jueves, 21 de septiembre de 2017

El ex obrajero que también conoció al criminal nazi Mengele en Hohenau


Alfonso Monzón Meyer era dueño de un obraje en los años 60, vecino de la granja de Alban Krug. "Sabía que él protegía a Josef Mengele. Un día fui hasta su casa y encontré allí al médico nazi", afirma.


#CrónicasDeLaMemoria


(Anticipo del libro Mengele en Paraguay, de Andrés Colman Gutiérrez, en colaboración con Narciso Meza Martínez y el respaldo de un equipo de investigadores periodísticos. Próxima publicación).


Andrés Colmán Gutiérrez
ENCARNACIÓN - ITAPÚA

Después de medio siglo, el pacto de silencio se empieza a quebrar. Los protagonistas aún vivos que conocieron al médico nazi de Auschwitz y criminal de guerra Josef Mengele, durante los cinco años (entre 1959 y 1964) en que visitó el Paraguay al amparo de la dictadura stronista, y los pocos más de dos años (1961 y 1962) en que vivió oculto en una granja rural en Poromokó, Hohenau, ahora se animan a compartir sus testimonios.
En la noche de un viernes, tras una charla en la Libroferia de Encarnación, una llamada telefónica del arquitecto César Monzón nos pone tras una nueva pista: "Hemos leído las crónicas publicadas en Última Hora sobre el doctor Mengele en el Paraguay. Mi padre lo conoció personalmente y está dispuesto a contarlo".
A la mañana siguiente, César nos busca en el hotel y nos lleva al encuentro de su padre, Alfonso Monzón Meyer, un conocido ex empresario obrajero y además autor de varios libros, entre ellos Ymaguare Paraguay rekove y El grito de la selva. A sus 91 años, don Alfonso mantiene una extraordinaria lucidez.

PROTECCIÓN. "En la década de los 50, junto con mi socio Lorenzo Garbett (padre del músico Jorge Garbett) compramos una propiedad de 1.200 hectáreas, con áreas de bosques, en la zona de Morena-í, Poromokó, Hohenau, donde establecimos un obraje para explotar la madera. Nuestro vecino era el colono alemán Alban Krug, de quien se decía que protegía al criminal nazi Josef Mengele", relata Monzón Meyer.
Los peones del obraje ya compartían el rumor de que un criminal nazi estaba escondido en la vivienda rural de estilo alemán de Alban Krug, a unos 16 kilómetros del centro urbano de Hohenau.
"En esa época, la zona estaba rodeada de monte, se llegaba por una estrecha picada. Era un lugar muy ais- lado, ideal para tener a alguien escondido", narra don Alfonso.

HUÍDA. Acusado de asesinar a miles de prisioneros judíos y realizar con ellos horrorosos experimentos genéticos en el campo de concentración de Auschwitz, durante la Segunda Guerra Mundial, Josef Mengele huyó a la Argentina, donde vivió varios años protegido por el régimen del presidente Juan Domingo Perón.
La caída del peronismo y el secuestro de otro buscado criminal, Adolf Eichman, por un comando judío, lo obligó a mudarse al Paraguay en 1960, donde ya había obtenido la nacionalización, merced a la gestión del aviador Hans-Ulrich Rudel, gran amigo del dictador Alfredo Stroessner.
El inmigrante alemán Werner Jung, propietario de la Ferretería Alemana, y el ex militar ruso el barón Alexander von Eckstein, se encargaron de brindarle protección y lo llevaron a vivir a la casa del colono alemán Alban Krug, uno de los principales promotores del nazismo en las Colonias Unidas de Itapúa.

