viernes, 28 de diciembre de 2018

El caso Arrom-Martí: Secuestro y torturas en nombre del Estado




Ahora que surge la noticia de que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) deberá resolver el próximo 7 de febrero de 2019 una demanda de 80 millones de dólares contra el Estado paraguayo, presentada por los activistas políticos de lo que fue el Movimiento -luego Partido- Patria Libre, Juan Arrom y Anuncio Martí, tras su salida del Paraguay en 2002 y su permanencia en carácter de refugiados políticos en Brasil –mientras eran y siguen siendo considerados prófugos para la Justicia paraguaya-, luego de los episodios en que se vieron envueltos con el secuestro extorsivo de María Edith de Debernardi en 2001 y su relación con el grupo armado que posteriormente se transformó en el Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), hay muchos que se preguntan qué fue lo que realmente ocurrió en ese momento y cómo se llegó a la actual situación.
Esta es la versión periodística sobre el caso que hemos publicado en el fascículo 5 de nuestro libro “EPP: La verdadera historia”, que fue distribuido por el diario Última Hora semanalmente, desde noviembre de 2011.
Sabemos que existen distintas versiones e interpretaciones acerca de lo ocurrido, según las posturas políticas e ideológicas diferentes, pero fue así como reconstruimos esta historia con un intento de rigor investigativo profesional.
Esperemos que les sirva para tener una visión más clara del tema.

Andrés Colmán Gutiérrez


La sensación de alivio que produjo la liberación de Maria Edith de Debernardi, en la madrugada del sábado 19 de enero de 2002, tras 64 días de permanecer en cautiverio, se transformó en una situación de estupor generalizado, a medida en que las autoridades empezaron a revelar el perfil de los presuntos implicados en el secuestro extorsivo.
El primer anuncio lo hizo el jefe de Investigación y Delitos de la Policía Nacional, comisario Roberto González Cuquejo, en las primeras horas de esa mañana, adelantando que había “un grupo de izquierda” detrás de la acción criminal, “con intenciones de promover la desestabilización del Gobierno”.
Poco más tarde, el ministro del Interior, Julio César Fanego, avanzó en las revelaciones con un tono de suspenso: “El cerebro (del secuestro) es una persona de sociedad, de cierta notoriedad...”.
En horas más, la Policía filtró el nombre del supuesto cabecilla a las redacciones. Se trataba de Juan Francisco Arrom, principal líder del Movimiento Patria Libre.
La lista de “buscados” se completaba con los nombres de los seis ex miembros de la llamada Banda de Choré, repentinamente reciclados del olvido: Alcides Oviedo Brítez, Carmen Villalba, Gilberto Setrini Cardozo, Pedro Maciel Cardozo, Lucio Silva y Gustavo Espínola Lezcano. ¿Era el primer “golpe exitoso” del grupo armado en formación, que con los años se acabaría denominando Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP)?
Como era de esperarse, la noticia causó verdadera conmoción.
Juan Arrom era una personalidad conocida de la izquierda paraguaya, protagonista de movilizaciones y acciones políticas desde la época de la dictadura stronista, que incluso fue candidato a la intendencia municipal de Asunción en 2001. ¿Sería posible que estuviera metido en un criminal hecho de secuestro extorsivo?
Lo que hasta entonces parecía un sonado hecho policial, empezaba a transformarse en un revelador caso político.
Cerca de las 5:00 de la madrugada, la Policía y la Fiscalía habían allanado la vivienda de Víctor Colmán, otro dirigente del Movimiento Patria Libre, en la calle Soldado Robustiano Quintana Nº 539, del barrio Loma Pytá, de Asunción, y habían procedido a detenerlo junto con su esposa, Rosa Samudio de Colmán, y con el hermano de esta, Jorge Samudio.
Los investigadores aseguraron haber hallado en el cajón de una mesa, durante el allanamiento, unos 50 mil dólares, que al ser sometidos a peritaje, resultaron ser parte del dinero que Antonio Debernardi pagó por el rescate de su esposa Maria Edith.
Complicando aún más el panorama, con el correr de las horas, la esposa y las hermanas de Juan Arrom salieron al paso de las acusaciones policiales, revelando que el dirigente político estaba desaparecido desde la noche del jueves 17 de enero, junto a otro miembro de Patria Libre, el periodista y poeta Anuncio Martí Méndez. Aseguraban tener indicios de que la misma policía -que presuntamente los estaba buscando para arrestarlos-, era la que los tenía secuestrados o retenidos ilegalmente, desde hacía días atrás.

