia de aquel trágico episodio.


#CrónicasDeLaMemoria


Por Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman


Al final de la tarde del martes 21 de setiembre de 2004, día de inicio de la primavera, Cecilia Cubas Gusinky retornaba a su hogar, sola y cansada pero de buen ánimo, manejando su camioneta Nissan Patrol, color bordó, chapa AKB093, tras una ardua jornada laboral en la empresa 4P SA, de la cual ella era gerente financiera y copropietaria junto con su madre, Mirtha Gusinky.
Aún era temprano y la noche prometía una salida de celebración con amigas. Había tiempo suficiente para descansar, darse una buena ducha, compartir un rato con la familia y después salir.
Hija de un acaudalado empresario, el controvertido ex presidente de la República, Raúl Cubas Grau, Cecilia tenía entonces 31 años de edad, estaba aún soltera. Era conocida por su activa vida social como empresaria, deportista y persona solidaria con causas benéficas.
Esa tarde, su madre Mirtha se había adelantado a regresar en otro vehículo, y Cecilia la siguió minutos después.
Aproximadamente a las 18.45, cuando ya se encontraba prácticamente frente a su residencia, en el barrio Laguna Grande de Fernando de la Mora (ciudad vecina a la capital, Asunción), al doblar sobre la calle Coronel Machuca, vio que un auto Volkswagen Santana, color azul, cuatro puertas, chapa AJE593, apareció en el camino, bloqueando el paso.
Alarmada, Cecilia frenó y retrocedió la camioneta hasta embestir contra otro auto, un Ford Scort, color rojo, chapa AAL041, que le cerró el paso desde atrás.
Un transeúnte, identificado como Serafín Gutiérrez, relató que vio bajar a cinco hombres desde el interior de los vehículos, disparando a mansalva contra el fuselaje de la camioneta y contra las cubiertas. La policía contabilizó 26 disparos, principalmente con pistolas 9 milímetros. Además de las cuatro ruedas desinfladas a balazos, había impactos en el parabrisas delantero y en el trasero de la camioneta, en el capó y en el faro derecho.
Uno de los atacantes tenía un pesado martillo de metal, con el que rompió de un potente golpe la ventanilla derecha, la que se encuentra en el lado del acompañante, para luego abrir la puerta e inmovilizar por la fuerza a Cecilia.
En seguida la alzaron al interior del automóvil Santana azul y se alejaron a gran velocidad, dejando abandonada la camioneta de la víctima, y el chocado auto Ford Scort.
Meses después, durante el procedimiento para el juicio oral del caso, Sergio Evaristo Espínola, otro testigo presencial de esa noche, reconocería a uno de los participantes del secuestro como Lorenzo González Martínez, a quien se presentó como un miembro del mismo grupo armado que en 2001 había secuestrado a Maria Edith de Debernardi, y que a partir del 2008 sería conocido como el Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP).

La camioneta de Cecilia, tal como quedó la noche del secuestro.
Contacto con los secuestradores

El automóvil con el que se llevaron a Cecilia, el VW Santana azul, fue hallado abandonado horas más tarde sobre la calle Blas Garay, muy cerca de la ruta 2 Mariscal Estigarribia, a la altura del kilómetro 8. No había rastros de los secuestradores.
La noticia del secuestro repercutió inmediatamente en todos los medios de comunicación y generó un gran impacto informativo a nivel internacional.
Se trataba nada más y menos que de la hija del ex presidente de la República que había asumido el poder en agosto de 1998, y que fue obligado a abandonar el cargo apenas siete meses después, en marzo de 1999, tras una grave crisis política conocida como "el Marzo Paraguayo", iniciada con el asesinato del vicepresidente Luis María Argaña, que concluyó con su renuncia y exilio tras movilizaciones populares, con la muerte de siete jóvenes manifestantes en las plazas del Cabildo de Asunción ante balas de francotiradores.
Después de más de un año de permanecer exiliado en Brasil, Raúl Cubas Grau regresó al Paraguay a ponerse a disposición de la Justicia. Tras varios meses de prisión, salió en libertad y decidió retirarse definitivamente de la política, dedicándose enteramente a sus negocios.
El secuestro de su hija lo había sorprendido, además, en un momento en que se encontraba separado de su esposa, Mirtha. Aquella noche funesta, los Cubas Gusinky volvieron a unirse ante el violento secuestro de la hija mayor, y en pocos minutos, la mansión familiar se convirtió en el foco central de la información, con un multitudinario despliegue de policías, fiscales, políticos, amigos, familiares y ciudadanos que acercaban su solidaridad.
Esa misma noche, a las 19.45, a apenas una hora de producirse el secuestro, Diana Sosa, una amiga de Cecilia que estaba en la residencia, atendió la primera llamada telefónica de los secuestradores.
Era una voz de hombre, de acento campesino, de entre 25 a 30 años, confirmando escuetamente que la hija de los Cubas había sido secuestrada, y que quienes la tenían en su poder volverían a comunicarse.

