El ganadero Luis Alberto Lindstron,
asesinado el viernes 31 de mayo de 2013, en Tacuatí, había sido secuestrado por
el grupo armado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) en julio de 2008. Esta es
la crónica de cómo fue aquel secuestro, extraído del libro “EPP, la verdadera
historia”, de Andrés Colmán Gutiérrez, editado en fascículos por Ultima Hora,
en noviembre de 2011.
#CrónicasDeLaMemoria
Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman
“Parece que hay visitantes”, pensó
el ganadero Luis Alberto Lindstron Picco, la tarde del jueves 31 de julio de
2008, cuando llegó en su camioneta Toyota Hilux, color plateado, chapa ARZ232, hasta
un retiro de su estancia La Brasilerita (también conocida como Viudita Cué), en
la zona de Kurusu de Hierro, al Sur del Departamento de Concepción, para dejar
víveres a sus trabajadores, y percibió que un hombre extraño, vestido con uniforme
militar vamuflado, se acercaba a recibirlo. La sorpresa se convirtió en susto,
cuando vio que el desconocido portaba una pistola ametralladora Uzi, y le
apuntaba directamente al cuerpo.
“Al llegar y bajar de mi camioneta,
sale un hombre con una metralleta, me apunta y me lleva directo a la
administración, y ahí me di cuenta de que ya le tenían dominados a mis empleados,
quienes estaban recostados contra la pared, custodiados por tres hombres, todos
con armas largas”, contó el ganadero, en entrevista con Última Hora.
La toma de la estancia se produjo
cerca del mediodía del jueves, cuando cinco hombres armados surgieron de la
espesura y rodearon a los peones. Llegaron por un bosque cercano a la
propiedad, cruzando el arroyo Ka’agata. El establecimiento de Lindstron está al
borde del río Ypané, que divide los departamentos de Concepción y San Pedro,
cerca de Tacuatí, localidad de la cual el ganadero fue intendente municipal.
Entre los atacantes fueron
reconocidos Osvaldo Villalba, comandante Alexander, principal líder del
Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), y su segundo en el mando, Manuel Cristaldo
Mieres, comandante Santiago.
Tras inmovilizar a los peones y
enterarse de que el dueño de la estancia no se encontraba, pero llegaría en
horas de la tarde, decidieron esperarlo. Aparentemente no pensaban secuestrar por
mucho tiempo a Lindstron, sino cobrarle el “impuesto revolucionario” que el EPP
exige a ganaderos y empresarios rurales que operan en su zona de influencia, pero
la situación tuvo que ser alterada.
“Uno de ellos me llevó hacia la
pieza y me pidió una cantidad de dinero para liberarme. Yo no pude conseguir el
monto solicitado en seguida, pero sí para el día siguiente”, relata Lindstron. La
suma que le exigieron en ese momento fue de 80 millones de guaraníes.
“Sin embargo, antes de que llegue la
plata, se complicaron las cosas, porque otros empleados míos se fueron a la
estancia, y fueron repelidos con tiros al aire por los secuestradores. Allí, en
seguida me alzaron a mi camioneta y tomamos rumbo a Kurusu de Hierro, pasamos a
Paso Tuyá, y cerca de un monte nos bajamos de la camioneta, y nos internamos
hacia el monte”, narra el ganadero.
Los integrantes del EPP ocuparon la
estancia desde el mediodía del jueves 31 de julio hasta la mañana del viernes 1
de agosto, manteniendo cautivos a los peones y a Lindstron por casi 20 horas. Durante
ese tiempo, el ganadero se puso en contacto con familiares para obtener el
dinero. En la mañana del viernes, el capataz Ramón Martinez y otro empleado se
acercaron al establecimiento, pero los disparos sobre sus cabezas los obligaron
a retroceder. Los miembros del EPP alzaron a Lindstron en su propia camioneta y
escaparon del lugar.
Los empleados y familiares de
Lindstron ya habían avisado a la policía, y una patrullera inició la
persecución, alcanzando a los secuestradores en el momento en que abandonaban
la camioneta, en la zona de Paso Tuyá, para internarse a pie en la espesura.
“Unos ocho efectivos policiales
llegaron detrás de nosotros y comenzaron a dispararnos. Los secuestradores, que
eran cinco, también dispararon e hirieron a dos policías. De allí comenzamos a
caminar casi dos kilómetros. Recién a la noche nos movimos otra vez de nuestro
lugar”, recuerda Lindstron.