VISITA. Una mañana del año 1962, Alfonso Monzón Meyer acudió a visitar a su vecino Alban Krug en la granja de Poromokó y vio a un hombre extraño, de aspecto alemán, sentado en el corredor.
"Por las fotos que había visto antes, me di cuenta en seguida de que era el doctor Josef Mengele. Él me saludó con amabilidad, pero no habló una sola palabra. Allí confirmé que realmente Alban Krug lo tenía escondido en su casa", relata.
Meses después, en Encarnación llegaron enviados de organizaciones judías a buscar a Mengele. "Repartían panfletos con su foto y ofrecían millones de dólares por su cabeza. Uno de los capataces de Alban Krug, de apellido Cubas, me dijo: 'Si hubiera sabido que valía tanta plata, yo mismo le cortaba la cabeza y le entregaba a los judíos'", recuerda don Alfonso.
El antiguo obrajero narra que, en esos años, en todas las colonias alemanas de Itapúa había una gran simpatía por la ideología de Adolf Hitler.
"Muchos inmigrantes eran nazis. En las escuelas alemanas se enseñaba el nazismo. Había una gran discriminación contra los paraguayos, no nos dejaban entrar en las fiestas exclusivas que realizaban. Ni siquiera nuestros muertos entraban en sus cementerios. Por suerte eso cambió", destaca.


Alberto Monzón Meyer, junto con el autor del reportaje, en su casa de Encarnación.

La identidad del doble agente

En nuestra crónica anterior, el ex intendente de Hohenau, Bonibaldo Junghanns, relató que Josef Mengele tuvo que huir de la granja de Alban Krug, tras la llegada de un espía o doble agente, de apellido Fricke, en 1962.
Una fuente revela que el espía era Bruno Fricke, fundador del primer partido nazi fuera de Alemania, en Independencia, Guairá, en 1928.
Su historia es contada por Alfredo Seiferheld, en el libro Nazismo y fascismo en el Paraguay.
Nacido en Berlín, Fricke fue inicialmente fanático del nacionalsocialismo. Llegó al Paraguay en 1927 y se estableció entre Villarrica e Independencia, donde encontró varios seguidores, con quienes fundó el primer partido nazi paraguayo.
Regresó a Alemania, se enemistó con Adolf Hitler y empezó  a  actuar  como doble agente para el Frente Negro, de Otto Strasser.
Volvió al Paraguay en los años 30 y trabajó como maestro de escuelas. En el Archivo del Terror hay varios informes suyos, redactados en alemán desde Bella Vista y Encarnación. Intentó ayudar a atrapar a Mengele, pero lo descubrieron. Se mudó a Bolivia, donde según un informe se suicidó en 1985, tras ser descubierto  por la policía.

Una de las cartas con informes de Bruno Fricke, desde Itapúa.


