Son dos artículos escritos y publicados en el diario Última Hora, en distintos momentos, pero que se complementan.
El primero se publica este sábado, 18 de
julio, luego del asesinato -en dos atentados- de cinco policías, y en que una
verdadera crisis de inseguridad se instala en el país, a pocos días de que se
haya vivido una especie de éxtasis con la visita del Papa Francisco.
El segundo de ellos se publicó cuatro meses
antes, tras el asesinato de tres peones en la Estancia Alegría. Una lectora lo
rescató este sábado, vía Twitter.
Son dos reflexiones sobre una misma problemática:
La espiral de violencia armada, junto a la amenaza de la narcopolítica, que nos
va consumiendo.
Peones o policías, gente humilde, gente del pueblo, cuyas vidas parecen no importar mucho.
Rápido se acabó la euforia de la visita papal.
La cruda realidad está aquí, de nuevo.
¿Qué hacemos, al respecto...?
Peones o policías, gente humilde, gente del pueblo, cuyas vidas parecen no importar mucho.
Rápido se acabó la euforia de la visita papal.
La cruda realidad está aquí, de nuevo.
¿Qué hacemos, al respecto...?
La sangre de los
policías caídos exige justicia digna
Por Andrés Colmán Gutiérrez –
@andrescolman
El
avión del papa Francisco apenas había despegado de territorio paraguayo, en la
noche del domingo, cuando ya la ingrata noticia estallaba en las redacciones:
En la zona de Ko'ê Pyahu, San Pedro, acababan de ser ejecutados a balazos los
policías Adalberto Candia y Egidio Ramón Chávez, y la camioneta patrullera en
que viajaban fue quemada por los atacantes, presumiblemente miembros del grupo
armado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP).
La
tregua ante la violencia criminal duró poco. La ciudadanía aún se hallaba en
una especie de éxtasis colectivo tras la visita papal, cuando ya la muerte
instalaba de nuevo su trágica realidad, la que intentó ser ignorada por las
autoridades del Gobierno y por los referentes de la Iglesia Católica durante
los actos con el Papa.
El
grito colectivo de "¡Edelio! ¡Edelio!", con que la multitud clamó
ante Francisco en el encuentro con la sociedad civil, encontró una respuesta
confusa por parte del ilustre visitante: "Alguien me dijo, mire, fulano de
tal está secuestrado por el Ejército, haga algo... Me lo dijeron cuando
entraba, me lo dijeron acá, y que pidiera por no sé quién, no oí bien el
apellido".
¿No
hubo nadie cercano que le explique bien al Papa la situación del policía Edelio
Morínigo, secuestrado desde hace más de un año por el EPP? ¿No hubo nadie capaz
de contarle qué es el EPP, qué hace la Fuerza de Tarea Conjunta, qué es lo que
pasa en el Norte, qué es lo que pasa en gran parte del Paraguay...?
Aun
así, la respuesta del Papa resultó clave: "Para que haya una verdadera
cultura en un pueblo, una cultura política y del bien común: Rápidos, juicios
claros, juicios nítidos. Justicia digna".
Es lo
que falta en el Paraguay. Allí tenemos el caso Curuguaty, o los casos de los 17
periodistas asesinados por el narcotráfico, o los casos de 115 líderes
campesinos asesinados, según el Informe Chokokue. Sin olvidar el caso del Marzo
Paraguayo, el caso Ycuá Bolaños, el caso Rosa Rodríguez, tantos casos, tantas
muertes sin castigo, o con castigos a medias, tanta impunidad... ¿Rápidos
juicios justos...? ¿Juicios nítidos...?
Este
viernes, otro criminal atentado contra otra patrullera policial, esta vez en la
zona de Yaguareté Forest, también en San Pedro, ha cobrado la vida de otros
tres policías: Agustín Romero, Roque Salinas y Crispín Rojas. Ya son 18 los
policías asesinados, presuntamente por el grupo armado.
Cómo
ignorar el dolor y la indignación, la fuerte crítica a la incapacidad del
Gobierno por detener la ola de violencia. La destitución del ministro del
Interior es un reclamo lógico. Pero la cuestión de fondo sigue resonando con
las palabras de Francisco: Rápidos, juicios claros, nítidos. Justicia digna.
(Publicado en la columna “Al otro lado del
silencio”, sección Opinión, diario Última Hora, sábado 18 de julio de 2015).
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Aprender a vivir con un
conflicto armado
Por Andrés Colmán Gutiérrez –
Twitter:@andrescolman
Aunque
muchos se resistan a admitirlo, hace rato que el Norte del Paraguay sufre una
situación de conflicto armado, que genera víctimas y tiene efectos directos o
colaterales no solo en los pobladores campesinos, sino también en los ganaderos
y empresarios rurales, perjudicando a la economía regional.
El
ajusticiamiento de tres peones de la estancia Alegría, en Tacuatí, crimen
presuntamente cometido por miembros del Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP),
muestra los niveles de violencia desmedida a los que han llegado los
integrantes del grupo armado, que insisten en presentarse como guerrilleros,
aunque desde el Estado se los acusa de ser criminales terroristas.
De
confirmarse la responsabilidad del EPP en el asesinato de los peones, se
establece una vez más la grave contradicción de un grupo de hombres y mujeres
que dicen alzarse en armas en defensa de los más pobres, pero que terminan
asesinando impune y cobardemente a humildes obreros asalariados, por más de que
estos hayan violado las "leyes revolucionarias", que mandan no
realizar desmontes, ni cultivar transgénicos ni utilizar agrotóxicos, sin
importar que solo cumplían con sus patrones en el duro oficio de ganarse la
subsistencia.
Lo más
terrible es que la muerte de los tres peones –Cipriano López, Eladio Pavón y
Ramón Aguilar– no ha producido ninguna conmoción en la sociedad paraguaya.
Aunque hayan merecido destaques informativos en los medios de prensa, esta vez
no hubo indignación, ni actos públicos ni marchas de protesta ni misas
solidarias, ni siquiera pronunciamientos, como en otros casos. ¿Será que
acabamos acostumbrándonos a la violencia y a los asesinatos, como quien se
acostumbra a ver caer la lluvia?
Es lo
que les sucede a los pobladores del Norte. Ante la ineficacia del Estado en
resolver el conflicto, se adaptan a la situación para sobrevivir: callan ante
los abusos, se hacen cómplices, sufren en silencio y acaban justificando lo
injustificable.
El Estado
sigue perdiendo la guerra ante los grupos armados, como ante los grupos del
narcotráfico. Y lo más preocupante: según las más recientes denuncias de los
comisionados del Mecanismo Nacional de Prevención de la Tortura, los miembros
de las Fuerzas de Tarea Conjunta cometen abusos y violaciones de derechos
humanos contra la población civil.
Es el
terrible escenario en que se está convirtiendo la región norte del Paraguay. Y
si no nos involucramos activamente en la búsqueda de respuestas, acabaremos todos
atrapados por el infernal círculo de la violencia.
(Publicado en la columna “Al otro lado del
silencio”, sección Opinión, diario Última Hora, sábado 28 de marzo de 2015).
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