martes, 29 de octubre de 2013

La niña adivinadora


Estaba yo de visita en casa de unos amigos, en la zona de Caaguazú, cuando veo a una de las hijas de los dueños de casa, Camila, de apenas 8 años de edad, prendida al equipo de sonido, sintonizado en una emisora de radio local, escuchando atentamente una audición de músicas onda retro, con un teléfono celular en la mano.
Me pareció extraño que a una niña aún pequeña le interesara ese tipo de baladas musicales románticas antiguas, en su mayoría de los años 60 0 70, y se lo comenté a mi amigo.
-¡No, no le gusta para nada…! –me explicó-. ¡Ella prefiere el trash metal! Lo que pasa es que está copada con los concursos de premios que hace el locutor, y los gana casi todos. ¡Tiene un método infalible…!
El tema me intrigó, y quise saber más. Me acerqué a observar. En la radio, el locutor, con tono de sobrador, iniciaba una nueva ronda de “la incógnita musical del día”.
-¡A que no adivinan este tema…! ¡Esto está súper difícil! ¡El oyente que llame primero y nos diga cómo se llama esta música, se lleva un termo y una guampa para tereré….!
En seguida, se escucharon los acordes de una balada musical.
Entonces veo que Camila dirige rápidamente su teléfono celular hacia uno de los parlantes, oprime un botón, y al instante la pantalla del teléfono le revela el secreto: “Murió la flor – Los Ángeles Negros”.
En seguida, Camila oprime otro botón, esta vez de un número telefónico pre-programado, y en unos segundos escucho su vocecita en la emisora.
-¡Hola…! La música se llama “Murió la flor”, y la cantan “Los Ángeles Negros”.
-¡Oh no… Camila! –la reconoció el locutor- ¿Cómo haces para adivinar siempre? ¡Esta niña es una genia! ¡Está bien… vení a retirar tu premio!
Más tarde, Camila me reveló que en su teléfono celular tenía una aplicación gratuita llamada “Shazam” (como el mago del cómic Capitán Marvel), que con solo dirigir el teléfono hacia el lugar donde está sonando una música, identificaba en seguida el título, el nombre del intérprete y todos los datos técnicos. Luego me llevó a su cuarto, donde me mostró la colección de termos, muñecas, pelotas, juegos de maquillajes y otros objetos que había ganado en los concursos radiales de “incógnitas musicales”.
-¡Estos locutores son unos tontos…! –se río la niña- ¡No saben todavía que existe Shazam…!
Me sonrojé. Yo tampoco lo sabía. Allí me enteré que el procedimiento se llama taggear (etiquetar, reconocer) en el mundo digital, y que hay muchas otras aplicaciones similares para smartphones, como Soundhound.
Esto me ocurrió hace ya algunos años. La anécdota me vino a la memoria hace pocos días, cuando escuché al querido amigo y colega Oscar Acosta, en el programa “En voz alta” que hacen a la siesta con su esposa Menchi Barriocanal, por Radio Monumental, cayendo en la misma trampa.
Oscar tenía un premio que quería regalar a sus oyentes, y no se le ocurrió un truco más “del viejazo” que proponer la clásica “incógnita musical”. Puso un tema de la cantante inglesa española Jeanettte, de los años 70, “Comiénzame a vivir”, y dijo: “Esta es bien difícil, no la van a poder a adivinar…”.
Menchi intentó avisarle: “Oscaaar… ahora los adolescentes tienen una aplicación en el celular, que reconoce las músicas al instante…”, pero ya era tarde. Una voz juvenil sonaba al otro lado, a los pocos segundos, dando el nombre de la cantante y la canción. Y el premio se tuvo que ir.
Oscar tampoco lo sabía... 

lunes, 21 de octubre de 2013

Lengua de señas: La lucha por incluir a 20.000 personas sordas

Laura Riveros, presidenta de la Asociación de Intérpretes de Lengua de Señas.
Solo 37 intérpretes de lenguas de señas están registrados en el Paraguay. No hay escuelas donde aprender, no hay rubros para pagarles sueldos, pero son el puente para que miles de personas sordas puedan comunicarse.
  