jueves, 7 de septiembre de 2017

Los Buscadores: El cine paraguayo que nos identifica



E
n la noche de este miércoles 6 pudimos ver en avant premiere (estreno avanzado) la nueva película Los Buscadores, de los directores Juan Carlos Maneglia y Tana Schémbori, que desde este jueves 7 de setiembre se estrena comercialmente en la mayoría de los cines del país.
En lo personal, las expectativas que tenía acerca de esta película se vieron ampliamente rebasadas.
Se nota que los directores y la mayoría de los integrantes del equipo han crecido mucho, tras esa experiencia fundacional para el cine paraguayo que fue la exitosa realización de 7 Cajas (estrenada en agosto de 2012), la considerada ópera prima en cine del binomio Maneglia-Schémbori.
La historia de Los Buscadores es quizás más light, clásica y lineal que la de 7 Cajas (la comparación es inevitable), pero tiene una factura técnica superior en todos los aspectos. Aquí no se apuesta tanto por la denuncia social (aunque está como trasfondo continuo en las escenas de la inundada Chacarita y en varios de los personajes), sino por la aventura y el misterio.
El guión de Juanca (en colaboración con Mario Gonzalez Martí) es más preciso y trabajado, la fotografía de Richard Careaga llega a ser impecable y asombrosa, la música, la dirección de actores, el vestuario, los efectos, la filmación de las escenas de acción… todo ha sido mejor cuidado en esta realización hasta la perfección de los detalles, dejándonos como resultado lo que probablemente es la película paraguaya hasta ahora mejor lograda como producto de una industria audiovisual emergente, a pesar de la falta de un apoyo estatal institucional más decidido (y sobre todo de la ansiada Ley de Cine, a la que los legisladores siguen cajoneando inexplicablemente en el Congreso).
Lo más interesante de Los Buscadores es que estructura una historia cinematográfica universal a partir de elementos locales muy propios del folklore paraguayo, rescatando el popular mito campesino guaraní de la plata yvyguy para construir una aventura a lo Indiana Jones en escenarios tan reconocibles como la mágica Chacarita amenazada por la creciente, los puntos geográficos más históricos de Asunción (sublime el uso de las estatuas de la Escalinata Antequera), la modernidad de la Costanera, el cementerio de Paraguarí, instalando un clima de suspenso y de vertiginosas persecuciones de acción hollywoodiense con motos y bicicletas en nuestras calles cotidianas (como ya lo habían hecho con las folklóricas carretillas del Mercado Cuatro en 7 Cajas).
El otro elemento esencial es el manejo del humor, sin llegar a caer en un exagerado tono de comedia. Un humor acotado, preciso y por momento genial, con giros de lenguaje muy paraguayo, que logra el efecto de verdaderas explosiones de carcajadas en la platea.
Todavía está por verse si Los Buscadores repetirá o superará el fenómeno de 7 Cajas de llenar los cines del país con legiones de espectadores y establecer nuevos records de taquilla, pero tiene todos los elementos para lograrlo.
Mientras, hay que agradecerle a Tana, Juanca y a todo el equipo que trabajó en esta obra, por entregarnos otra película que nos hace sentirnos orgullosos por el cine que se está construyendo en Paraguay, que nos identifica y nos proyecta en el mundo.



martes, 5 de septiembre de 2017

La noche en que un espía descubrió al nazi Josef Mengele en Hohenau



El médico nazi Josef Mengele, apodado el Ángel de la Muerte, uno de los militares nazis más buscados por crímenes cometidos durante la Segunda Guerra Mundial, llevaba casi un año de sentirse tranquilo y muy resguardado en la agreste región del Sur del Paraguay, que le recordaba los aires de su Gunzburgo natal... cuando el miedo de ser atrapado se instaló de nuevo, repentinamente.

#CrónicasDeLaMemoria


Andrés Colmán Gutiérrez
HOHENAU, ITAPÚA

Fue en una fresca noche de 1962. En la granja del colono Alban Krug, en Poromoko, lugar también conocido como Hohenau Cuatro, a unos 16 kilómetros del centro urbano de Hohenau, Departamento de Itapúa, se celebraba una cena a la luz de las velas y lámparas a querosén. En un fonógrafo sonaban discos con canciones en alemán.
Entre los comensales, además de Mengele, quien se ocultaba bajo la falsa identidad de Federico Fritz, estaban los dueños de casa, los Krug, unos pocos amigos y parientes de la colectividad alemana, además de los Jung, de Asunción, pero el principal agasajado era un visitante recién llegado de Alemania, que se apellidaba Fritzke.
El hombre traía recomendaciones de altos ex jerarcas del ejército alemán de Adolf Hitler. Fue así como pudo contactar con quienes protegían al Ángel de la Muerte y participar de una cena con el propio Mengele.
Pero algo pasó esa noche, que hizo sospechar de que ese Fritzke no era quien decía ser, relata Bonibaldo Junghanns, el ex capataz de la granja de los Krug, que fue testigo de ese momento crucial.
–Entonces, ¿Fritzke era un doble agente? ¿Un espía que se había infiltrado para averiguar el paradero de Mengele? –le pregunté.
–Evidentemente, era así. Algo en él despertó la sospecha de los que protegían a este señor (Mengele). Hubo mucha tensión. Entonces vinieron a llevarlo de la casa de Alban Krug y no volvimos a verlo.

Bonibaldo Junghanns con el autor de esta crónica, junto a la casa que compartió con Mengele. (Foto: Desirée Esquivel)
REGRESO. Bonibaldo Nissi Junghanns tenía 23 años de edad cuando conoció al doctor Josef Mengele.
"Fue el señor Jung, dueño de la Ferretería Alemana, de Asunción, quien lo trajo. Nos lo presentó como el señor Federico Fritz, pero uno de los hijos de Alban Krug me contó que era Mengele, y que teníamos que mantener su identidad en secreto", recuerda, 55 años después.
Junghanns, quien llegó a ser intendente municipal de Hohenau, de 1996 a 2001, empezó a trabajar como capataz de Alban Krug en 1959 y ayudó a construir la vivienda rural de estilo alemán que ahora se ha vuelto célebre como "la casa de Mengele". Nissi tiene un establecimiento cerca de allí, pero llevaba décadas sin visitar la granja.
El colega Narciso Meza, corresponsal de Última Hora en Colonias Unidas, logró que Junghanns acceda a una detallada entrevista para el libro Mengele en Paraguay, que prepara este equipo. Tras una extensa charla en Obligado, le pedimos que nos acompañe hasta la casa en que vivió junto con el médico nazi. Se niega, pero tras explicarle las razones por las que consideramos importante grabar imágenes con él en el lugar, finalmente acepta llevarnos en su camioneta.
El portón de la ex granja de los Krug está sin candado y podemos entrar sin problemas. Nuestra fotógrafa Desirée logra captar imágenes de la llegada y de nuestro primer recorrido, cuando el encargado sale a recibirnos y nos dice que los actuales dueños de casa se niegan a que se graben entrevistas en el lugar. Nos confirma que los Krug han vendido el establecimiento a la familia Heisecke, pero hoy tiene otro arrendatario.
"Mucha gente viene, quiere conocer y tomar fotos, pero a los dueños no les gusta que salga en los diarios, con la fama de que aquí vivió Mengele, por eso no dejamos que se entre", relata el encargado.

ABANDONO. Tras la promesa de grabar la entrevista fuera de la propiedad, se nos permite recorrer la vivienda. ¿Cómo negarselo a Junghanns, si él es parte de la historia del lugar, constructor y protagonista?
La casa principal, de material cocido, con clásico estilo de vivienda rural alemana, rodeada de un amplio corredor, se mantiene igual que la época en que Mengele se ocultó allí, asegura Junghanns. "La estructura es la misma, solo que está muy abandonada", dice.
Pero el médico nazi no vivió en la residencia principal, sino en otra secundaria, a pocos metros. Es rústica y sencilla, de unos 10 por 12 metros, paredes de color salmón, techo de tejas, puertas y ventanas de madera pintadas de verde.
Ahora es una cocina, pero en 1961 tenía dos habitaciones. En la principal dormía Mengele y en la contigua Junghanns. "Éramos vecinos, solíamos conversar hasta tarde, pero él nunca me contó nada de lo que le pasó en la guerra. Se encerraba a leer o escribir, pero en ocasiones salía con nosotros al campo, en un tractor, a ver cómo manejábamos los animales y pasábamos la noche en un retiro, en un sitio llamado Morena'i", narra.
 
