El yeso falso del general Rodríguez, los golpistas que se equivocaron de dirección, el capitán que combatió en alpargatas... componen lo pintoresco de la gesta del 2 y 3 de febrero de 1989.
#CrónicasDeLaMemoria
Por Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman
La
historia de los pueblos está hecha de grandes momentos heroicos o trágicos,
pero también de pequeñas y singulares anécdotas, muchas veces jocosas, que dan
la medida de la humanidad de los protagonistas. El alzamiento militar del 2 y 3
de febrero de 1989, que puso fin a casi 35 años de dictadura del general
Alfredo Stroessner, iniciando la transición a la democracia en el Paraguay,
estuvo matizado de situaciones pintorescas. Aquí
rescatamos algunas de esas historias.
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El yeso falso del general Rodríguez
¿Cómo
evitar una reunión personal con el presidente Alfredo Stroessner y eludir
cualquier acción de parte suya que desactive la programada conspiración militar
para derrocarlo, ante los rumores que comenzaban a correr de boca en boca?
Era el
dilema que enfrentaba el entonces comandante del Primer Cuerpo de Ejército,
general Andrés Rodríguez, jefe de la sublevación en marcha, cuando recibió una
citación del dictador para presentarse a una reunión en el Comando en Jefe, el
jueves 26 de enero de 1989, una semana antes del golpe programado.
En esa
época, las órdenes del "Supremo" no se desobedecían, pero el riesgo
de asistir era grande. Corría la versión de que Stroessner pensaba pasar a
retiro a Rodríguez y relevarlo del mando.
Los
asesores del general rebelde le aconsejaron que fingiera haber sufrido un
accidente en una de las piernas, para no acudir.
"Me
caí de la escalera y me quebré la pierna, por lo que no podré ir a la reunión.
Por favor, hágale llegar mis disculpas al señor comandante en jefe", le
dijo Rodríguez por teléfono al jefe de Estado Mayor, general Alejandro Fretes
Dávalos.
Desconfiado,
Fretes Dávalos envió espías al cuartel de la Caballería, en Campo Grande,
aprovechando que había un ejercicio de cimeforistas, en la mañana del 2 de
febrero.
Efectivamente,
los emisarios pudieron ver que Rodríguez estaba inmovilizado en un sillón por
un enorme yeso en una de las piernas, que un médico militar amigo le había
colocado con mucha paciencia.
Era el
mismo médico que, horas después, le tuvo que cortar y volver a sacar el yeso,
para que el general de Caballería recuperara pleno movimiento y se pusiera al
frente de la sublevación en marcha.
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El aviso que Stroessner no creyó
Cerca
de las 17.00 del jueves 2 de febrero, el general Alfredo Stroessner estaba en
casa de uno de sus más leales colaboradores, el coronel Feliciano Manito
Duarte, presidente de la telefónica estatal Antelco, disfrutando de un juego de
naipes, cuando le avisaron que su hijo Gustavo le llamaba por teléfono. Molesto
por ser interrumpido, el dictador escuchó la voz alarmada de su hijo al otro
lado del tubo:
–¡Parece
que es cierto que Rodríguez está preparando el golpe...! ¡Todos dicen que
ocurrirá esta noche...!
El
anciano gobernante miró a sus amigos, sentados a la mesa con las cartas de
barajas en la mano, que escuchaban expectantes, y les hizo un gesto de que no
era nada importante.
–¡Vamos
a dejar de lado esos disparates...! ¡Yo ya hablé con Rodríguez y todo está
bien...! –exclamó Stroessner, cortó la llamada y volvió a sentarse a la mesa,
dispuesto a seguir jugando.
***
Los golpistas que se equivocaron de
dirección
"El
pato va a ir a su dormidero", fue la clave que un informante del entorno
de Stroessner comunicó al general Andrés Rodríguez, en la tarde del 2 de
febrero, cuando supo que el dictador abandonaba la casa de Manito Duarte para
dirigirse a la residencia de Estela Ñata Legal, su amante y madre de dos de sus
hijas.
Rodríguez
sintió que era la oportunidad para capturar vivo a Stroessner y evitar un baño
de sangre, por lo cual pidió al coronel Eduardo Allende, comandante del
Servicio Agropecuario, y al coronel Mauricio Díaz Delmás que dirigieran una
operación comando para atrapar al "Supremo".
A las
19.45, ambos jefes militares fueron en un auto particular hasta la casa de Ñata
(frente a donde está ahora el Shopping del Sol, sobre la avenida Aviadores del
Chaco), a reconocer el terreno. Stroessner aún no había llegado. Dejaron a un
teniente coronel de apellido Vargas para que vigilara y regresaron a preparar
el asalto.
Stroessner
llegó como a las 20.00 y Vargas intentó avisar, pero su radio móvil no funcionó.
Tuvo que ir hasta el cuartel sobre Madame Lynch, perdiendo un valioso tiempo.
