Las
vueltas que da la vida ...y a veces, la muerte.
Hace
poco más de 21 años, un 26 de abril de 1991, casi al mediodía, Santiago
Leguizamón despidió su programa Puertas Abiertas, en Radio Mburucuyá, y abordó
su automóvil, acompañado de su fiel escudero Baldomero Carapé Cabral,
entusiasmado con la idea de ir a celebrar el Día del Periodista con sus
compañeros de la emisora, en el fronterizo bar El Pato.
En plena avenida internacional entre Pedro Juan Caballero (Paraguay) y Ponta Porá (Brasil), la
llamada “tierra de nadie”, tres hombres armados bajaron de un auto Gol negro y le
cerraron el paso. Eran José Aparecido de Lima (Ze Lima), José Francisco
Araulho (Tiro Certo) y Bras Vaz de
Moura, que apuntaron y dispararon a
quemarropa contra el periodista. Otro
sicario, José Paulo Dos Santos Galdino (Paulao) actuó como campana, ocupándose de vigilar
y avisar que Santiago iba en camino.
El periodista fue acribillado y asesinado con 21 certeros balazos.
Años después, la
Policía brasileña detuvo por otros crímenes a alguno de los sicarios en Campo Grande, quienes confesaron
haber matado a Leguizamón por encargo de Daniel Álvarez Georges y Luis Enrique Tulú Rodríguez Georges, hijo y sobrino, respectivamente, del entonces
poderoso empresario fronterizo Fadh Yamil Georges.
Pero como en Brasil no había
proceso por la causa, los sicarios (y los autores morales) no pudieron ser
procesados por el asesinato.
La
Policía y la Justicia paraguayas nunca demostraron verdadero interés en aclarar
el crimen ni en atrapar a los sicarios y autores morales. Por el contrario, fueron
cómplices por omisión y encubrimiento.
A pesar
de una orden de detención en su contra, Tulú Rodriguez Georges se paseaba tranquilamente por
las calles de Pedro Juan Caballero, hasta que, el 5 de setiembre de 1996, el juez
paraguayo Albino Aquino Amarilla lo exhimió de la prisión con una cuestionada resolución. Aunque Tulú no quedo
desvinculado de la causa, nadie más volvió a molestarlo, y el voluminoso expediente
número 70 del Juzgado del Crimen de Amambay quedó archivado entre los polvorientos
anaqueles.
Habrá quienes
hablen de la justicia divina, y quienes digan que ella siempre llega a donde no
llega la limitada (in)justicia humana.
Habrá quienes recuerden el viejo refrán
de “el que a hierro mata, a hierro muere”, o cualquier otra de esas remanidas
frases hechas, que suelen calzar muy bien en estos casos.
Yo
prefiero hablar de las vueltas que da la vida ...y a veces, la muerte.
En la
tarde de este último jueves 4 de octubre de 2012, en Ponta Porá, Brasil, a casi 40
cuadras del lugar donde Santiago Leguizamón fue emboscado y muerto por aquellos
oscuros sicarios, poco más de 21 años después, otros sicarios emboscaron y acribillaron a
Daniel Tulú Alvares Georges, y lo asesinaron de 17 balazos, junto a uno de
sus guardaespaldas.
Hoy viernes leo
en la portada de los diarios: “Muere acribillado presunto autor moral del
crimen de Leguizamón”.
Insisto:
Las vueltas que da la vida ...y a veces, la muerte.
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