La carta que los secuestradores obligaron a escribir a Cecilia, desde su cautiverio.

 La reorganización del grupo armado

La captura y prisión de Alcides Oviedo y Carmen Villalba, principales cerebros del grupo armado que apuntaba a convertirse en el EPP, y el refugio en Brasil de Juan Arrom, líder del Partido Patria Libre, había producido quiebres importantes en la estructura de ambas organizaciones.
En el plano político, la forzada ausencia de Arrom hizo que emergiera con fuerza el liderazgo de Osmar Feliciano Martínez, un carpintero oriundo del barrio Empalado-ari, en la ciudad de Caaguazú, que se había convertido en un referente importante de las bases campesinas y que llegó a ocupar el cargo de secretario general de Patria Libre.
Martínez empezó a cuestionar abiertamente el liderazgo de Arrom como presidente "en el exilio" de Patria Libre, dando a entender que había sido un acto de cobardía marcharse del país y no enfrentar los cargos por el secuestro de María Edith, y reprochándole con ironía por "pretender dirigir el partido desde Brasil, por internet y por celular".
En octubre de 2004, pocas semanas después del secuestro de Cecilia Cubas, el sector interno de Patria Libre que respondía a Juan Arrom realizó una asamblea y decidió expulsar a Osmar Martínez del partido, con un dictamen del Tribunal de Conducta, por no someterse disciplinariamente a la autoridad del presidente en el exilio.
En diciembre del mismo año, mientras Cecilia seguía secuestrada, el sector de Arrom realizó elecciones y reeligió como presidente al líder exiliado. El sector de Martínez desconoció las elecciones y logró que la Justicia Electoral reconozca institucionalmente a su conducción, y que por tanto desconozca al sector de Arrom.
Aunque Martínez negó reiteradas veces su vinculación con lo que luego sería el EPP, hay testimonios de ex miembros de Patria Libre, que en su momento fueron figuras reconocidas de la organización y luego desertaron para colaborar con las fuerzas de seguridad, como el dirigente concepcionero Dionisio Olazar Balbuena, que plantean que ante la ausencia de Arrom y la prisión de Alcides Oviedo y Carmen Villalba, fue Martínez quien asumió la coordinación política de las acciones del grupo armado vinculado originalmente a Patria Libre, en dos aspectos:
-La planificación y ejecución del segundo secuestro de "una figura importante de la oligarquía" (Cecilia Cubas), impulsando la acción de un nuevo grupo de miembros, más jóvenes que los que participaron en el anterior secuestro de María Edith, como Osvaldo Villalba (hermano menor de Carmen, actual comandante del EPP), Manuel Cristaldo Mieres, Magna Meza (hermana de Aldo Meza), y otros que luego se harían muy conocidos
-El avance en contactos internacionales, en busca del asesoramiento de "compañeros" de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), tanto para la ejecución exitosa del nuevo secuestro, como para iniciar el entrenamiento intensivo de un grupo seleccionado para formar la primera columna guerrillera del futuro EPP.

Osmar Martínez, en momento de ser capturado, tras entregarse voluntariamente.