Más de alguno se ha sorprendido al verlos, parados en un rincón del escenario de algún acto oficial, o recortados en un pequeño recuadro de las pantallas de televisión, gesticulando llamativamente, como si fueran actores de una película muda o mimos de un espectáculo de teatro.
 Resultan cómicos para quien no maneja el código de su peculiar lenguaje, pero para miles de personas que carecen del sentido auditivo, la presencia de esos hombres y mujeres que parecen escribir con las manos en el aire, formando palabras en la lengua de señas, son el único puente que les permite escapar de las islas de la incomunicación
"Buscamos ser la conexión de las personas sordas con el mundo, pero apenas podemos estar en unos pocos lugares. La mayor parte del tiempo, estos compatriotas viven sin poder asistir a las noticias por radio o televisión, sin poder disfrutar de una película o de una obra de teatro, sin poder acceder siquiera a gran parte del mundo cotidiano que les rodea", señala Laura Riveros, presidenta de Anilspar (Asociación de Intérpretes de Lengua de Señas, Intérpretes Sordos y Guías Intérpretes para Sordo ciegos del Paraguay).
A pesar del largo nombre que posee la organización, su alcance es todavía reducido. En los registros solamente existen 37 intérpretes de lengua de señas en todo el país, 2 intérpretes sordos, 1 guía intérprete para personas ciegas, que deben atender potencialmente la necesidad de comunicación de unas 20.000 personas ciegas, estimativamente, en todo el territorio nacional.
"En realidad, ni siquiera podemos saber con cierta precisión cuántas personas sordas existen en el Paraguay, porque el último censo fue un fracaso en este rubro, la pregunta que se incluyó solo sirvió para medir cuántas personas usan audífonos en el país", cuestiona Laura.

Sin estadísticas, sin escuelas, sin rubros.

Los censos de 1992 y 2002 arrojaron un porcentaje de población con discapacidad cercano al 1%, porque solo unos 55.000 paraguayos y paraguayas con discapacidad fueron censados. Como consecuencia, la Anilspar estima que hay cerca de un millón de paraguayos con discapacidad que no se anotaron en el censo del 2002, y que hoy no existen en los registros.
"Los datos oficiales no se condicen con la realidad, ya que estadísticas mundiales y locales estiman que al menos el 15% de la población tiene algún tipo de discapacidad. Esta falta de información adecuada, de datos estadísticos y de investigación, impide la formulación y aplicación de políticas e inciden negativamente en la asignación de recursos presupuestarios", asegura un informe de la organización.
La ausencia de estadísticas para determinar la población de personas sordas en el país es solamente una de las muchas carencias.
Tampoco existe una institución educativa que se encargue de la formación profesional de la lengua de señas. Los pocos que manejan el código lo tuvieron que aprender en forma empírica, ya sea por necesidad -porque tienen un familiar con carencia auditiva, con la que requieren comunicarse-, o por espíritu voluntario de servicio, como fue el caso de Laura Riveros.
"A mí me enseñó Emilio Pineda, un gran dirigente pionero del Centro de Sordos del Paraguay, quien además trabajó durante muchos años como dibujante del diario Última Hora. Yo aprendí la legua de señas como voluntaria, buscando ayudar a las personas sordas", cuenta Laura, quien a su vez sigue siendo instructora de nuevos voluntarios y voluntarias.
Las organizaciones de personas sordas son las que se ocupan de dictar cursos, en forma periódica, buscando contar con más intérpretes.
En este proceso hubo algunos avances significativos, reconoce el sicólogo Cesar Martínez, otro de los apasionados por desarrollar la práctica de la lengua de señas en el país. Desde el 2011, durante el Gobierno de Fernando Lugo, se inició el Centro de Relevo del Paraguay, en la Secretaría Técnica de Planificación, que consiste en una infraestructura montada con computadoras, y otras herramientas comunicacionales, audiovisuales, y sobre todo, intérpretes de lengua de señas, quienes ofrecen el servicio de ser un nexo entre la persona sorda y otra persona con la que necesitan comunicarse.  Pero los recursos, proveídos por la embajada de Taiwán en Paraguay, durarán solo hasta diciembre.
También existen intérpretes de lengua distribuidos en algunas pocas instituciones públicas, para ayudar en las gestiones a las personas sordas.
En el Ministerio de Educación hay 2 intérpretes fijos, que prestan sus servicios en los eventos donde participan personas sordas, y que acompañan a autoridades en eventos oficiales.
En instituciones privadas subvencionadas de nivel secundario hay 4 intérpretes. Además hay 1 intérprete en la universidad pública (en la carrera de Ciencias de la Educación), 2 en universidades privadas, 2 en servicios del Instituto de Previsión Social, 1 en el Palacio de Justicia y la Corte Suprema de Justicia, 1 en la Fiscalía, 3 en la Secretaria Nacional por los Derechos de las Personas con Discapacidad; 2 en la Secretaría Nacional de la Vivienda y 3 en la Administración Nacional de Electricidad.

