Hoy paso de predicciones agoreras acerca de lo mal que le irá a la economía paraguaya en el 2012.
No me vengan con más cuentos de ciencia ficción sobre el Metrobus, ni me digan dónde hubo un nuevo brote de dengue o de fiebre aftosa, ni me revelen qué previsible pre candidato presidencial se sometió a un lifting del cerebro.
Hoy no quiero que me hablen de siniestras conspiraciones para impedir el ingreso de Chávez al Mercosur, ni de privilegiados sobrinos presidenciales que siempre ganan licitaciones de obras públicas.
Hoy no deseo que me muestren a cuántos infernales grados subió el termómetro de la esquina, ni que me anuncien a cuántos desdichados usuarios más la Ande nos dejará sin energía eléctrica en el momento menos pensado.
No es que quiera evadirme de toda la realidad tan real que padecemos en esta orilla del mundo.
No.
Sucede, simplemente, que en pocas horas más será Nochebuena… y el recurrente lata parará de los francotiradores mediáticos no nos permite detenernos a escuchar y apreciar la música de las cigarras.
Hoy quiero el aroma de los cocoteros en flor y la frescura del ka’avovei inundando la noche.
Quiero risa de niños correteando con brillo de estrellitas en las manos.
Un largo y cálido abrazo de reencuentro con el hermano que llegó de lejos.
La dulzura de un villancico en la voz sin tiempo de Los Tres Sudamericanos.
Los deliciosos chismes y chistes en la mesa familiar, enredándose con el aroma del asado a la parrilla.
La grotesca figura del tío Juan disfrazado de Papá Noel y su bolsa de regalos.
Hoy quiero humorísticas anécdotas salvadas del olvido por una ronda de amigos.
Quiero llamadas telefónicas de larga distancia y lágrimas de techaga’u en los rostros.
Un nombre querido saludando en la pantalla de la notebook desde otro lado del mundo.
Hoy quiero saborear la memoria de mi pueblo natal en los trozos de frutas del clericó.
Cerrar los ojos por un instante y sentir que está viva la esperanza, y que todo esto nos dará claridad, energía y fuerzas para seguir construyendo el país mejor que le vamos a dejar a nuestros hijos.
Hoy quiero una copa de estrellas burbujeantes contra las lucecitas del pesebre.
Y un abrazo cálido y fraterno que se va engendrando entre estas letras... hasta abrazar al mundo.
¡Feliz Navidad!
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