Andrés Colmán Gutiérrez / Textos literarios, de periodismo narrativo, de investigación y de opinión en Paraguay
jueves, 9 de agosto de 2007
Desde atrás de una muralla
–No te metas, mi hijo. No es tu problema.
–Sos muy joven todavía, no podés entender.
–¡Sacate ese arito, parecés un maricón!
–¡Estás loca...! ¿Cómo vas a estudiar esa carrera? ¡Te vas a morir de hambre!
–Vas a estudiar ingeniería, como tu papá. Así tenés el futuro asegurado.
–¡Apagá esa música horrible!
–Dejá de escribir boludeces y hacé algo productivo.
–Esa chica no te conviene.
–Tenés que volver antes de la una.
–Esos amigos no te convienen.
–Vos andás en algo raro.
–¿Cómo vas a salir vestida así a la calle?
–¡Cortate el cabello, parecés una mujer!
–¿Por qué te cortaste el pelo tan cortito? ¡Parecés un tipo!
–Cuando seas grande vas a poder decidir.
* * *
¿Les suena conocido...?
Son algunas de las características frases con las que los adultos solemos "orientar" la vida de los jóvenes.
Les hablamos desde la distancia. Desde atrás de una muralla. Desde el otro lado de los barrotes de una cuna. Creemos que todavía no han crecido, cuando en verdad quienes no hemos terminado de crecer somos nosotros.
Nunca les hablamos sobre el sexo. Será porque nosotros mismos no sabemos lo que es.
Los cuidamos de las drogas, pero no de los malos gobiernos, ni de esa otra droga que es la mala televisión. Les reprochamos que el trash metal no es música sino ruido para drogadictos, olvidando que nuestros padres nos decían lo mismo cada vez que escuchábamos a Los Beatles.
Los jóvenes, en el Paraguay, comienzan a ser adultos o ancianos antes de los 15 años. Crecen a golpes de realidad, hipotecando el futuro a cambio de un puesto de vendedor en un shopping. Esperan pacientes en largas colas frente a una agencia de empleos: certificado de buena conducta, antecedentes policiales, experiencias laborales, referencias comerciales, ¿sabe hablar inglés?, ¿conoce el Window XP?, ¿tiene nociones de márketing?, vuelva el lunes, nosotros lo vamos a llamar, lo sentimos mucho pero el puesto ya ha sido ocupado.
Los jóvenes, en el Paraguay, viven bajo la constante sospecha de estar cometiendo un delito que nadie sabe explicar cuál es. A ver, documentos. Contra la pared. De dónde viene, carajo. Les tienen que venir a buscar sus padres. ¿Por qué tenés los ojos colorados?, seguro que estuviste fumando marihuana. ¿Estudiando toda la noche, quién te va a creer?
Ellos se juntan en el shop, a la salida del cole. Beben cerveza como si tuvieran toda la sed del mundo. Ponen el volumen del rock o de la cachaca al máximo, pero no les alcanza para aturdirse.
Quieren votar, pero no saben a quién. La palabra política les produce náuseas. Sueñan con un país diferente, pero no saben cómo...
Saben que se acerca el Día de la Juventud, y que habrá discursos, shows, festivales, promociones de venta... A veces quisieran estar lejos, muy lejos.
Han nacido en nuestros brazos... y de pronto parecen extraños. Ya no los conocemos, o tenemos miedo de conocerlos.
A lo mejor no hay que buscar entenderlos.
A lo mejor solo hay que quererlos.
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HOLA ANDRES SOY LIZ TE ESCRIBO DESDE MURCIA ESPAÑA Y ME ENCANTO TU PUBLICACION TE DESEO MUCHOS EXITOS Y ESPERO LEER DENUEVO ALGO TUYO MUY PRONTO
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