Rezar a Dios sin palabra oral.

Un detalle llamativo es que existen 4 iglesias de personas sordas en el país, que corresponden a la Iglesia Bautista de Sordos, en donde las ceremonias religiosas se realizan con lenguaje de señas, junto con la interpretación a voz para los familiares y asistentes que no tienen carencia auditiva. También se brinda el servicio en la Facultad de Teología de la Universidad Evangélica del Paraguay, y en el templo de los Testigos de Jehová.
En los medios de comunicación, especialmente en los canales de televisión, hubo poco avances. Hace pocos meses atrás, el Congreso Nacional intentó a sacar una ley, que obligaba a los medios televisivos a incluir intérpretes de lengua de señas en sus programaciones, pero la misma fue anulada por inconstitucional.
Algunos canales, como Telefuturo, Red Guaraní y la televisión pública Paraguay TV, son los únicos que acostumbran incorporar a intérpretes de lenguas de señas en algunos programas.
"Casi todo se debe hacer en forma voluntaria. No hay rubros para pagar los servicios, ni en las empresas privadas, ni en los organismos del Estado. Si no fuera por el aporte solidario de representaciones como la Embajada de Taiwán, no tendríamos recursos. No hay voluntad de las autoridades y de la clase política paraguaya para mejorar la inclusión de las miles de personas sordas a través de la lengua de señas. Seguimos trabajando por pasión, por puro voluntarismo", destaca Laura Riveros.
Una labor admirable... pero que necesita más respaldo y reconocimiento.

(Reportaje elaborado para ÚLTIMAHORA.COM).

miércoles, 9 de octubre de 2013

Un reportaje que unió vidas a miles de kilómetros

El reportaje original, publicado en Última Hora en setiembre de 1995.
 En 1995 relatamos la odisea de niños descalzos y olvidados en las escuelitas de Ñeembucú. En Estados Unidos, la paraguaya Olga Monello se conmovió con el reportaje e inició una campaña de ayuda. Dieciocho años después, Raúl –uno de aquellos niños– y Olga cuentan cómo la publicación influyó en sus vidas.       