La vivienda en que durmió Josef Mengele. Actualmente las habitaciones fueron trasformadas en cocina.
HISTORIA. Hasta ahora, los detalles acerca de los años en que el doctor Mengele vivió oculto en Paraguay permanecen desconocidos en la mayoría de los libros sobre su vida.
Nacido el 16 de marzo de 1911, en Gunzburgo, Baviera, Alemania, Josef Mengele estudió antropología y zoología en Munich y Viena. Se unió al Partido Nazi en 1937 y se graduó de médico en 1938, año en que se unió a las SS.
Durante la Segunda Guerra Mundial pidió ser médico del campamento de exterminio de Auschwitz / Bikernau, donde diversos testimonios lo acusan de haber realizado terribles experimentos médicos con prisioneros judíos, que le valieron el mote de Angel de la Muerte.
Se obsesionó por experimentar con gemelos, buscando purificar la raza aria. Se le acusa de haber enviado a la muerte a unas 400.000 personas en la cámara de gas.
Tras la guerra, llegó a la Argentina en 1949, con un pasaporte falso de la Cruz Roja a nombre de Helmut Gregor. En febrero 1959, al sentirse perseguido en Argentina, huye al Paraguay, donde obtiene cédula de identidad y carta de nacionalización.

PROTECTORES. El colono de ascendencia alemana Alban Krug, ex presidente de la Cooperativa Colonias Unidas, de Obligado, fue quien brindó su casa en Poromokó, Hohenau, para dar refugio y mantener oculto al médico nazi Josef Mengele, entre 1961 y 1962, pero fueron otros influyentes inmigrantes, el alemán Werner Jung y el ruso-alemán Alexander von Eckstein, quienes actuaron como testigos para conseguirle la ciudadanía paraguaya, protegiéndolo mientras el criminal de guerra permaneció en el Paraguay.
Alban Krug nació en Brasil y llegó al Paraguay con el primer grupo de familias de ascendencia alemana que desembarcó en Hohenau en Josef Mengele, en 1960.El investigador norteamericano Gerald Astor, en su libro Mengele, el último nazi, sostiene que Krug era “el jefe del partido nazi clandestino en la época”.
Bonibaldo Junghanns asegura que quien trajo a Mengele a la casa de Krug, en Hohenau, fue Werner Jung, conocido comerciante alemán, dueño de la Ferretería Alemana en Asunción y cónsul del Paraguay en Alemania Occidental.
Jung, junto con el barón Alexander von Eckstein, nacido en Estonia, Rusia, pero de ascendencia alemana, se prestaron como testigos para que la Corte Suprema de Justicia otorgue la carta de ciudadanía paraguaya a Josef Mengele el 27 de noviembre de 1959. Jung iba a visitar a Mengele a la casa de Krug en Hohenau casi cada mes, o a veces cada tres meses, según Junghanns.

Izquierda: la apariencia de Josef Mengele en 1960, cuando vivía en Paraguay. Derecha: nota en la que Augusto Montanaro, ministro del Interior de la dictadura stronista, comunica que el criminal nazi ya no estaba en el país y pide revocar la nacionalidad paraguaya.
ESCAPE. "Desconozco si Mengele vivió en otras partes del Paraguay, pero con nosotros estuvo oculto por más de un año, hasta que apareció el tal Fritzke, que levantó la alarma y nuevamente lo hicieron desaparecer", cuenta Bonibaldo.
En esa época, probablemente alertados por Fritzke, también llegaron otras personas en busca de Mengele. Junghanns cree que eran miembros de los equipos de cazadores de nazis e incluso cree recordar que se hacían llamar Los Casaca Negra.
"Conmigo hablaron en la Municipalidad. Me ofrecieron dinero: 100.000 dólares si les decía en dónde estaba Mengele y otros 100.000 dólares si les daba documentos que le pertenecían. Les dije que nunca iba a hacer eso, que nunca le vendería a nadie. Esa fue la oportunidad en que pudieron capturarlo en el Paraguay", cuenta Junghanns, actualmente con 78 años de edad, con una lucidez notable, dispuesto a romper los pactos de silencio y a preservar la memoria con un tema todavía polémico.

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Las crónicas anteriores sobre Mengele en Hohenau las podés leer aquí.

También una crónica sobre el criminal nazi Eduard Roschmann, El carnicero de Riga, quien murió en Asunción en 1977, la podés leer aquí.