Después
de más de cien años de soledad, luego de siglos de aislamiento, montones de
promesas políticas nunca cumplidas, millones de guaraníes del dinero público
robados... finalmente mi querido pueblo natal, Yhú, deja de ser “una aldea
perdida en el sopor de la ciénaga”, tal como el maestro García Márquez imaginó
a su propia natal Macondo-Aracataca.
Este
martes 17 se inaugura finalmente la Ruta 13, Caaguazú-Yhú-Vaquería, de 64
kilómetros, una ruta aún sin nombre oficial, pero que ya se ha ganado hace rato
el nombre oficioso de “La Ruta de la Mentira”, por lo mucho que nos habían
mentido hasta ahora acerca de esta obra vial. Para lograr que se haga, los
pobladores tuvieron que realizar incontables movilizaciones, cierres de rutas,
sufrir represiones policiales, hasta finalmente conseguir que les hagan caso.
Recuerdo
mi infancia en ese pueblo mágico, en que la travesía de casi 50 kilómetros
hasta salir al asfalto en Caaguazú –es decir, “la Civilización”- era una
aventura cotidiana de largas horas –que se convertía en largos días, si acaso
llovía y se clausuraban las barreras del MOPC-, en los destartalados micros o
“mixtos” (camiones con carrocerías de madera donde iban los pasajeros, sentados
en bancos de tablas, muchas veces incluso sentados sobre el techo, por la gran
cantidad).
Uno de
esos indómitos choferes de ómnibus de batalla, durante muchos años, fue mi
recordado papá, Andrés “Chi’ito” Colmán, y uno de los fundadores de las
primeras líneas de transporte, la mítica flota de ómnibus “Santa Ana”, fue mi
tío Felipe Salmena, cuya labor pionera hoy prosigue mi primo Nene.
Yhú ya
era un rincón perdido del resto del Paraguay durante la Guerra de la Triple
Alianza, cuando el mariscal López lo eligió como el lugar de castigo para
enviar a las tristemente famosas “destinadas”, cientos de mujeres castigadas
por ser esposas, o madres, o hijas, novias o amantes de sospechosos de oponerse
a su liderazgo durante la Guerra, incluyendo en el grupo a su propia madre y
hermanas. Tengo por allí un cuento inédito que relata justamente la valentía de
una mujer yhuense en oponerse a su entorno y al poder para ayudar
samaritanamente a esas mujeres sometidas al escarnio.
Yhú
también fue el lugar elegido por la dictadura stronista para enviar de castigo
a los opositores políticos (“confinamiento” le llamaban a esa modalidad
autoritaria de exilio interior), como ocurrió en los 80 con Rubén Darío Verón,
compañero del abogado fernandino Mario Milciades Melgarejo.
Ahora
mi querido Yhú –al igual que su vecina Vaquería y sus muchas compañías rurales-
rompe por fin su aislamiento de siglos y se integra a la dinámica económica del
Paraguay actual.
Es un
proceso que tiene sus luces y sombras, porque junto al progreso también avanzan
las contradicciones. El cerco de la sojalización sin límite y sin control, y la
expansión de los cultivos ilegales de marihuana, van tejiendo también su red
siniestra, con su dinero sucio, marcado de violencia e inseguridad.
Pero
junto a la ruta llegan seguramente mejor educación y salud, más alternativas de
producción y una nueva dinámica empresarial.
Ojalá
todo eso no desdibuje nuestra identidad, y seamos capaces de fortalecer los
valores de solidaridad y hospitalidad que siempre nos caracterizó a los y las
yhuenses.
¡Felicitaciones,
mi querido pueblo natal..!
Te debo
mucho de lo que soy, a pesar de mis largas ausencias.
Pronto
estaré por allí, para brindar contigo por esta nueva etapa.La ruta a Yhu, antes del asfalto, en la zona de cruce del arroyo Yhu, desbordado por lluvias. |
La misma zona, actualmente, luego de la construcción de la ruta. |
Felicidades al pueblo de Yhu y gracias por producir un periodista como vos Andres, que como los antiguos medos y persas no se contentan con el oro, ni se deleitan en la plata como dice la biblia, sino mas bien en extender sus dominios y en ser la primera potencia mundial conocida en el mundo
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