sábado, 17 de febrero de 2018

Cenizas de revoluciones




Tenemos urgencias, amores que matan
tenemos silencio, tabaco, razones
tenemos Venecia, tenemos Manhattan
tenemos cenizas de revoluciones

(Joaquín Sabina, Más de cien mentiras)


***

Lo bueno de que tengamos cenizas de revoluciones, es que nos dan la certeza de que en algún momento hubo fuego ardiendo, sueños en llama viva, utopía encendida iluminando el mundo. 
Lo malo es que reneguemos de ellas, atacados por alguna culposa y macondiana gripe del olvido, o que no aprendamos de sus errores y estemos tentados a repetirlos una y otra vez, ignorando quizás lo que alguna vez dicen que dijo el propio Marx: la historia ocurre casi siempre la primera vez como tragedia y luego se repite como farsa, o como comedia. 
Es decir: primero Karl y luego Groucho (o viceversa). 
Todavía nos cuesta aprender que, del otro lado de nuestros lúgubres Stroessner o Pinochet, también los Lenin tuvieron a sus Stalin, y los Che o los Sup Marcos tuvieron a su Pol Pot y a su Abimael Guzmán.
Nada resume tanto la decadente y sin embargo romántica nostalgia revolucionaria, vivida desde una historia personal de encuentros y desencuentros de amor fugaz en dos tiempos, que la canción “Leningrado”, con la exquisita poética letra de Joaquín Sabina y música de Jaime Asúa, contenida en el último disco del ubetense, “Lo niego todo”.

Les dejo aquí la letra y el enlace con la canción, (por cierto una de las favoritas de Desirée).

Me doctoré en tus labios de ocasión
en una sórdida pensión de Leningrado
sin pasaporte y fuera de la ley
pero borracho como un rey desheredado

Cincuenta rublos era un potosí
y tu desnudo un maniquí de grana y oro
nos dieron llaves de la suite nupcial
que era un cuartucho de hospital… sin inodoro

Nos quedaba para un vodka con limón
y un tostón de Menchevique de la esquina
cuando agonizó el palique, qué ansiedad,
te empecé a desabrochar la gabardina

No era fácil en la Unión Soviética
ir por condones a recepción
a años luz de la rutina
anidó una golondrina en mi balcón

No sé qué nos pasó ni cómo fue
que nos cruzáramos aquella noche loca
balbuceamos cursiladas todo a cien
y rodamos descosiéndonos la boca

nos matábamos de ganas de vivir
sobreactuando el Vodevil de la Bohemia
no dormir era más dulce que soñar
y envejecer con dignidad una blasfemia

Tú con boina, yo con barba, viva el Che
recién conversos a la fe del hombre nuevo
no había caído el Muro de Berlín
ni reventado el polvorín de Sarajevo

porque la revolución tenía un Talón 
de Aquiles al portador
y flotando entre las ruinas
enviudó una golondrina en mi balcón

Ayer salías, morena, de un café
ya casi medio siglo que no te veía
eras rubia, si no recuerdo mal
dije, y mintiendo, estás más guapa todavía

Me aceptaste una cerveza sin alcohol
se nos había muerto el sol en los tejados
funerales, y con nada que decir
vi en tus pupilas un añil mal dibujado

No sé por qué sigo escribiendo esta canción
pero me sangra el corazón cuando lo hurgo
supe que te casaste con un juez
y Leningrado es otra vez San Petesburgo

Ni siquiera comentamos si quedamos
pásame tu dirección
y de vuelta a la oficina
se estrelló una golondrina en mi balcón

Porque la revolución tenía un Talón 
de Aquiles al portador
y flotando entre las ruinas
enviudó una golondrina en mi balcón



No hay comentarios:

Publicar un comentario