El comisario Roberto González Cuquejo (a la izquierda, con camisa rosada) y el sub comisario Antonio Gamarra.

“Desaparecidos…”

Para un sector más crítico de la sociedad paraguaya, que aún sentía como herida sangrante los horrores represivos de la dictadura stronista y las persecuciones sistemáticas contra personas y organizaciones de izquierda, resultaba difícil aceptar la acusación fiscal y policial de que líderes del Movimiento Patria Libre estaban implicados en el secuestro de Maria Edith de Debernardi, y menos aún que el crimen hubiera sido cometido con fines políticos, como parte de un supuesto plan de recaudación de fondos para financiar una eventual lucha armada revolucionaria.
El domingo 20, la dirigencia del MPL, a través de su secretario general, Omar Martínez, y de Liza Larriera, compañera de Juan Arrom, respondieron con una declaración pública, negando toda vinculación con el secuestro y calificando la versión oficial como “un montaje mentiroso” de las autoridades, para justificar su inoperancia o encubrir a los verdaderos secuestradores. Demandaron la urgente “aparición con vida” de Arrom y Martí, a quienes suponían secuestrados ilegalmente por la policía.
En la misma línea se pronunciaron otras organizaciones políticas y sociales como el Partido Comunista Paraguayo, el Movimiento Paraguay Pyahura, Convergencia Popular Socialista, y la Coordinadora de Derechos Humanos del Paraguay (Codehupy), alertando acerca de un plan represivo del Gobierno del presidente Luis Angel González Macchi contra las organizaciones populares.
Arrom y Martí habían sido vistos por última vez en la tarde y noche del jueves 17 de enero (en vísperas de la liberación de María Edith). Teresita Rojas, madre de Liza Larriera, compañera de Juan, relató que su yerno llegó a las 18:30 al departamento donde vivía, en las calles 15 de agosto y Primera, para guardar su camioneta. Después fue caminando unas ocho cuadras hasta la casa de Anuncio Martí, en 15 de agosto y Novena, donde estuvieron revisando papeles y luego dijeron a la esposa de Martí que iban a realizar algunas gestiones, y de paso comprarían pañales para el bebé de la pareja.  
Salieron juntos en la camioneta Lada Niva de Martí, y ya no regresaron.
La fiscalía y la policía plantearon que ambos estaban ocultor para huir de la Justicia, al igual que los seis miembros de la ex banda de Choré. Se dispuso una búsqueda en todo el país, y se impartieron órdenes de captura internacional a través de Interpol, para el caso de que hubiesen cruzado las fronteras.
El sub comisario Antonio Gamarra, jefe de Represión a Robo de Automotores, y el jefe del Centro de Investigación Judicial (CIJ), Javier Cazal, organizaron expediciones de la policía por el interior, acompañados de miembros de la prensa. Los reportajes los mostraban realizando barreras de control en sitios distantes como en un puente sobre el río Ypané, en Concepción, o en comunidades campesinas del Departamento de San Pedro.
Días después se descubriría que las operaciones de búsqueda eran solo un simulacro, ya que los propios Gamarra y Cazal dirigían a un grupo de policías que tenían secuestrados ilegalmente y sometidos a torturas a Juan Arrom y Anuncio Martí, en las cercanías de Asunción, con evidente conocimiento del ministro del Interior, Julio César Fanego, del ministro de Justicia y Trabajo, Silvio Ferreira, y probablemente del fiscal general, Oscar Germán Latorre, y del propio presidente de la República, Luis Angel González Macchi.