Cautiva en la "Casa del terror"

Tras abandonar el auto Volkswagen Santana en que llevaron a Cecilia Cubas desde cerca de su residencia, los secuestradores la alzaron a una camioneta Ford Ranger color blanco, y la condujeron hasta una vivienda en la calle Las Palmas 342, en el populoso barrio Mbocayaty, en la ciudad de Ñemby, en el área metropolitana de Asunción.
Era ya de noche, ese 21 de setiembre, cuando los vecinos vieron llegar cuatro vehículos, incluyendo a la Ford Ranger manejada por un joven al que luego identificarían como Manuel Cristaldo Mieres, oriundo de la compañía Correa Ruguá, departamento de San Pedro, quien actualmente es conocido como el subcomandante Santiago, segundo en el mando jerárquico del EPP.
Los otros vehículos eran dos camionetas tipo Montero y un auto Volkswagen Gol. Todos ingresaron al patio de la casa, que tenía una alta muralla, y los portones volvieron a cerrarse.
Fue la primera vez en que los vecinos se percataron de que había moradores en esa vivienda, ya que en los meses anteriores solo había albañiles realizando obras. La casa fue adquirida del anterior propietario, Ever Benítez, a través de la inmobiliaria Neptuno, en gestiones iniciadas el 27 noviembre y concluidas el 2 de diciembre de 2003, ante la escribana Maribel Esteche, por un indígena llamado Emiliano Rojas, quien pagó G. 12 millones al contado por el inmueble, según la escritura, aunque se presume que el precio fue mucho mayor.
En principio se especuló que otras personas utilizaron el documento del indígena, pero la escribana reconoció a Emiliano Rojas y una pericia comprobó que la firma estampada en la escritura era de su  propio puño y letra. También los vecinos identificaron al nativo como uno de los albañiles que realizaron obras en la casa y lo habían apodado Jackie Chan, por cierto parecido con el actor de cine.
Las "obras" consistieron en un acondicionamiento especial de la vivienda para retener a la secuestrada. Construyeron un sótano, en cuyo oculto nivel subterráneo instalaron tres minúsculas celdas de dos metros de alto y menos de un metro de diámetro, donde mantuvieron cautiva a Cecilia la mayor parte del tiempo.
Los vecinos recuerdan que en esa primera noche del secuestro, los nuevos moradores realizaron un asado en el patio, y había un ambiente de mucha fiesta. ¿Fue para celebrar el éxito del secuestro, o para aparentar una imagen de casa de familia?

Foto entregada por los secuestradores como prueba de vida, que muestra a Cecilia en cautiverio, mostrando un ejemplas del diario Noticias, para marcar la fecha en que fue tomada la foto.

 El primer y único pago de rescate

Mientras se movilizaban cadenas de solidaridad en amplios sectores del país, exigiendo la liberación de Cecilia Cubas, y toda la fuerza policial realizaba batidas y búsquedas de los secuestradores, la víctima permanecía oculta en el sótano de la vivienda de Ñemby, después bautizada como "la casa del terror".
Desde la primera noche del secuestro hasta el 12 de noviembre, los familiares de Cecilia recibieron 9 llamadas telefónicas, en varios casos con indicaciones para ir a buscar "pruebas de vida", guardados dentro de sobres o bolsas, en lugares insólitos como el interior de la cisterna de un baño en el shopping Multiplaza de Asunción, o detrás de carteles de señales de tránsito, o debajo de monumentos públicos en parques y paseos centrales.
Incluían fotografías de una desmejorada Cecilia sosteniendo primeras planas de periódicos, cartas manuscritas implorando que se pague el rescate,  y exigencias de los secuestradores, que también hacían llegar a través de una cuenta de correo electrónico habilitada como cantagrillo@yahoo.com.ar.
En sus cortos mensajes, los secuestradores se referían a Cecilia como "la fruta".  En una de las ocasiones escribieron: "No creo que la fruta pueda aguantar más tiempo, recuerde que ya se está pudriendo".
Mucho después, a través de la detección de los lugares desde donde se realizaban las llamadas, los investigadores precisaron que el principal autor de las comunicaciones era Manuel Cristaldo Mieres, quien a su vez, durante las negociaciones, mantenía contactos con el celular de Osmar Martínez, y de otros involucrados.
El sábado 13 de noviembre de 2004 se realizó el primer y único pago de rescate, que según la versión oficial de Raúl Cubas Grau fue de 800 mil dólares, aunque otras fuentes –como Dionisio Olazar- sostienen que fue de 300 mil dólares.
Dos personas ligadas a la familia Cubas, a bordo de un auto con vidrios sin polarizar, con la inscripción "San Francisco de Asís", salieron de Asunción a las 20.00 y fueron recogiendo indicaciones de los secuestradores a lo largo de la ruta 2, hasta llegar al cruce de Nueva Londres, cerca de la ciudad de Coronel Oviedo, Departamento de Caaguazú, a casi 130 kilómetros al Este de Asunción.
Ya era madrugada del domingo 14 cuando, transitando por un polvoriento camino de tierra, llegaron a un desolado paraje rural conocido como León Cué, a 10 kilómetros de Nueva Londres, donde se les ordenó abandonar el vehículo y alejarse caminando, dejando el dinero y las llaves del auto. Tras distanciarse a unos 300 metros vieron que personas con linternas se acercaron a recoger el bolso. Cuando regresaron al auto, ya habían desaparecido.
El resto de la noche y durante los días siguientes, los Cubas aguardaron con ansias la liberación, pero el hecho no se produjo. Los secuestradores tampoco volvieron a comunicarse.
Hasta que, el miércoles 16 de febrero de 2005, se produjo el macabro hallazgo del cuerpo sin vida de Cecilia Cubas, enterrado en el sótano tapiado de la casa del barrio Mbocayaty, de Ñemby.