Durante el enfrentamiento, el suboficial
segundo Quintín Melgarejo y el suboficial ayudante Julio Fernández cayeron
heridos por las balas del EPP. Los demás policías prefirieron no adentrarse en
el monte y abandonaron la persecución para trasladar a sus compañeros heridos a
un centro asistencial.
El
EPP empaña la victoria electoral de Lugo
El secuestro del ganadero Luis
Alberto Lindstron se produjo en un momento político especialmente significativo
para el Paraguay, a apenas 15 días antes de que asuma la presidencia de la
República el ex obispo de San Pedro, Fernando Lugo, quien había ganado las
elecciones del 20 de abril de 2008, al frente de la Alianza Patriótica para el
Cambio (APC), que derrocó por primera vez al Partido Colorado tras casi 60 años
de permanecer en el poder.
La conmoción mediática causada por el
nuevo secuestro realizado por el grupo armado, que ya entonces se reivindicaba
como un presunto proyecto guerrillero, con la denominación de Ejército del
Pueblo Paraguayo (EPP), empañó el ambiente de gran expectativa ante un
histórico cambio político.
Los principales referentes del
Gobierno saliente, del presidente Nicanor Duarte Frutos, sintieron que tenían
ante sí un nuevo grave caso de inseguridad ciudadana, que no se iba a resolver
en tan poco tiempo, empeorando aun más la imagen de la administración que
dejaban en herencia a sus sucesores.
Para las nuevas autoridades, igualmente,
el caso iba a representar un gran desafío, particularmente porque seguían
instaladas las acusaciones políticas de que el propio presidente electo,
Fernando Lugo, tenía algún tipo de conexión ideológica y política con los
principales dirigentes del EPP, ya que había conocido a varios de ellos en el
pasado, desde su condición de obispo de San Pedro, vinculado a las
organizaciones sociales y populares campesinas.
El sábado 2 de agosto, Fernando Lugo
condenó el secuestro y dio su apoyo a los familiares. "Tristemente, damos
nuestra solidaridad a la familia Lindstron. Hemos hablado esta mañana con su
hija Luisa. Sentimos muchísimo que por un hecho de violencia que no compartimos,
provenga de donde provenga, hoy no se lo pueda encontrar (a Lindstron), porque
el Estado no está presente en muchos sitios de nuestra geografía nacional",
declaró.
El comandante de la Policía
Nacional, Fidel Isasa, designó al director de Orden y Seguridad, comisario
Fulgencio Morel Chamorro, para dirigir a una dotación de 150 efectivos de la
Agrupación Especializada, con refuerzo de militares y un helicóptero de la Fuerza
Aérea, realizando operativos de rastrillaje por toda la zona aledaña a la
estancia y el lugar donde fue abandonada la camioneta de Linsdtron, pero no
hallaron más rastros de los secuestradores.
“Pongan rápido el dinero o mataremos a su
padre”
-Hola, che ha’e la secuestrador ha
roipota pemoi pya’e la plata porque o sino rojukáta la itúa kuéra, porque ore
aho’íma la Policía. Ha pya’e pemoi la plata o sino rojukáta la pende túa mitakuñanguéra
cherendúva pya’e pemoi la ore pedido, porque rojukáta la Policía ha romanóta ápe
hendivekuéra, mokóima ro’eri ha ro’erivéta chupekuéra.
La voz distorsionada que dejó un
mensaje grabado en el teléfono celular del abogado Miguel Dominguez, quien
acompañaba a los familiares de Luis Alberto Lindstron, sonaba amenazadora.
(Traducido del guaraní, el mensaje expresaba:
“Hola, yo soy el secuestrador y queremos que pongan rápido el dinero, o
mataremos a su padre, porque ya nos está acosando la policía. Y pongan rápido
el dinero, o sino mataremos al papá de ustedes, muchachas que me están
escuchando, pongan rápido nuestro pedido, porque vamos a matar a la policía y
vamos a morir con ellos, ya les hemos herido a dos de ellos y vamos a herir
más”).
La primera comunicación llegó el
sábado 2 de agosto, en forma de mensaje grabado al teléfono del abogado
Domínguez, y se reiteró el 5 de agosto.
