Ahora que pasó el vendaval mediático de la visita del papa Francisco al Paraguay, ahora que se disipan un poco más las emociones y vuelve a instalarse de a poco la aparente normalidad de nuestra vida cotidiana, quedan muchos detalles que en su momento no pudimos resaltar, atrapados por el vértigo de la cobertura papal.
Como en
todo gran acontecimiento, quedan imágenes maravillosas, pero entre ellas
también otras que pueden resultar tristes, o lamentables, o indignantes, aunque
probablemente no empañen el conjunto de los muchos logros.
Más
allá del entusiasmo o del fervor religioso o humano que nos haya inspirado la
figura del Pontífice, a quienes somos periodistas se nos pide tener siempre una
mirada más crítica y profesional, que ayude a leer mejor los signos tras los
hechos.
En ese
sentido, hay una imagen que en especial nos indignó a quienes desde hace tiempo
venimos reclamando justicia para los 17 periodistas asesinados hasta ahora (ver informe), y a los que
reclamamos una actitud más firme de las instituciones del Estado -en especial
de la Justicia-, ante los siniestros avances de la llamada “narcopolítica”.
Hablo
de la escena que se vivió en la noche del viernes 10 de julio, cuando tras
haber mantenido una reunión privada con el presidente de la República, Horacio
Cartes, en el Palacio de López, el Papa fue conducido a los jardines para el
acto público.
Fue en
ese momento cuando, según la crónica de los reporteros presentes, Cartes detuvo
la marcha y pidió al Papa que salude a la diputada colorada por Canindeyú,
Cristina Villalba, quien recientemente había sufrido la pérdida de su hijo
adolescente en un trágico accidente de tránsito en la zona de Ypejhú.
La foto
de ese preciso momento en que el Papa consuela a la legisladora e incluso le
acaricia el rostro, sin duda muestra el lado humano y caritativo del Santo Padre,
lo cual es coherente con su personalidad.
Lamentablemente,
esa imagen también tiene un sentido, un efecto y una interpretación política.
La
diputada Cristina Villalba –con quien humanamente uno siente pena por la
trágica muerte de su hijo- es también una de las figuras más cuestionadas de la
llamada “rosca de la narcopolítica”, ese mismo sector al que, poco minutos
después, Francisco estuvo fustigando en su primer discurso en Paraguay (“¡Que
no haya más víctimas de la violencia, la corrupción o el narcotráfico!”).
¿Sabía
el papa Francisco que la misma legisladora a quien estaba consolando, bautizada
popularmente como “la madrina del Norte”, es una de las incluidas en el
polémico informe de la Comisión Bicameral de Investigación del Congreso
Nacional, por sus conexiones con los narcotraficantes acusados del asesinato
del periodista Pablo Medina, ese quemante documento que el Ministerio Público y
la Justicia siguen ignorando olímpicamente? (Esto lo escribí sobre el tema en ÚH)
Obviamente,
en la acción del presidente también había un gesto político: buscar
reivindicar, a través del acercamiento con el Papa, a quien fue su amiga y gran
aliada, su principal operadora política durante su campaña electoral en
Canindeyú.
Esa
foto del Papa consolando a Cristina tiene en realidad la intención de lograr un
blanqueo político y mediático de la legisladora, y que en la práctica refuerza
la valla de impunidad por la que hoy fiscales y jueces evitan investigarla a
fondo, al igual que a sus aliados también acusados, como el actual gobernador
de Canindeyu, Alfonso Noria
(Lean lo que escribe Mengo).
De
alguna manera, al Papa le pusieron una “cáscara de banana” en este tema. Y es
igualmente lamentable que la Jerarquía eclesial paraguaya lo permita, que sus
miembros no hayan alertado al Papa, o al menos que no marquen una postura
crítica ante la grosera manipulación de la figura del Santo Padre.
Dirán
que fue apenas un “detallecito” anecdótico dentro de lo que fue la visita de
Francisco, pero ese detalle sí tiene un fuerte efecto en la política interna
para quienes seguimos bregando por un Paraguay sin narcopolítica, sin más
asesinatos violentos por la acción criminal de las mafias y de sus referentes
políticos.
Por
fortuna, los mensajes y otras acciones que nos dejó Francisco si animan a
seguir luchando por ese ideal –y por el país que queremos dejarle a nuestros
hijos-, a pesar de quienes desde el poder amparan a los corruptos y criminales,
con el silencio o la complicidad de muchos referentes religiosos.
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