Por Andrés Colmán Gutiérrez

Mirá… este era yo!–, dice Raúl Merlos Martínez, mientras observa al niño de mirada tímida y traviesa que lo contempla desde una página de Última Hora de hace diez años.
En la foto, Raúl tiene apenas 8 años de edad y sonríe con una caja de chocolotada en la mano. Es el 3 de julio de 2002. Según relata la crónica del periodista Arnaldo Alegre, el niño llegó caminando descalzo los cinco kilómetros de tierra y esteral hasta la escuela n.º 2165 Isla Yrybú, en Villalbín, Ñeembucú, a 70 kilómetros al sur de Pilar.
“Raúl se levanta todos los días, a las 5 de la mañana, para llegar a su escuela, dos aulas de ladrillo de 5 por 4, una de ellas desamoblada, con pisos de cemento”, relata el periodista. Pero aquel era un día festivo, ya que la “madrina Olga” había llegado desde Palm Beach, Estados Unidos, con varias bolsas de regalos.
Al igual que sus compañeritos, Raúl fue premiado con unos championes nuevos, buzos deportivos y abrigos, además de cuadernos, libros, lápices y juguetes. Cuando el periodista le preguntó qué sentía, el pequeño contestó: “No sé qué voy a decir…”. El reportero relata: “El metro y medio de Raúl no digiere todavía la palabra futuro. En su diccionario personal, esa palabra está empezando a escribirse. Hasta ahora, la palabra está muy borrosa…”.
Ahora es octubre de 2013 y Raúl está a mi lado, en una cafetería del shopping Multiplaza, en Asunción. Es un joven flaco y alto, de 19 años, con la misma sonrisa tímida de aquel primer reportaje: “Sí, me acuerdo bien de lo que pasó aquel día, cuando la señora Olga vino desde Estados Unidos con muchos regalos. Fue muy lindo saber que allá lejos había alguien que se preocupaba por nosotros”.
Raúl ha terminado sus estudios secundarios con mucho sacrificio y ahora es empleado en una fábrica, en Fernando de la Mora, donde vive con uno de sus hermanos. Sueña con ser periodista deportivo y espera que el año próximo pueda disponer de tiempo y recursos para ingresar a la facultad.
“Aquella nota que salió en el diario me motivó a salir adelante. Cuesta mucho, cuando uno viene de una familia humilde, de un lugar casi olvidado, como sigue siendo hasta ahora la zona de Villalbín. Yo mantengo contacto con la señora Olga a través del Facebook y ella siempre se preocupa por saber qué fue de nosotros, de todos los niños a los que conoció y pudo ayudar. Su actitud generosa me sirve de ejemplo”, relata Raúl.

Raúl Merlos Martínez, en Asunción, en el 2013, reconociendo al niño que fue, en uno de los reportajes realizados en su escuelita de Ñeembucu 

LOS CAMINOS DE LA VIDA. 
La historia de Olga Monello y de las olvidadas escuelitas del Sur empezó en 1995, cuando Raúl tenía entonces apenas un año de edad. Se inició con otros niños y niñas, en los polvorientos caminos de Villalbín.
El 1 de setiembre de 1995, en las páginas 20 y 31 de Última Hora, el autor de esta nota publicó un reportaje titulado: “Niños descalzos avanzan por los caminos de la reforma educativa”, parte de una serie que realizamos con el fotógrafo Luis Enriquez, denominada “Territorios del olvido”, tras un recorrido por los departamentos de Ñeembucú y Misiones.
La nota describía el estado ruinoso de las escuelitas de madera y piso de tierra. Había varias fotos de niños y niñas, en momentos en que se dirigían a sus aulas, la mayoría sin calzados en los pies.
“Niños descalzos que avanzan por los solitarios y polvorientos caminos, con sus descoloridos guardapolvos y sus escasos útiles. Para llegar, algunos deben recorrer una distancia de más de diez kilómetros. Los más afortunados lo hacen a caballo. Los demás a pie, a través del polvo, el sol, la lluvia, el frío y la soledad”, narraba el reportaje.
Contaba sobre la escuelita San Sebastián, de Villalbín, una precaria construcción donde el único maestro, Nimio Espínola, impartía clases a 22 alumnos. El docente vivía en una pequeña habitación, en la misma escuela. Muchos de sus alumnos desertaban para ir a ayudar a sus padres en la chacra y muy pocos terminaban el año escolar.
“Aquí nuestra necesidad inmediata es que tengan un lápiz y un cuaderno. Si conseguimos que tengan un par de zapatos, para que no sigan viniendo descalzos a la escuela, ya vamos a avanzar bastante”, decía el maestro.
Aquella nota –en una época en que aún no había internet– llegó a miles de kilómetros, hasta la casa de Olga Monello, una docente paraguaya jubilada, casada con un ciudadano norteamericano, que vive en Palm Beach, Florida.
“La visión de esos niños descalzos me dolió en el alma. Al leer el reportaje de Última Hora me sentí conmovida, tan lejos de mi patria, y me dije: ‘Tengo que hacer algo por ellos’. Hablé con mis amigos y empecé a juntar donaciones: libros, útiles escolares, ropas, abrigos, calzados. Con mi marido, Joe, nos propusimos viajar y llevarles esos regalos”, recuerda Olga.
Al año siguiente, Olga y Joe llegaron al Paraguay. Junto a amigos y familiares organizaron la primera expedición a Villalbín, visitaron la escuelita del maestro Nimio y otras escuelas que se encontraban en condiciones similares de marginación y olvido.
“Fue una experiencia muy dura, pero gratificante a la vez. Es una zona donde casi no hay caminos, una desolación total. Ver a niños y niñas que por primera vez se ponían un calzado deportivo, o que por primera vez podían acceder a un globo terráqueo, fue muy emocionante. Las sonrisas que vimos reflejadas en sus caritas compensaba cualquier sacrificio”, afirma Olga.
Olga Monello y su marido Joe, con los niños, en una de las visitas a una de las escuelitas de Villalbín.