Al principio los secuestradores pidieron
1 millón de dólares de rescate, luego fueron bajando la cifra, hasta los
130.000 dólares que se pagó finalmente, según la versión oficial.
Mientras, Luis Lindstron era
mantenido cautivo en precarios campamentos, en medio del monte, en lugares
indeterminados que, según posteriores estimaciones, se hallaban a no mucha
distancia del mismo sitio donde fue capturado, entre Arroyito y Horqueta.
“La mayor parte del tiempo me
mantenían con los ojos vendados, sin saber muy bien qué estaba pasando
alrededor. Comíamos lo que teníamos, a veces enlatados. Durante los 43 días en
que estuve secuestrado, comimos en tres oportunidades gallina casera. Así también, a veces no teníamos nada,
entonces nos aguantábamos”, relata Linsdtron.
El ganadero permanecía con manos
atadas y ojos vendados, vigilado siempre muy de cerca. El campamento cambiaba
de lugar cada cierto tiempo, pero las movilizaciones se realizaban en horas
nocturnas.
“Más o menos en siete lugares
estuvimos. Nos movíamos siempre cuando se hacía de noche, caminábamos en fila
india. Si cruzábamos una calle, lo hacíamos pisando la misma pisada de quien
iba adelante, de esta manera quedaba solo una huella”, recuerda.
En muy pocas ocasiones
intercambiaban palabras con el prisionero. “Solo cuando me veían muy abatido,
se acercaban y me decían: Tranquilo Lindstron, oho pora la trabajo hina (las
negociaciones están yendo bien)”.
En días de lluvia lo metían bajo una
carpa. Lindstron asegura que en general no lo maltrataron físicamente, aunque
llegaron a torturarlo sicológicamente, haciéndole creer que iban a matarlo. En
una ocasión lo colocaron en una hamaca, cabeza para abajo, con ojos, manos y
pies vendados, y empezaron a discutir en voz alta acerca de cavar una fosa, en
la cual pensaban enterrarlo.
Prueba
de vida: un video grabado en medio del monte
Barbudo y flaco, con un semblante de
lástima, sentado en una hamaca en medio del monte, vigilado desde atrás por un
hombre con uniforme militar y un fusil automático, luego de casi 40 días de
cautiverio, la imagen de Luis Alberto Lindstron hablando a una cámara de video
les hizo llorar de angustia a sus familiares, pero también les alegró ver que
estaba aparentemente sano y con vida.
El video había llegado a manos de
Ramón Lindstron, hermano del ganadero secuestrado, la noche del domingo 7 de
setiembre, como la prueba de vida exigida antes del pago del rescate. El
familiar fue quien negoció por teléfono con el vocero de los secuestradores,
que se hacía llamar Lucio, y quien según su propia versión no era otro que
Manuel Cristaldo Mieres, subcomandante Santiago, el segundo al mando en el EPP.
Lució le pidió a Ramón que le
formule algunas preguntas de tipo muy personal, cuyas respuestas solo Luis
Alberto Linsdstron podía conocer. Las preguntas fueron hechas por teléfono, y
en el video –grabado en el campamento- el ganadero secuestrado respondió a cada
una de ellas, aseguró que estaba bien, pero sufría mucho por las precarias
condiciones de cautiverio, y pedía que paguen el rescate para ser liberado
pronto.
En la madrugada del martes 9 de
setiembre, los hermanos Ramón y Amado Lindstron, siguiendo las indicaciones de
“Lucio”, el negociador de los secuestradores, llegaron a bordo de una
motocicleta, equipada con dos luces de neón, llevando el dinero del rescate en
una bolsa de lana.
A través de llamadas telefónicas
fueron guiados hasta un lugar, a 150 kilómetros de la ruta V, General
Bernardino Caballero, a la altura del kilómetro 165, en un sector boscoso, en
donde un hombre joven se les aproximó, y Ramón le preguntó: “¿Nde pio Lucio?
(¿Vos sos Lucio?”, y el desconocido le contestó: “¿Nde pio Silvio? (Vos sos
Silvio)”. Era la clave convenida. Ramón asegura que el que cobró el rescate era
Cristaldo Mieres, el subcomandante Santiago, a quien reconoció por las
fotografías publicadas en los diarios.
