jueves, 9 de agosto de 2007

Carta a una amiga que está lejos



"El derecho supremo es vivir, y cuando no se puede vivir en un sitio, el deber supremo es irse a vivir en otra parte".
(Rafael Barrett, "Emigración". Diario "El Nacional", 2 de julio de 1910.)

Mi querida Helena:
Hoy hace ocho meses y veintitrés días que te fuiste del país –como tantos compatriotas desesperanzados–, a buscar un futuro mejor en la vieja Madre Patria.
Aún recuerdo tu delgada figura en el frío salón del aeropuerto, aferrada a tu bolso como si fuera un salvavidas contra el vendaval del destino. Recuerdo tu sonrisa triste en la puerta de embarque, cuando tu mano se agitó por última vez diciendo adiós.
Recuerdo la noche previa en el Bohemia, cuando me confesaste que ya no aguantabas más quedarte aquí, hundida en la mediocridad y la miseria. Reaccioné algo molesto y de modo agresivo te dije que marcharse era una actitud escapista y fácil, quizás cobarde, como la de los ratones que abandonan un barco que se hunde. Te dije que era necesario comprometerse y quedarse a luchar, pues irse es dejarles el terreno libre a los bandidos y sinvergüenzas. Te dije que el país necesita de tu honestidad, de tu talento y tu pasión creadora, aunque hoy sé que en realidad el que no quería perderte era yo.
Recuerdo que lloraste y pediste otra cerveza, mientras me contabas que te costó horrores tomar la decisión. Me hablaste de tu interminable calvario en busca de trabajo, de tus muchos proyectos rechazados, de las incontables ofertas de coimas, de la frustración acumulada hasta sentir que el aire se volvía irrespirable. Recuerdo tu pregunta lacerante en esa noche de lágrimas y borrachera: "¿Vos creés en serio que este país tiene alguna otra salida que no sea el aeropuerto?".
No pude o no quise responderte. Preferí acompañarte en los trámites kafkianos para obtener el pasaporte. Me dolió verte en esa cola interminable ante Identificaciones, junto a esa legión de hombres y mujeres –¡tantos jóvenes!– esperando pacientemente un pedazo de papel que les permita huir del barco a la intemperie. Fue cuando escribí aquel artículo de que acaso era el Paraguay mismo el que quería irse del país. ¿Te acordás?
Hoy me contás desde allá que las cosas no te van tan mal. Que te sobra trabajo pero te faltan papeles, y hay una sensación de angustia constante en eso de ser clandestina, al riesgo de que en cualquier momento un ángel exterminador te expulse del paraíso. Me contás que allá a lo lejos aprendiste a amar la polca y la guarania, las danzas con typói, vos que considerabas todo eso tan cursi y tan "valle". Que te encanta reunirte los domingos con los "paragua", hacer maravillas para inventar un asado con mandioca, sopa paraguaya y chipa guazú.
No hace falta que me cuentes, amiga, lo mucho que extrañás esta isla rodeada de tierra, con su calor infernal y sus lapachos encendidos. Por eso voy a perfumar este texto nostálgico con aromas de mbokaja poty, voy a agregarle el canto de la cigarra tonta cigarra, un puñado de tierra roja y húmeda, la furia del trueno entre las hojas, las letanías de las caravanas de promeseros en marcha a Caacupé, el sonoro canto de mi selva junto al eco de la lluvia sobre los valles floridos... y te los voy a mandar vía Internet, para que desde el otro lado del océano sientas que la patria vive en donde quiera estén sus hijos.
Y que llegará el día en que el éxodo ya no será un castigo sino una libre elección.
Tu amigo por siempre.
Andrés

5 comentarios:

  1. Brillante Andres, aunque desgarrador, pero brillante. Es una lastima que a muchos, como es mi caso, recien nos gusta nuestro pais cuando estamos lejos. Lo que antes consideraba como "vyro", es lo que mas extraño del Paraguay, lo que añoro cada dia que pasa, y de lo que mas disfruto cuando tengo la suerte de estar por ahi. Saludos desde la distancia, y deseo que tus manos no se callen y nos permitan seguir gozando de tus historias, opiniones y verdades.

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  2. Gracias, Camilo. Es así, la distancia siempre estimula las claves de identidad, los valores que nos permiten reconocer que nacimos y pertenecemos a un lugar concreto en el mundo, aunque tengamos la libertad y la opción de buscar otros espacios y otro hogar sobre la tierra. El ave vuela pero no olvida el nido donde aprendió a ser, aunque encuentre otros. Un abrazo y no te preocupes, me gusta vivir al otro lado del silencio. Andrés.

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  3. Andrés, maravilloso cómo escribís. Te sigo siempre y no sé de donde me surge la idea de que te conozco, quizás por la única conexión que tenemos: Yhú, tu pueblo natal que yo tomé prestado por tres años en mi adolescencia y quedé amándolo como si fuera mío propio. Quizás esta ambiguedad inquietante que provocan en mi tus escritos y me hacen zigzaguear eternamente como un péndulo, desde lo que aprendí investigando de la derecha hasta lo que observo y me mueve el alma de la izquierda. Quizás esta infantil inquietud que siempre tengo: mi sueño frustrado de escribir.

    Que sigas adelante y me alegra que hoy estés por CDE, esta ciudad tan promiscua y ligera, pero además tan nuestra y tan cálida cual madre para quienes vivimos aquí. Muchos Saludos.

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  4. DIOS...andres escribis tan bonito que casi llore..es que me senti identificada..tbm tengo una amiga con toda su familia alla





    que sigas asiii

    besitos

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  5. Que carta tan bella y emocionante. A mi como cubana tan bien me toca muy de cerca la cruel realidad de la patria abandonada, y el vivir del recuerdo en el exilio.

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