PERIODISMO QUE AYUDA A CAMBIAR
 Desde entonces, Olga y Joe repitieron sus visitas a las escuelitas del Sur casi cada dos años, llevando aportes de sus amigos solidarios.
“Es como una cruzada que iniciamos, que le dio un nuevo sentido a nuestra vida. No es mucho lo que podemos hacer, pero saber que le podemos brindar a esos niños y niñas un poco de alegría, un zapato nuevo, los útiles o libros que no tienen, es algo que no se puede medir”, dice ella, a través de un correo electrónico desde Palm Beach, mientras prepara un nuevo viaje para el 2014.
Desde la distancia, Olga ha podido seguir la evolución de algunos de “sus niños”, como el caso de Raúl y su hermana Pauly, que viven y estudian en Pilar. Mantiene contacto con ellos a través de la red social Facebook y los alienta a perseverar en sus estudios. “Me siento comprometida con su futuro. Los he visto tan huérfanos de oportunidades. Ojalá podamos hacer algo más para ayudarles, para que aquella semillita que empezamos a sembrar después de aquel reportaje que nos iluminó la vida, en 1995, empiece a dar frutos”, dice la docente jubilada.
Raúl confía en que va a salir adelante, ingresar a la universidad y convertirse en periodista. “No solamente yo, sino también los otros niños que salimos de las escuelitas de Villalbín, le debemos al diario Última Hora haber mostrado nuestra realidad, y que gracias a ese reportaje podamos conocer a personas increíbles como la señora Olga y su marido. Ella puede estar orgullosa de que la confianza que pone en nosotros no se verá defraudada”, promete Raúl Merlos Martínez, mientras mira una vez más al niño que fue alguna vez, y que le sonríe desde las páginas ya amarillentas del diario.