El testimonio del profesor Luis Alfonso Resck.

Una celada en la noche

¿Qué fue lo que realmente ocurrió con Juan Arrom y Anuncio Martí, ese jueves 17 de enero de 2002? 
Los testimonios son varios y las versiones difieren, pero hay suficiente evidencia de que fueron arrestados ilegalmente y secuestrados por personas vinculadas a la Policía y al Poder Judicial.
En su libro “Callejones del Terror”, editado en 2004, Arrom relata que cerca del mediodía recibió una llamada de Marcos Álvarez, político que perteneció al Movimiento Popular Colorado (Mopoco), exiliado durante la dictadura, y que se desempeñaba como coordinador de Oñondivepá, un programa social del Ministerio de Justicia y Trabajo.
“Me solicitó que le ayudara a adaptar las cifras de un proyecto de cría de cerdos, cuya copia le había entregado varios meses atrás, entre otros proyectos realizados ad honorem, en apoyo a comunidades campesinas. Acordamos encontrarnos a la tardecita ese día, y que él me llamaría apenas estuviera libre”, relata Arrom.
En su posterior testimonio durante el juicio por el secuestro de María Edith, Marcos Álvarez contó una versión muy distinta. Dijo que se conocían con Arrom desde la época de la dictadura, y que este lo invitó a integrar el Movimiento Patria Libre.  “Conocí a Alcides Oviedo y a Gilberto Setrini (dos de los fundadores del grupo armado que fue la base del EPP) a través de Arrom”, relató.
El considerado testigo clave de la Fiscalía, aseguró que Arrom lo visitó en su casa de la calle Víctor Heyn 7093, cerca de la Municipalidad de Asunción, el 15 de enero, un día después de que Antonio Debernardi había entregado el primer pago de 400 mil dólares de rescate por su esposa María Edith.
Álvarez dijo que Arrom llegó en compañía de Alcides Oviedo (el actual comandante en jefe del EPP), cargando una mochila, en cuyo interior había 350 mil dólares y le pidió que se lo guarde. Ese mismo día 15, según el acta presentada por la Fiscalía durante el juicio, Alvarez fue a entregar el dinero a las autoridades, y tras una pericia se comprobó que era parte del rescate pagado por Debernardi.
Varios testimonios coinciden en que Álvarez citó a Arrom por teléfono en la noche del 17, pero en lugar de su casa, lo condujo a una celada en otra dirección: Lugano 1053, entre Colón y Hernandarias, en las cercanías de la Iglesia Cristo Rey.
Es una casa de color verde clarito, voy a estar en el portón esperando”, dice Arrom que le dijo Álvarez por teléfono, y hasta allí se dirigieron con Anuncio Martí en la camioneta de este, como a las 21:28.
Arrom asegura que entonces no sabía que esa dirección correspondía a la sede del Centro de Investigación Judicial (CIJ), una especie de policía judicial de facto que dirigía Javier Cazal. 

 
Juan Arrom muestras rastros de las torturas recibidas.

“¿Dónde está la plata…?”

