Los
periodistas no somos policías, ni fiscales, ni jueces.
Cuando investigamos un
hecho ilegal o irregular, lo hacemos esencialmente para informar acerca de
ello, pero la acción que debe seguir en el campo de la justicia o de la
política, ya no nos corresponde, sino a los agentes del Estado, que son quienes
deben tomar el tema y proceder en consecuencia.
En el
Paraguay, sin embargo, los periodistas nos hemos acostumbrados a que nuestros
trabajos periodísticos queden en el “opa rei”, el folklórico nombre que le
damos a la impunidad.
En
lugar de tomar e indagar más a fondo lo que a veces revelamos, los actores del
poder y de la Justicia casi siempre acaban encubriendo el asunto, probablemente porque tienen
muchos intereses que se ven afectados o en peligro en lo que se revela.
“Ser
periodista es una frustración” había escrito al respecto, hace ya varias
décadas, el colega y maestro Alcibiades González Delvalle. Sin embargo, también
hace mucho que los periodistas esencialmente dedicados al oficio investigativo
hemos decidido no rendirnos ante esta triste realidad, y hemos decidido seguir
trabajando, aceptando la idea de que, aunque nuestras investigaciones no
produzcan sanción judicial o política, deben producir al menos una sanción
moral: que la gente sepa lo que pasa y catalogue a los que documentadamente se
compruebe que son corruptos, como lo que en verdad son: bandidos,
sinvergüenzas, traidores a todo aquello que la sociedad espera de ellos…
Aun así,
siempre abrigamos la secreta esperanza de que nuestro trabajo periodístico
investigativo produzca efectos, no solamente en la conciencia de la gente, sino
también en la acción de las instituciones del Estado.
Por
ello, es una satisfacción para quienes abrazamos este género, que este
miércoles 5 de agosto de 2015 se haya iniciado el primer juicio político a dos
altos funcionarios del Estado –en este caso el contralor general Oscar
Velázquez (del Unace) y la subcontralora Nancy Torreblanca (del PLRA)-, a partir
de un caso de corrupción denunciado por una investigación periodística, lo que
se ha dado a conocer popularmente como “el caso de la secretaria de oro” o “el
caso de la secretaria vip”.
Más
allá de las razones políticas o coyunturales que provoquen este saludable
fenómeno, y más allá del resultado final que pueda llegan a tener, lo que está
sucediendo es muy importante para fortalecer el proceso democrático, ayudando a
la transparencia, a la lucha contra la corrupción y la impunidad, a la vez que
fortalece un modelo de periodismo que indaga, que cuestiona, que denuncia, que
pone en evidencia los abusos.
Es
particularmente aún más satisfactorio que ese trabajo haya sido iniciado en
Última Hora –el diario en que me toca trabajar desde hace décadas-, a cargo de
una compañera tenaz como Rossana Escobar, tan modesta que ni siquiera firmó la
mayoría de sus reportajes. Esta es la historia de cómo se inició la
investigación y cómo fue creciendo:
Como
decimos en el título: Son pequeñas grandes satisfacciones que uno a veces tiene
en este oficio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario