Hay un
punto de inflexión significativo en la acción del grupo armado Ejército del Pueblo Paraguayo
(EPP), marcado por el violento ataque con bombas a la emisora Radio Guyrá
Campana, de Horqueta, Departamento de Concepción, ocurrido en la noche del jueves 4 de octubre, y en la
amenaza concreta a miembros de la prensa, expresada en las copias del comunicado que
dejaron en el sitio.
Aunque
no es la primera vez que el EPP asume como blanco a un medio de comunicación y
a trabajadores de prensa, si constituye una nueva modalidad que la acción apunte
directamente a silenciar a una de las emisoras radiales más emblemáticas y
escuchadas en su zona de influencia, haciendo explosionar bombas caseras armadas
con polvora en gel en los estudios de transmisión, e incluso buscando derribar
la antena de transmisión con una tercera
bomba que finalmente falló.
Ya en
enero de 2011, miembros del EPP habían hecho explosionar una bomba de menor
porte en la estación del Sistema Nacional de Televisión, Canal 9, en Asunción,
pero en aquella ocasión los daños fueron mínimos.
Entonces habían dejado un comunicado que ya contenía mensajes de amenaza
a la prensa: “Hemos sido respetuosos con los medios de comunicación y los
periodistas y estos nos han respondido con la defensa intransigente de los
criminales, incitándolos a derramar más y más sangre revolucionaria,
felicitándolos con posterioridad sus crímenes, ayudándolos a llevar adelante
sus maléficos planes”.
Advertían
aquella vez que los periodistas iban a pasar a convertirse en “objetivo militar”
de las “fuerzas revolucionarias” y anunciaban que “recibirán merecidos castigos
por ser cómplices y encubridores de los enamorados del gatillo, agrupados y
capitaneados por el obispo Católico, oportunista y traidor”, refiriéndose al
entonces presidente Fernando Lugo.
Esta
vez, la acción violenta contra Radio Guyrá Campana y las amenazas transmitidas
verbalmente, en el sentido de que “deben prepararse a morir” los comunicadores Fredy Rojas,
corresponsal de ABC Color en Horqueta y también directivo y miembro del plantel de la emisora atacada, y sus
compañeros Juan Benítez y María Victoria Piccardo, por presuntamente ser
voceros de la “guerra sucia” estimulada desde el Gobierno contra el grupo armado, reviste la historia con un tono de mucha mayor gravedad: hoy los periodistas y el periodismo han pasado a ser también blanco directo del EPP.
Estas amenazas cuasi mafiosas contradicen a la pretendida imagen
de guerrilla revolucionaria que el EPP acostumbra reivindicar en sus discursos,
panfletos y comunicados. Aún en los conflictos bélicos más encarnizados, ocurridos en
distintas épocas de la historia y en diferentes regiones del mundo, la labor de los corresponsales de prensa
acostumbra ser respetada por su gran valor testimonial y documentador, más allá de la
ideología política que pueda tener cada uno de los comunicadores, o que puedan ostentar los dueños de las empresas
de comunicación para las que trabajan, o aún de los encontrados intereses en pugna y las partes en disputa.
Aunque a muchos colegas les pueda resultar difícil cumplir con el principio exigido
de la supuesta objetividad o neutralidad profesional, ello no justifica matar
al mensajero.
En este desgarrado país, de profundas necesidades y desigualdades sociales no atendidas por los
sucesivos Gobiernos, y con altas dosis de violencia e impunidad impuestas por sectores
del narcotráfico y del crimen organizado,
con sus complejas ramificaciones en las esferas de los poderes del Estado, los
periodistas paraguayos ejercemos nuestra profesión –con todas sus luces y sus sombras- como una
permanente situación de riesgo.
Parece
que a esos muchos desafíos… hoy debemos agregar, además, las nuevas y
crecientes amenazas de los miembros del EPP.
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