Allí
estamos todos y todas, en esa clásica pose de turistas provincianos o 'valles'
al pie del Obelisco de Buenos Aires, sintiéndonos 'paraguas' conquistadores de
la madrugada porteña.
Allí
estamos, a pocas horas de internarnos en un cuartel militar de Campo de Mayo y
ser descuereados hasta la humillación por los Cascos Azules de Caecopaz -
Naciones Unidas, en una semana de torturas a la que eufemísticamente llaman
'Curso para Corresponsales de Guerra'.
Pero
eso será mañana... Ahora estamos allí, inmortalizados en la foto (que con toda
seguridad la tomó el gran Rene González, ya que es el único que no aparece en
cuadro) poco después de la medianoche de algún mes que no recuerdo, pero estoy
casi convencido de que el año era 2007.
Estamos
allí, quizás un poco ateridos por el frío porteño, lo cual explica las camperas
y los abrigos, aunque Rosendo Duarte aparezca en mangas de camiseta, talvez más
debido a las cervezas que nos habíamos tomado que a su legendario coraje de
corresponsal fronterizo en Salto del Guairá. Yo aparezco en el medio, por pura
y simple casualidad geográfica, aunque habrá quien diga que siempre quiero
estar en el centro de las cosas (o de las fotos). A mi izquierda está la reina
del periodismo del Sur, Clide Noemi Martinez (eso mirado desde nuestra
perspectiva, no la del fotógrafo que mira desde el lente de la cámara, ni de
quienes ahora miran la foto).Y a mi derecha está él, Pablo Medina, el único del
grupo que hoy ya no podrá aparecer nunca más junto a nosotros en ninguna otra
foto, porque unos cobardes y asesinos disparos nos robaron para siempre esa
posibilidad. A su lado está Mariana Ladaga Pereyras, la tenaz reportera triple
fronteriza, junto al veraniego Rosendo. Y del otro lado el siempre pintoresco
Hombre del Norte, Alberto Núñez Barreto, que ya entonces compartía destino y
competencia con Pablo, en su escarlata Capi'ibary. La postal se completa con el
veterano reportero gráfico Anibal Gauto, sobreviviente de tantas batallas
periodísticas, que en aquellos días nos prodigó su locura y su talento.
Confieso
que extrañaba esta foto.
La
recordaba de memoria, porque la había perdido en algún apagón de archivo o
apocalipsis informatico... hasta que en estos días Clide me la devolvió en un
posteo feibusquero.
Amo
esta foto. Parecemos allí todos y todas tan inmortales, tan 'paraguas
conquistadores en tierras porteñas', como aquellos antepasados nuestros que
hace siglos llegaron desde Asunción a refundar Buenos Aires. Probablemente en
esa memorable madrugada de pizzas, cerveza y risas, nosotros no refundamos nada
más que la amistad y la camaradería, una idea compartida de periodismo de
riesgo, enarbolada por encima de nuestras limitaciones y medios precarios, de
nuestros sueños irreales y miedos reales.
Por eso
amo esta foto... Porque allí Pablo Medina está tan vivo y presente, y desearía
que esta vez la imagen resista a todos los apagones de archivos y apocalipsis
digitales, para que lo mantenga (y nos mantenga) a salvo, lejos de narcos
intendentes apadrinados por el poder, que se creen dueños de vidas y de países,
capaces de ordenar impunemente a oscuros sicarios que nos borren a balazos de
las fotos y de la vida.
Amo
esta foto... aunque las alcohólicas y fraternas madrugadas periodísticas junto
al obelisco porteño se hayan quedado allá tan lejos... y hayamos descubierto de
tan cruel y dolorosa manera que no somos inmortales.
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