La casa del terror, donde Cecilia Permaneció secuestrada.

Paladas de tierra sobre toda esperanza

El 1 de marzo de 2005, quince días después del hallazgo del cadáver de Cecilia Cubas, el ex comandante de la Policía Nacional, Humberto Núñez, realizó unas explosivas declaraciones en la portada del diario Última Hora: "Un informante me avisó que matarían a Cecilia".
Núñez, apartado del cargo por intrigas internas, contó que había tenido como informante secreto a un alto dirigente del Partido Patria Libre, quien semanas antes del secuestro de Cecilia le dijo que pensaba abandonar el partido, tras saber que una persona importante sería secuestrada en Asunción o en sus alrededores, por el mismo grupo armado que secuestró a Maria Edith de Debernardi.
El posterior secuestro de Cecilia confirmó lo que el informante había anunciado. Entonces, Nuñez le pidió que siga infiltrado en el grupo político y ayude a obtener datos para hallar con vida a la joven, y lo puso en contacto con el fiscal general, Óscar Latorre.
La comunicación clave se dio el 13 de enero de 2005, tras una reunión de Patria Libre en Caaguazú, en donde presuntamente se decidió el asesinato de Cecilia Cubas. "Me llamó mi informante y me dijo que se decidió lo peor. '¡Pe ku'eke (muévanse), comandante!', me dijo", recordó Núñez. Pero no sabía el lugar exacto donde tenían a la secuestrada, para poder rescatarla.
Años después se develó que el informante era Dionisio Olazar Balbuena, ex miembro del Comité Político de Patria Libre, convertido en testigo clave de la Fiscalía para el caso Cecilia.
Controvertido y mediático, Olazar relató que el propio Osmar Martínez les puso al tanto de la evolución del secuestro de Cecilia en sucesivas reuniones. Aunque otro grupo lo ejecutaba, él asumía la coordinación política.
"En una reunión, en noviembre, nos contó que se cobró solo 300 mil dólares de rescate, pero no le iban a soltar a la chica, porque era poco dinero. Se iba a considerar solo una multa a Cubas", explicó.
El momento crítico fue una reunión realizada presuntamente en casa de Regina Viuda de Rodas, en Cantera Boca, Caaguazú, la noche del 23 de enero de 2005, según Olazar.
"Estábamos Osmar Martinez, Agustín Acosta, Ángel Acosta, Blas Franco, Gustavo Lezcano, Arístides Vera, Roque Rodríguez, Francisca Andino, Anastasio Mieres, Lorenzo González, y yo. Martínez nos comunicó que la 'empresa' debía concluir, y quería saber nuestra opinión, para medir nuestra capacidad como revolucionarios", dijo, coincidiendo con la versión que brindó como testigo en el juicio.
Martínez supuestamente explicó que lo del "punto final" (que todos entendieron como asesinar a Cecilia) fue recomendado por el guerrillero colombiano Osley Jurado Palomino, camarada Santiago, miembro de las FARC, que llevaba meses adiestrando a miembros del grupo en Paraguay.
Olazar dice que sugirió seguir negociando, pero Martínez respondió que ya no había interés, el padre de la víctima se negó a pagar más, por lo que el colombiano recomendó poner punto final y no dejar rastros.
Recuerda que los demás miembros se mantuvieron en silencio, con excepción de Agustín Acosta, Blas Franco y Ángel Acosta, quienes secundaron la posición de Olazar. Martínez preguntó si todos entendían de qué se hablaba, y Olazar asegura haber dicho que sí, que por eso se oponía, aunque implique no convertirse en revolucionario. Martínez respondió que no todos iban a llegar a ser revolucionarios, y que quizás los que guardaron silencio lleguen a ser.
"Esa noche yo llamé desesperado al comandante Nuñez y al fiscal Latorre, para que busquen a Cecilia. Sabía que la tenían en los alrededores de Asunción, pero no sabía el lugar con precisión. Hoy sé que ya estaba muerta en esa fecha, la habían asesinado posiblemente la noche de Navidad, y solo hicieron esa reunión para tener un respaldo político", plantea Olazar.
Entre el grupo de acusados, Agustín Acosta, Roque Rodríguez, Basiliano Cardozo, Gustavo Lezcano, Simeón Bordón y Arístides Vera, quienes fueron detenidos en Argentina y extraditados al Paraguay, niegan las acusaciones y se consideran actualmente presos políticos. Todos ellos fueron juzgados y condenados a 25 años de prisión.