A las
21.00, finalmente las tropas embarcaron en dos camiones del Servicio
Agropecuario, un transganado y otro granelero. Tenían que llegar a la casa de
Ñata, atropellar y derribar el portón trasero e ingresar disparando, pero el
coronel Díaz Delmás se desesperó al ver que los camiones pasaban de largo la
calle en que debían ingresar.
"Me
adelanté y le pregunté a los conductores: ¿A dónde van...? Me contestaron que
no sabían bien la dirección", relató luego el jefe militar.
Tuvieron
que dar la vuelta y regresar. El coronel les mostró la calle en que debían
entrar.
"Al
llegar, le señalé al conductor el portón de hierro, y de nuevo pasó de largo.
Nos adelantamos de nuevo y le ordené al teniente coronel Díaz Cano que pase al
otro camión, en la estribera. Me dijo, en guaraní: '¡Falta de reconocimiento,
mi coronel...!'", recuerda Díaz Delmás.
Finalmente
pudieron ingresar y tras un fuerte intercambio de disparos con los soldados,
que eran parte de la guardia habitual de Ñata, se decidió la retirada. Después
se supo que Stroessner se había marchado de la casa minutos antes del ataque,
dirigiéndose al Batallón Escolta Presidencial, donde buscó refugio.
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El capitán que combatió en alpargatas.
La
operación para derrocar a Stroessner tenía el nombre clave de Operación 33,
porque estaba previsto ejecutarse a las 3 de la madrugada del 3 de febrero,
pero el fracaso en capturar a Stroessner en casa de Ñata Legal puso sobre aviso
a los leales al Gobierno y obligó a los golpistas a adelantar el ataque.
Tras
una frugal cena, muchos oficiales y soldados se habían retirado a descansar,
esperando la hora indicada, cuando recibieron el sorpresivo aviso de que había
que salir enseguida.
El
capitán de Caballería, Wladimiro Woroniecki, estaba duchándose tranquilamente,
cerca de las 21.15 de la noche del 2 de febrero, cuando un auxiliar entró a
informarle que su superior, el coronel Lino Oviedo, le pedía que acudiera en
forma urgente, pues el ataque se había adelantado y los tanques de guerra ya
estaban saliendo.
"No
tuve tiempo ni de secarme bien. Me puse el uniforme con el cuerpo mojado y
busqué mis botas, pero no estaban en ninguna parte. Entonces me puse lo primero
que encontré, que eran unas alpargatas...", confirmó Woroniecki, quien
tuvo que combatir con ese informal calzado el resto de la noche e incluso conducir
el jeep del Regimiento de Caballería N° 3, que encabezó la caravana de tanques,
escoltando al general Stroessner, luego de su rendición en el Batallón Escolta,
hasta la sede de la Caballería.
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El susto de Luis Miguel y Sergio Denis
La
noche del 2 de febrero de 1989, la ciudad de Itá celebraba la víspera de su
fiesta patronal con dos grandes conciertos de sus principales clubes sociales y
deportivos, que rivalizaban con la actuación de grandes artistas
internacionales. En el Olimpia de Itá actuaba el celebrado cantante mexicano
Luis Miguel, mientras en el Sportivo Iteño lo hacía el también renombrado
artista argentino Sergio Denis.
En una
entrevista con Última Hora, Denis contó que él se enteró del golpe en Asunción,
antes de salir hacia Itá, cuando escuchó los primeros disparos, cerca de las 22.00,
desde el Hotel Guaraní (donde estaba alojado), presumiblemente durante el
ataque de la Marina contra el Cuartel de Policía.
Aun
así, el artista decidió ir a actuar. "Tanto el club que me había traído
como el que trajo a Luis Miguel habían metido cerca de diez mil personas cada
uno. El empresario que me contrató dijo: 'La gente te está esperando desde las
9 de la noche, no saben nada de lo que sucede, tenés que ir a cantar'",
recuerda.
En
contra de la leyenda que asegura que ambos artistas tuvieron que quedarse a
pernoctar en Itá, Sergio asegura que sí pudieron regresar a Asunción esa
madrugada, casi al alba, pero de un modo muy pintoresco.
"Salimos
en un colectivo, pasamos al otro Club (Sportivo Iteño) a buscar al colectivo
que traía a Luis Miguel y sus músicos y avanzamos por la ruta, escoltados por
dos motociclistas militares, que eran del grupo leal a Stroessner. Como a dos
kilómetros encontramos una barrera militar, donde hubo averiguaciones y los dos
motociclistas que nos escoltaban quedaron detenidos. Eran los militares del
ejército revolucionario, quienes, para que sigamos camino, nos pusieron a otros
dos motociclistas, pero ya del bando ganador", relató el cantante.
Tanto
Sergio Denis como Luis Miguel admitieron que esa noche pasaron "un gran
susto", pero al mismo tiempo una experiencia inolvidable. "Me puse
muy contento con el pueblo paraguayo", dijo Sergio.
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Los periodistas que transmitieron el golpe
en vivo
La
emisora católica Radio Cáritas fue la única que pudo sacar a sus reporteros a
la calle y transmitir en vivo momentos del combate, con el sonido de disparos y
explosiones.