La captura de Arrom y Martí no pasó desapercibida para los moradores de la calle Lugano, especialmente para el veterano dirigente político de la Democracia Cristiana, docente y luchador por los derechos humanos, Luis Alfonso Resck, quien residía a poca distancia del lugar.
Resck, quien entonces se desempeñaba como director de Derechos Humanos del Ministerio Público, fue alertado por sus vecinos de que había un movimiento extraño e inusitado de automóviles sin placas y de hombres con armas en las inmediaciones del local del CIJ, y se fue a verificar.
Asegura que vio desde la distancia como varios hombres golpeaban y empujaban a otro, para subirlo al interior de un vehículo. Uno de los que dirigían la operación era Javier Cazal, director del CIJ, a quien conocía personalmente. Días después percibió que había sido testigo del momento de secuestro de Juan Arrom y Anuncio Martí.
Arrom cuenta que estacionaron la camioneta de Martí sobre Lugano casi Colón, poco antes de las 22:00. Juan bajó y caminó buscando la dirección que le dio Marcos Ávarez, lo volvió a llamar por teléfono para avisar que estaba llegando, cuando varios hombres lo rodearon y empezaron a golpearlo, para en seguida introducirlo dentro de un automóvil Volkswagen Gol color blanco, sin chapas.
Martí esperaba sentado en su camioneta, cuando varias sombras humanas se aproximaron y abrieron las puertas, subiendo al vehículo. “¿Dónde está el tipo?”, le preguntó uno de los desconocidos, y le dio un golpe en la cabeza con la culata de una pistola.
Mientras el Gol se llevaba a Juan, a Martí lo hicieron pasar al asiento trasero de su propia camioneta, y también emprendieron viaje. A ambos les cubrieron el rostro con una toalla o capucha, y durante unas dos horas de recorrido los sometieron a diversos métodos de tortura, como apretarles los testículos. Juan narra que le pusieron una bolsa de plástico en la cabeza, que le impedía respirar, mientras le preguntaban: “¿Dónde está la señora Debernardi? ¿Dónde está la plata…?”.
Cerca de medianoche fueron bajados en un lugar desolado, junto a un pequeño curso de agua, y sometidos a un proceso de tortura por inmersión, introduciéndoles la cabeza bajo el agua, hasta que casi perdieran el conocimiento. Los sacaban y los volvían a interrogar para que confiesen que ellos eran los autores del secuestro de María Edith, y para que revelen donde tenían a la víctima y donde estaba el dinero del rescate que habían cobrado.
Martí pudo reconocer que el lugar era el riacho San Francisco, en la zona cercana al río Paraguay. Pudieron identificar como quienes lideraban el operativo al subcomisario Antonio Gamarra, y al oficial José David Schémbori, a quienes apodaban Kabul.

El relato de Juan Arrom
Operaciones paralelas

Mientras Arrom y Martí permanecían detenidos ilegalmente, los acontecimientos se precipitaban.  El día viernes 18 (un día después de que ambos fueran capturados), Antonio Debernardi pagó el resto del rescate (600 mil dólares, según su versión oficial) y Maria Edith fue liberada en horas de la madrugada del sábado 19.
Arrom relata que la situación causó sorpresa entre sus captores, y uno de ellos exclamó: “¡Que extraño! Le tenemos al cerebro del secuestro y Antonio Debernardi sigue entregando plata”.
Un detalle llamativo es que la orden de captura contra Arrom y contra los seis ex integrantes de la Banda de Choré se dio a conocer el mismo sábado 19, horas después de la liberación de María Edith, pero contra Anuncio Martí recién dos días después.
En la noche del sábado 19 la policía allanó la vivienda de Arrom y, entre otros elementos, incautó un revólver y numerosas fotografías. También llevaron su vehículo, una camioneta Suzuki color rojo. La vivienda de Anuncio Martí fue allanada recién el 27 de enero, siete días después. 
Entre tanto, la versión de que Arrom y Martí estaban secuestrados ilegalmente, comenzó a filtrarse extraoficialmente desde fuentes policiales a algunos periodistas que cubrían habitualmente el área judicial.
El sábado 19, Ofelia Insaurralde, ex compañera de Juan Arrom y madre de sus hijos, se puso en contacto con su cuñado, el médico Héctor Lacognata y le pidió que, en vista de su estrecha amistad con el ministro de Justicia y Trabajo, el también médico Silvio Ferreira, realizara averiguaciones acerca del paradero de Arrom y Martí.
Según el testimonio de Lacognata (quien luego sería canciller durante el Gobierno de Fernando Lugo), este llamó por teléfono el sábado a la tarde a su amiga Gladys Maubet, esposa del ministro Ferreira, quien le respondió: “Si, tengo conocimiento de la detención de Juan Arrom, pero te pido que se tranquilicen, porque en este momento se encuentran muy bien”.
Aquel fue el primer reconocimiento de un sector del entorno gubernamental de que Arrom  y Martí estaban en manos de gente del Gobierno, detenidos en forma ilegal.
El domingo 20 a la mañana, la esposa del ministro, Gladys Maubet, llamó por teléfono a Hector Lacognata –según testimonios del mismo-, para decirle: “Te confirmo que Juan está detenido y te reitero que en este momento se encuentra bien. Silvio te pide que no comentes este tema con alguien, para evitar que la situación empeore”.
Lacognata preguntó cuándo los presentarían oficialmente a los dos detenidos ilegalmente ante la Justicia, y Maubet le respondió: “Probablemente lo harán el lunes (21 de enero)”.
El lunes, sin embargo, todos los voceros oficiales seguían negando públicamente que Arrom y Martí estuviesen en poder de la policía. 
Lacognata volvió a comunicarse con Gladys Maubet y le pidió tener una conversación personal. Se encontraron el martes 22 de enero, en el patio de comidas del Shopping Mariscal López. Lacognata fue acompañado de su esposa, Élida.
“No se preocupen, Juan Arrom está en manos de gente seria. Mi esposo (el ministro Silvio Ferreira) le conoce a esa gente”, les aseguró Gladys Maubet.
Ante la insistencia por conocer el paradero de Arrom, la mujer les dijo: “Juan no está detenido en una dependencia policial, sino que está a cargo de un grupo formado especialmente, que incluso ya había trabajado en la detención de Lino Oviedo”. 
Les prometió que el miércoles 23 de enero, Arrom y Martí serían puestos en manos de la Justicia, para ser procesados, con todas las garantías constitucionales.

