Qué
terrible noticia, Pablo Medina, la de esta calcinada tarde del jueves 16 de octubre
de 2014.
Qué
terrible que hayamos regresado otra vez, como en un siniestro túnel del tiempo,
a esa angustiosa tarde de hace 23 años, cuando mataron a Santiago Leguizamón en
otra frontera, un poco más arriba, también por intentar acallar su voz
incómoda.
O
a ese otro luctuoso día, hace 13 años, cuando mataron a tu hermano Salvador Medina,
en los montes de Canindeyú, para que deje de denunciar el tráfico de rollos de
madera, la siniestra red de corrupción y narcopolítica que se ha ido adueñando
de los territorios de la patria.
Me
acuerdo cuando nos abrazábamos para darnos coraje, en esos encuentros de
periodismo de riesgo, en que supuestamente nos adiestraban para burlar al
peligro.
Me
acuerdo por sobre todo de aquel curso para corresponsales de guerra que nos
tocó asistir juntos, en el campo de entrenamiento de la Caecopaz, en Campo de
Mayo, Buenos Aires, hace ya algunos años.
Horas
antes de internarnos en las trincheras, nos dieron una noche libre, en que nos
perdimos por los bares de Puerto Madero. Estaban Rosendo Duarte, Clide Noemi
Martinez, Mariana Ladaga Pereyras, Alberto Núñez Barreto, René Gonzalez, Aníbal
Gauto. Tomamos unas cuantas cervezas, hicimos muchas bromas, me acuerdo que
alguien te puso de apodo "Chupa Pou", porque unos días antes te
habían tomado de rehén los indígenas Aché de dicha comunidad, junto a otros
colegas, en su conflicto de tierras.
Nos
reímos mucho en la madrugada bonaerense, hicimos chistes, tomamos más cervezas,
nos abrazamos con afecto de colegas y de buenos amigos.
De
esa noche son algunas de estas fotos, que entonces nos sacó René.
Al
día siguiente nos metieron a los cuarteles por casi una semana. Nos dieron un
casco y una máscara de gas, nos hicieron correr entre obstáculos, arrastrarnos
sobre mierda en la oscuridad, saltar a un estanque, quedarnos acostados sobre
el asfalto mientras un tanque de guerra nos pasaba por encima, ser secuestrados
y aprender a negociar. Supuestamente nos adiestraban para escapar del peligro.
¿De qué te sirvió, querido Pablo…? Cinco certeros balazos de sicario acribillaron tu tenaz labor informativa, junto con los jóvenes sueños de tu acompañante, Antonia Maribel Almada, en una desolada y roja carretera de Canindeyú.
Triste
país este, que a veces parece avanzar con luces de esperanza, y en otras
retroceder terriblemente hacia los tiempos más grises y las prácticas más
oscuras. En estos días, cuando un estudiante chileno era secuestrado por la
policía, como si viviéramos en las peores épocas de la dictadura, me preguntaba
cuál sería la próxima mala noticia. Nunca creí que sería tu muerte, de la que tardé en enterarme, porque estaba haciendo
tareas de campo en zonas remotas, sin conexión a internet.
Cuando
lo supe, gracias a una solidaria llamada de la amiga y colega Susana Oviedo, no
pude más que enviar un gran abrazo de solidaridad a todos mis colegas del
diario ABC Color, y a todos mis colegas periodistas hombres y mujeres de todos
los medios y ámbitos, con quienes comparto este hondo pesar, esta dura
indignación, y sobre todo esta certeza reafirmada de que no acallarán nuestra
voz, ni lograrán que retrocedamos en nuestra tarea de seguir contando lo que
pasa, junto a la gente, siempre con la gente.
Pablo
querido, estés donde estés, seguramente ya reunido con Salvador, en tu memoria
hago un brindis como aquella madrugada de risas y de abrazos, para vencer al
miedo, para darnos coraje, para que estemos juntos, más que nunca, entre
nosotros y con la gente buena. Y que no nos cansemos de exigir justicia, en tu
nombre y el de todos nuestros colegas asesinados, en la mayoría de los casos todavía
en la impunidad.
(Escrito y divulgado en las
redes sociales en la tarde del jueves 16 de octubre, a pocas horas del
asesinato de Pablo Medina, corresponsal del diario ABC Color, en la región de Villa Ygatimí, Canindeyú, donde dos sicarios lo acribillaron a él y a su acompañante Antonia Almada. Lo rescato en este blog, a pedido de varios lectores).
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