Escribo
para dejar salir a esos extraños bichitos que siempre llevo adentro y que me
roen permanentemente las entrañas, los muy malditos.
Escribo
para exorcisar a mis demonios privados. Para asustar a mis fantasmas favoritos.
Para purgar las culpas propias y ajenas. Para dejar que estallen mis crisis de
conciencia. Para aliviar las heridas del alma y las del corazón.
Escribo
para encontrar una forma de pagar las cuentas a fin de mes. Para que las chicas
me digan ¿en serio pio sos escritor?, y me regalen un beso... y algo más.
Escribo
para disfrazar mi inutilidad más absoluta de plantar mandioca, hacer carrera
como diputado colorado, traficar cocaína o mentir en los tribunales.
Escribo
para complacer la vanidad de ver mi foto en la solapa de un libro, aunque
después ese libro solo junte telarañas en la biblioteca.
Escribo
porque creo que es mi manera de atravesar la niebla. De dibujar el país o el
mundo que mejor o peor imagino. De arrojar mensajes en mis botellas de náufrago
sideral.
Escribo
para inventar el gran libro que tanto me gustaría leer, y que hasta ahora nadie
ha tenido los huevos ni el talento suficientes para escribirlo... y después de
terminarlo descubro que yo tampoco.
Escribo
porque es mi manera de cometer el crimen perfecto. De matar sin mancharme las
manos con sangre... aunque sí con tinta.
Escribo
porque no me quiero morir, y tengo la terca ilusión de que con las letras y los
mundos que invento voy a seguir viviendo cuando ya sea apenas polvo y nada y
siempre.