Pero
Borges era Borges, el de la escritura más brillante en la literatura
hispanoamericana y se le podía perdonar casi todo. Extraviado en su laberinto
de interminables bibliotecas, el ciego genial nunca pudo comprender las
pulsaciones vitales del alma popular.
La
literatura no puede ignorar un fenómeno social capaz de mantener a la humanidad
entera paralizada frente a una pantalla de televisión.
Más allá de Borges, el
fútbol ha encendido las pasiones de muchos narradores y poetas, inspirando
obras memorables. El austriaco Peter Handke escribió una inquietante novela, La angustia del arquero frente al tiro penal, de la cual el alemán
Win Wenders hizo una bella película. El catalán Manuel Vázquez Montalván llevó
a su detective Pepe Carvalho a bucear de lleno en los arrabales del mundo
futbolero, con su aventura policial El delantero centro fue asesinado al
atardecer.
Pero
nadie escarbó tan a fondo en la historia y las contradicciones del deporte de
masas como el uruguayo Eduardo Galeano, en su libro El fútbol, a sol y a
sombra. Y ningún otro escritor se reveló tan apasionadamente futbolero
como el novelista argentino Osvaldo Soriano, autor de tantos relatos sobre
partidos surrealistas y goles imposibles, como El penal más largo del
mundo.
En la
literatura paraguaya hay un cuento precioso de Augusto Roa Bastos, El
crack. Narra la historia del Goyo Luna, puntero izquierdo del club Sol de
América, que vuelve desde la muerte para librar su último partido, mágico,
sobrenatural, heroico y sublime, para salvar a su club de una segura derrota.
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