(Reportaje publicado en el álbum edición especial Última Hora 40 años, que acompañó a la edición del diario Última Hora, el 8 de octubre de 2013).

miércoles, 2 de octubre de 2013

EPP: El Gobierno sigue perdiendo la guerra


A casi un mes de la polémica modificación de la ley 1337/99, “De Defensa Nacional y Seguridad Interna”, que concedió poderes extraordinarios al Poder Ejecutivo para autorizar a las Fuerzas Armadas a combatir al EPP, las acciones realizadas hasta ahora han producido muy pobres resultados.
A pesar del gran despliegue de tropas y recursos en la zona Norte, ninguno de los principales cabecillas del grupo armado ha sido capturado, ni los ataques se han detenido.
Aunque si fueron arrestados varios presuntos implicados en el asesinato del ganadero Luis Lindstrond, (Juan Ramón Cardozo Bazán, Pedro Pablo Balbuena, Damacio Miranda Medina, Ireneo Ramón Vallejos Rojas y Gustavo Ramón Cardozo Bazán) sobre quienes aún no se han exhibido evidencias concretas, no son los más buscados desde hace años (Osvaldo Villalba, Manuel Cristaldo Mieres, Magna Meza, Alejandro Ramos, Liliana Villalba, entre otros).
Por el contrario, la emboscada mortal que se produjo en la tarde del martes 1 de octubre, sobre el camino de tierra que une a Tacuatí con la Ruta 3 General Aquino, a unos tres kilómetros antes de salir al Cruce Tacuatí, dejando a un oficial de policía muerto –suboficial segundo Solano David Burgos Sena, de 19 años, que prestaba servicio en la Comisaría Policial de Tacuatí- y a varios heridos, tiene un efecto mediático demoledor sobre la ineficacia en las acciones de despliegue de las fuerzas de seguridad que se realizan en la región.
¿Cómo se entiende que en una zona presuntamente controlada y militarizada, con alta concentración de recursos bélicos, tecnológicos y de inteligencia, donde ya se han realizado otros anteriores ataques del EPP, uno o más francotiradores puedan realizar un nuevo ataque con alta efectividad, y luego desaparecer, sin que puedan ser hallados?
El ataque tuvo además un alto impacto político, ya que los vehículos atacados eran camionetas patrulleras policiales que trasladaban al director de derechos humanos del Ministerio del Interior, Hugo Samaniego, y a instructores de dicha dependencia, que habían acudido a dar una jornada de adiestramiento sobre derechos humanos a los efectivos policiales y militares, destacados en el Destacamento de Tacuatí. (El tema es particularmente sensible, ya que varias organizaciones no gubernamentales, como Serpaj y Codehupy, han hecho denuncias internacionales, sosteniendo que los agentes destacados en la lucha contra el EPP han violado derechos humanos básicos, en sus incursiones a los asentamientos campesinos de la región).
“No se trata de una luchas de fuerzas”, dijo en la noche del martes el presidente de la República, Horacio Cartes, tratando de quitarle dramatismo a la nueva pérdida de vida de un policía. Pero la opinión pública nacional e internacional si lo ve como una lucha de fuerzas, en la que el Estado paraguayo despliega todo su potencial de seguridad pública, incluso logrando una polémica modificación de leyes para emplear internamente a las Fuerzas Armadas, pero sigue sin obtener muchos resultados, y sigue dejando que se pierdan vidas.
No se ha confirmado hasta ahora que la emboscada mortal haya sido cometida por miembros del grupo armado. El EPP no lo ha reivindicado aún, ni lo ha negado. El Gobierno, a través del ministro del Interior, Francisco de Vargas, sostiene que todo apunta a que sí fue el EPP, pero que aún habrá que confirmarlo.

Mientras prosiguen las discusiones en las redes sociales acerca de si el EPP realmente existe o no, o si solo es una fachada de narcos y ganaderos, o si es una jugada del propio Gobierno para justificar acciones represivas... en gran parte del Norte desolado por cien años de soledad, marginación y olvido, por parte de los sucesivos gobiernos... los tiros siguen sonando… y la gente sigue muriendo.