El momento del hallazgo y rescate del cuerpo, en el subterráneo.

El hallazgo del cuerpo

El miércoles 16 de febrero de 2005, a la mañana, la fiscala antisecuestro Sandra Quiñónez –quien había sido apartada de la investigación del caso Cecilia- decidió allanar la casa de Las Palmas 342, en el barrio Mbocayaty de Ñemby.
Ella asegura que no buscaba a Cecilia, sino identificar cuál era la casa donde se realizó la escena de una supuesta práctica de secuestro, que aparecía en el video incautado en la casa del barrio Miraflores, de San Lorenzo, la noche en que cayeron presos Alcides Oviedo y Carmen Villalba.
Un dato recogido por policías de Antisecuestro desde Correa Ruguá, San Pedro, de parte de los familiares de Manuel Cristaldo Mieres,  permitió detectar que en esa casa habían estado el mismo Manuel y Magna Meza, y tras aguardar dos días a que aparecieran, finalmente se decidieron entrar al lugar.
Al principio solo hallaron desolación. Rastros de abandono. Era efectivamente la casa donde se filmó el video. Pero había más: un piso de cemento relativamente nuevo con ruido de espacio hueco. Así empezó la lenta y larga faena de pedir refuerzos, romper el piso, cavar la tierra acumulada, pensando que quizás ocultaba armas, hasta que empezó a filtrarse el inconfundible olor de un cuerpo humano en descomposición.
Hasta que, ya en horas de la noche, con una multitud de personas congregadas, con todos los medios de comunicación transmitiendo en vivo, con los desconsolados padres y familiares de Cecilia, y con el propio presidente de la República, Nicanor Duarte Frutos, aguardando el desenlace, desde el fondo de la tierra empezó a emerger el cadáver de una mujer que –según los técnicos forenses- ya llevaba cerca de 60 días de muerta. El informe forense confirmaría luego de que se trataba de Cecilia Cubas.
En ese momento, se echaron a volar las campanas de la Iglesia de San Lorenzo, de Ñemby.

*  *  *

Integrantes del mismo grupo armado, entre ellos varios que participaron del secuestro y asesinato de Cecilia Cubas, siguieron activando en la zona Norte del Paraguay, y en marzo de 2008 se presentaron como una presunta organización guerrillera, bajo el nombre de Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP).
Actualmente mantienen secuestrado desde el 8 de agosto de 2015 al colono mennonita Abrahán Fehr y en cautiverio al  suboficial de policia Edelio Morínigo Florenciano, desde el 5 de julio de 2014.

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