Silvio Ferreira
Julio Cesar Fanego
Visita de Ferreira y charla telefónica con Fanego

Desde el momento de ser secuestrados, Juan Arrom y Anuncio Martí fueron mantenidos en cautiverio en tres lugares distintos.
El primer sitio, no identificado, habría sido una finca rural en la zona de Paraguarí. El segundo lugar fue una casa a la que los captores se referían como Base 3, y fue ubicada posteriormente sobre las calles Mongelós y Alonso, en el barrio 8 de diciembre de Villa Elisa, que resultó ser propiedad del sub comisario Antonio Gamarra.
La tercera casa estaba a unas ocho cuadras de la segunda, sobre la calle Estero Bellaco casi Indio Guaraní, barrio 29 de setiembre de Villa Elisa, y pertenecía a Octavio Francisco Flores. El cuidador de la residencia, Esteban Centurión, contó que el dueño, junto con el subcomisario Gamarra, apareció el 24 de enero a pedir que la desaloje durante unos ocho días, y lo trasladaron a la otra casa de Gamarra, la conocida como Base 3.
Juan Arrom relata que cerca del mediodía del segundo día de su cautiverio, el viernes 18, la fecha en que fue liberada María Edith, lo llevaron en un auto Peugot blanco a un lugar distante, un campo al costado de una ruta, hasta donde llegó una camioneta Mitsubishi color plateado. Descendió el ministro de Justicia y Trabajo, Silvio Ferreira, a quien Arrom conocía bien, pues habían compartido numerosas acciones políticas en épocas de la dictadura.
El secuestrado alega que le rogó que interceda, para que dejen de torturarlos y sean liberados. Ferreira le contestó: “No te preocupes, no te van a tocar más, se te va a enviar un médico. Ahora mismo voy a hablar con Fanego y te vamos a dar garantías”. Al poco rato, el ministro se marchó, dejándolo nuevamente en poder de sus captores.
Lo llevaron de vuelta a su lugar de reclusión y como media hora después, uno de sus captores le acercó un teléfono celular, diciéndole que el ministro del interior, Julio César Fanego, iba a hablar con él.
Arrom, aquí estoy con el ministro Ferreira. El está escuchando lo que te voy a decir. Colaborá con la gente que te vamos a enviar, te vamos a dar todas las garantías y te vamos a sacar del país”, asegura Arrom que le dijo Fanego.
Y agrega: “No puedo negar que me corrió un escalofrío por todo el cuerpo, al saber que de mi detención ilegal, secuestro y tortura, estaban al tanto las más altas autoridades nacionales y que se estaba manejando en las más altas esferas del poder”.  