El
periodista Celso Velázquez fue el primero en informar sobre el avance de los
tanques desde la zona de la Caballería, en Campo Grande, y en relatar en
directo algunas escaramuzas en la zona del microcentro, en las inmediaciones
del Cine Victoria.
Juan
Pastoriza también salió después con un móvil, al que le ataron una bandera
blanca, junto con el chofer Julio César R0jas, hacia el principal campo de
batalla, en las cercanías del Batallón Escolta, donde se buscaba la rendición
del general Stroessner.
"Pudimos
sortear los tanques e, increíblemente, los soldados apostados detrás de los
mismos, o tirados en el suelo disparando, no nos dieron importancia y pasamos.
Subiendo la calle 25 de mayo y pasando General Santos, no había una sola luz.
La oscuridad era espantosa", relató Pastoriza.
Con un
pequeño walkie intercomunicador, Pastoriza pudo relatar que veía a soldados que
salían corriendo desnudos desde el cuartel del Escolta, o que un edificio
cercano acaba de volar en pedazos.
"Después
de transmitir sobre algunas escaramuzas aisladas y escuchar a gente gritando o
gimiendo de dolor y observar fogonazos de metralletas a la distancia, nos vimos
en un serio aprieto. Al levantar la cabeza, vimos pasar prácticamente encima de
nosotros un avión Xavante, con las luces de guerra prendidas, como un siniestro
pájaro. Instintivamente nos tiramos al suelo, porque presentíamos las ráfagas
mortales", narró el periodista.
En ese
momento, se escuchó una fuerte explosión y luego se hizo un prolongado
silencio.
-¿Hola,
hola...? ¿Me escuchan...? –pregunto la voz desde estudios centrales.
-Sí,
aquí estamos... -respondió Pastoriza.
-¿El
equipo de transmisión está dañado, o está bien? –averiguó la voz.
-Sí, el
equipo está en buenas condiciones –respondió Pastoriza, y luego se dijo para
sus adentros: "Nosotros también, gracias".
-¡Ah
que bien! Entonces, podemos continuar la transmisión –dijo, con alivio, la voz
desde estudios.
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Arresto en un camión repartidor de pan
En la
actual Ciudad del Este, entonces llamada Ciudad Puerto Presidente Stroessner,
se encontraban varios altos dirigentes de la cúpula colorada stronista, que
habían viajado desde Asunción para presidir los actos por el aniversario de
fundación de la ciudad favorita del dictador.
Entre
los dirigentes se encontraba Mario Abdo Benítez, secretario privado de
Stroessner y uno de los integrantes del llamado "Cuatrinomio de Oro",
que había asumido la conducción del partido colorado.
Al
enterarse de que había un levantamiento militar en la capital, Abdo Benítez y
varios jerarcas decidieron refugiarse en una residencia que el secretario de
Stroessner tenía en el lugar.
El jefe
de la Base Naval, el capitán Amado Rodríguez Gaona, quien se había plegado a
los golpistas, recibió la orden de ir a capturar a Abdo Benítez y a sus
allegados, al frente de un grupo comando, pero se encontró con que los
vehículos militares no funcionaban, según relata el periodista esteño Rolando
Ávalos, quien fue testigo del procedimiento.
Entonces,
no les quedó otro recurso que confiscar la destartalada camioneta de un
panadero, y en la carrocería de aquel vehículo con olor a levadura fresca y
logotipo comercial, acudieron los soldados a rodear la mansión de los
stronistas y proceder a arrestarlos.
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La luchadora que se perdió la celebración
Como
dirigente del movimiento social generado en la lucha de los médicos y
trabajadores del Hospital de Clínicas, la doctora Lilian Soto se había
convertido en una de las principales activistas contra la dictadura y nada
anhelaba tanto como ser partícipe de su caída.
En la
noche del 2 y la madrugada del 3 de febrero, sin embargo, Lilian se encontraba
cumpliendo su pasantía rural como médica en la localidad de Teniente Irala
Fernández, Chaco Paraguayo, a casi 400 kilómetros de Asunción, y no se enteró
de lo ocurrido sino a la tarde del día siguiente, debido al gran aislamiento en
que entonces se mantenía toda la región.
Así lo
narra la propia Lilian: "El 3 de febrero desperté porque don Evaristo (el
casero) golpeó mi puerta y me dijo que había habido un golpe en Asunción. No le
creí... Esperó tercamente a captar alguna señal de radio y volvió con el
aparato, me lo puso al oído y escuché la grabación de la proclama de Andrés
Rodríguez. En pleno Chaco, en medio de la unidad militar y de la seccional
colorada. No lo podía creer. Stroessner ya no estaba, se había ido. Ya no había
dictadura en Paraguay. ¡Y yo me enteré al día siguiente...!".
Fuentes: Libros ¿Que hacías
aquella noche?, de Alfredo Boccia Paz; Operación
33, de Roberto Paredes; El golpe del
3 de febrero de 1989, de Alcibíades González Delvalle; entrevistas y
reportajes del autor.