“Tenía una especie de detector de metal y tras revisar todo, contó los
billetes, que estaba en fajos de 10 mil dólares. Me dijo: Ya veo que sos hombre
de palabra, vos ya cumpliste conmigo, y ahora yo te voy a demostrar que también
soy hombre de palabra, voy a entregarte a tu hermano en cuatro o cinco días,
pero me van a dar tiempo para moverme”, recuerda Ramón Lindstron.
Un
inesperado pasajero en la madrugada
Aproximadamente a las 5:15 de la
madrugada del viernes 12 de setiembre de 2008, el chofer Santiago Amarilla
conducía el ómnibus de la empresa La Concepcionera, que había partido a
medianoche desde Asunción, con rumbo a Concepción, cuando aproximadamente a 20
kilómetros de llegar a la ciudad de Horqueta, en el lugar denominado Calle 7, cuando
ve que al costado del camino aparece un hombre con aspecto sucio y desaliñado,
con las ropas mojadas y muy estropeadas, que le hace señas desesperadamente
para que se detenga.
Al parar el bus y abrir la puerta,
el hombre sube, agitado, y Amarilla lo reconoce en seguida por las fotos que en
todos esos días se estuvo publicando reiteradamente en todos los medios de
comunicación. No tuvo tiempo de preguntarle nada, cuando el hombre le dijo: “Yo
soy Luis Lindstron, el que estaba secuestrado. Me acaban de dejar libre, por
favor, ¿me podés llevar hasta Horqueta? No tengo para pagarte el pasaje”.
El chofer y los pasajeros no podían
creer lo que estaba sucediendo. Lindstron pidió si no tenían un teléfono
celular para prestarle, y el conductor le pasó el suyo. El ganadero llamó a su
hermano Ramón y le contó la buena noticia. Dijo que iba a ir junto a su amigo,
el médico Sixto Barrios Elizeche, propietario de la Clinica San Antonio, en Horqueta,
y que iba a esperar allí a que vengan a buscarlo.
El proceso para su liberación se
había iniciado el mismo martes 9 de setiembre, tras el cobro del dinero del
rescate, cuando uno de sus secuestradores, conocido como Petiso (quien sería Isax
Burgos Aguilar) se le acercó y le comunicó que ya se había pagado por su
liberación, y regresaría con su familia en pocos días más.
“El jueves viene uno de los
secuestradores con la cara cubierta por una capucha, y me dice que va a
peluquearme, para poder irme a casa. El me cortó el pelo, después me dieron una
afeitadora, para que me corte la barba, que también ya estaba bastante larga.
Allí me avisaron que esa noche sería liberado”, recuerda Lindstron.
En la lluviosa noche del jueves 11,
llega hasta el campamento un hombre en motocicleta. “Habrá sido a eso de las
23:00, me vendan los ojos, me colocan un anteojos y un quepis en la cabeza,
subo a la moto detrás del hombre y detrás de mí sube otro, y entre tres en la
moto empezamos a recorrer como dos horas, debajo de una fuerte llovizna”,
relata.
A la madrugada lo dejaron en el
desolado cruce de caminos de Calle 7, junto a la ruta V, donde le dijeron que
aguarde varios minutos antes de sacarse la venda de los ojos. Lindstron esperó
con impaciencia casi media hora, hasta que vio acercarse al ómnibus de La
Concepcionera.
El transporte lo dejó frente a la
Clínica San Antonio, donde Lindstron despertó al médico Sixto Barrios, con
gritos en guaraní: “Aju che ra’a, aju che ra’a (vengo amigo, vengo amigo)”. Tras
el abrazo, le pidió que le mande preparar “un suculento desayuno”, porque se
sentía desfallecer de hambre.
En pocos minutos, la noticia se
propagaba por todos los medios de comunicación y el centro de Horqueta se
convertía en un hervidero. El ministro del interior, Rafael Filizzola, y el
comandante de la Policía Nacional, comisario Pedro Acuña, llegaron hasta el
lugar en helicóptero. Al medio día, tras someterse a una revisión médica,
Lindstron fue trasladado por sus familiares a su domicilio en Tacuatí.
Parafraseando al novelista Joseph
Conrad, tras haber permanecido 43 días de cautiverio en una cárcel vegetal sin
paredes, en medio del monte, Luis Alberto Lindstron había regresado desde el
corazón de las tinieblas.