El fiscal Oscar Latorre muestra los 350 mil dólares que presuntamente Juan Arrom entregó a Marcos Álvarez.
 Rescate, escándalo e impunidad.

Esteban Centurión, ex cuidador de la casa donde estaban cautivos Arrom y Martí, fue clave para que sean encontrados tras 14 días de cautiverio. Extrañado por el movimiento de personas y vehículos que entraban y salían, Centurión llamo por teléfono a Cristina Arrom, al mediodía del 30 de enero, y confesó su sospecha de que Juan y Anuncio estarían en esa vivienda.
Cristina y su hermana Maria Auxiliadora llegaron y montaron guardia a distancia, mientras convocaban a periodistas, y a otros familiares y amigos. Con la llegada de móviles de Telefuturo y Radio Ñandutí, se empezó a generar una concentración de personas, que alertó a los que estaban en la casa.
Como a las 17:00, dos automóviles Volkswagen Gol, sin chapas, salieron de la casa y se alejaron con rapidez. Las hermanas Arrom y los periodistas se aproximaron con cautela y vieron una mano que emergía a través de una de las ventanas. Se oyó un grito: “¡Estamos aquí…! ¡Somos Juan y Anuncio…!”.
Al poco rato, los dos políticos “desaparecidos” salían del interior, con el torso desnudo y visibles heridas de torturas.
Una verdadera multitud se congregó frente a la casa, mientras Arrom y Martí relataban entre sollozos la situación sufrida.
El caso estalló con gran repercusión nacional e internacional. “Terrorismo de Estado” decía el título de tapa de los diarios. En los siguientes días se instaló una gran crisis política, que causó la renuncia de los ministros Silvio Ferreira y Julio César Fanego, y de jefes policiales.
El fiscal general del Estado, Oscar Germán Latorre, llamó a conferencia de prensa para señalar que una cosa era el presunto secuestro de Arrom y Martí, y otra muy distinta la participación de estos en el secuestro de María Edith de Debernardi, mientras exhibía los 350 mil dólares del pago del rescate que presuntamente Arrom y Alcides Oviedo dejaron en manos de Marcos Álvarez.
Sin embargo, el Estado paraguayo no fue capaz de garantizar un juicio objetivo para sancionar a sus miembros que actuaron al margen de la Ley. En el juicio del caso Arrom y Martí, a pesar de múltiples evidencias, los secuestradores de los dos políticos izquierdistas quedaron libres. Paralelamente, Arrom y Martí, junto a Víctor Colmán, huyeron de la Justicia que los investigaba por el caso Debernardi, y lograron que el Comité Nacional para los Refugiados (Conare) del Brasil los acoja en carácter de refugiados políticos en el vecino país.
Más recientemente, obtuvieron que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) admita una demanda contra el Estado Paraguayo por haber sido presuntamente secuestrados y torturados ilegalmente por agentes policiales. Es decir, el Estado paraguayo deberá responder internacionalmente por no haber actuado debidamente en su momento, en este caso.
A casi 10 años, todavía no está cerrado ni el caso Arrom y Martí, ni la presunta participación que ambos podrían haber tenido en el secuestro de María Edith, ni en la formación inicial del EPP.
En su libro “Programa Político del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP)”, Alcides Oviedo Brítez admite que Juan Arrom formó parte del grupo. 
"El renegado Arrom ha desertado cobardemente ante las primeras escaramuzas contra los contrarrevolucionarios, se zambulló bajo las sotanas de su suegrastro, el obispo libidinoso Fernando Lugo, buscando la ruta más rápida hacia la frontera brasileña. Abandonó a todos sus compañeros y de haber tenido posibilidad, se hubiera ido como refugiado a la estación espacial", señala el considerado comandante en jefe del EPP.



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