Los unos están allí…
Con sus dirigentes exhibiendo recursos e infraestructura organizativa inexplicables para quienes denuncian miseria y abandono. Con teléfonos celulares de línea abierta a autoridades y caudillos del actual Gobierno, a grupos sociales y políticos de izquierda, a medios de comunicación oficiales y alternativos. Con el respaldo y la complicidad coyuntural de organismos del Estado. Acechantes, amenazantes. Jugando al viejo y perverso juego del “chake, aiketa nde kokuepe”.
Los otros están allí…
Del lado de adentro de la cerca. Guarecidos en sus fincas de farmers brasiguayos o en tecnológicas oficinas rurales climatizadas. Rodeados de ciudades nacidas cual espejismo entre el verde océano de soja. Blandiendo comunicados y órdenes de desalojos, movilizando ejércitos de tractores y cosechadoras, poderosas máquinas fumigadoras y camionetas 4x4.
Con sus dirigentes exhibiendo recursos e infraestructura que rayan en el lujo y el despilfarro. Con smartphones 4G con línea abierta a intendentes, gobernadores, senadores, diputados, jueces, fiscales, ministros de la Corte y directores de medios. Con el respaldo y la complicidad coyuntural de grupos políticos y corporativos opositores o críticos al Gobierno. Acechantes, amenazantes. Jugando al viejo y perverso juego del “vos tendrás poder electoral, pero nosotros tenemos el poder real”.
Y en medio… estamos nosotros.
Nosotros, los que no nos sentimos ni con los unos, ni con los otros. Habitando “como en castigo uno de los lugares más bellos de la tierra” (Roa Bastos dixit), el país de más alta desigualdad en concentración de la propiedad de la tierra, altos índices de pobreza y exclusión, corrupción e impunidad. El país que sigue sin cambiar, por más que cambien los signos políticos de los gobiernos.
Nosotros, los que no queremos ni un Paraguay carpero, ni un Paraguay todo sojero y ganadero. Los que todavía apostamos a que las instituciones funcionen y se dediquen a solucionar los graves problemas sociales sin interferencias, ni de sectores corporativos, ni populistas, ni oligárquicos.
Nosotros, los que no queremos que el polvorín de Ñacunday haga que la roja tierra del Alto Paraná se vuelva aún más roja de sangre.
Nosotros, los que todavía tenemos esperanzas y ganas de cambiar, con trabajo y compromiso solidario, y sin violencia.
(Publicado en la columna “Al otro lado del silencio”, diario Última Hora de Asunción, edición del sábado 28 de enero de 2012).