Danza mortal sobre los Saltos del Guairá



Revisando el archivo para preparar una edición especial por los 40 años de Última Hora, me encontré con esta pequeña joyita.
Es un reportaje que me tocó realizar en julio de 1980, para El Correo Semanal de Última Hora, junto con el fotógrafo Jorge Adorno (jefe de Fotografía de ÚH durante muchos años).
Yo tenía entonces 19 años de edad y hacia menos de un año que había ingresado a formar parte de la Redacción. Algunos amigos de mi ciudad adoptiva me avisaron entonces que un acróbata alemán había pedido autorización a las autoridades del Municipio para realizar un show de acrobacia: Se proponía cruzar caminando sobre un cabo de acero (sin red) sobre los Saltos del Guairá, uniendo las fronteras de Brasil y Paraguay.
Aquel podía ser un reportaje fantástico. Se lo propuse a Tony Carmona, entonces editor de El Correo Semanal (en esa época, el suplemento tenía un perfil más de revista de fin de semana, que del actual estilo cultural), quien me dio luz verde y me facilitó todos los recursos para el viaje.
Partimos en una vieja camioneta Ford F100, pilotada por el recordado Bartolomé “Loro” Insfrán. Viajamos por territorio brasileño, via Foz de Yguazú, ya que en esa época, desde Coronel Oviedo hasta Salto era camino de tierra, y con las lluvias se tardaba días en llegar. En Guaíra (la ciudad brasileña frente a Salto del Guairá), pudimos ubicar al acróbata y hacerle una primera entrevista.
Así conocí a Peter Rehlinger, el aventurero alemán de 44 años de edad, que recorría el mundo realizando hazañas acrobáticas en lugares desafiantes. Buscaba el Record Olímpico Mundial.
El día 12 de julio de 1980, a las 14:52, Peter inició su show. Había un cabo tirante de extremo a extremo, de país a país, sobre el cañón del río Paraná, con el fondo de la Séptima Cascada, la llamada “Garganta de Diablo”.
Multitudes de curiosos se agolpaban al borde de los barrancos, a ambos lados del rugiente río fronterizo. Dice la crónica que escribí entonces: “La expectativa crece, hasta que una figura vestida de blanco empieza a dar los primeros pasos sobre el cable, desde la costa brasileña. Su figura, más bien pequeña, apenas se destaca entre el imponente escenario natural. Lleva en sus manos una barra de equilibrista con una bandera brasileña ondeando al viento. Por instantes, el rumor inmenso de las cascadas parece bajo los aplausos de la multitud”.
Tardó doce minutos en cruzar el cañón de 250 metros de ancho. En la costa paraguaya, fue recibido por el gobernador (Juan Vicente Caballero) y el intendente de Salto, coronel Isabelino Pimienta (padre del hoy médico y sindicalista César Pimienta), a quienes entregó la bandera brasileña y estos le entregaron una bandera paraguaya. Allí me dijo: “Estoy apenas un poco cansado, hay mucho viento y resultó bastante difícil. Pero creo que puedo volver a hacerlo”.
Acto seguido volvió a cruzar, llevando esta vez la bandera paraguaya, pero se detuvo en medio del río, donde un trapecio colgaba del cabo. Amarró la bandera y empezó un show de trapecista, que tuvo más de una hora de duración. Se acostó sobre el cable, se balanceó, se dejó colgar de una pierna, de un pie, de una mano.
Reproduzco otro párrafo de aquella crónica: “Su nombre es Peter Rehlinger y en un increíble show suicida, lleno de simbolismo, burló a la muerte sobre los Saltos del Guairá, unió la frontera de dos países y todavía se dio el lujo de bailar sobre el cable con los ojos vendados. Si decimos que hasta las cascadas próximas a desaparecer, callaron su voz para dejar oír la ovación del público, tal vez no estemos exagerando…”.
Dos años después empezaría a formarse el llamado Lago de Itaipú, para poner en funcionamiento a la represa hidroeléctrica, ahogando a los portentosos Saltos del Guairá, matando así a una de las consideradas Siete Maravillas de la Naturaleza en el Mundo.
En homenaje a aquellas inolvidables cascadas, que marcaron el utópico paisaje de mi adolescencia en la frontera de Canindeyú, rescato hoy estos recuerdos periodísticos…