Andrés Colmán Gutiérrez – @andrescolman
Esta
reinterpretación simbólica de los roles del hombre y la mujer por parte del
máximo líder de una de las más importantes instituciones religiosas del mundo,
tradicionalmente calificada de excesivamente conservadora, esta vez utilizando
incluso el lenguaje inclusivo de nombrar al niño y la niña por igual, tiene un
efecto de mucha trascendencia: El mundo está cambiando y sus efectos
renovadores han llegado hasta el pesebre de Belén y hasta los salones del
Vaticano.
Mucho
más radical ha resultado el mensaje de la Iglesia Metodista Unida de la ciudad
de Claremont, en el Estado de California, Estados Unidos, que presentó a San
José, la Virgen María y el Niño Jesús encerrados en celdas separadas y rodeadas
con alambre de púas, a manera de protesta contra las políticas represivas del
presidente Donald Trump contra las familias latinas migrantes, a cuyos miembros
han separado y encarcelado por no contar con documentos de residencias en
regla. Hace más de veinte siglos la sagrada familia también tuvo que emigrar a
Egipto para huir de la persecución del rey Herodes.
En la
Catedral de Palermo, Italia, el arzobispo Corrado Lorefice decidió celebrar la
misa de Navidad con la imagen de un Niño Jesús de piel negra, que le ha sido
donada por misioneros de Tanzania, África, como una reivindicación a las
familias de migrantes que llegan huyendo de persecuciones y que generalmente
reciben el rechazo de las autoridades europeas y de un gran sector de los
propios pobladores.
El
controversial artista callejero británico Bansky instaló en el Walled Off Hotel
de la misma simbólica e histórica ciudad de Belén, donde nació Jesús, un
artístico pesebre junto a una réplica del muro que divide a Cisjordania de
Israel. Sobre la imagen de la sagrada familia hay una estrella, pero es negra y
hueca, y ha sido formada por el disparo de un mortero que atravesó el muro.
Jugando con los símbolos y con las palabras en inglés, Bansky sustituye a la
tradicional “Star of Bethlehem” (estrella de Belén) por la “Scar of Bethlehem"
(Cicatriz de Belén), buscando llamar la atención de que el escenario en donde
se originó la Navidad hace más de veinte siglos es la que menos puede celebrar
hoy una verdadera “noche de paz”, debido al conflicto bélico que se mantiene
desde la ocupación israelí de los territorios reclamados por Palestina.
En el
Paraguay, aunque la Navidad sigue teniendo una representación principalmente
tradicional o folclórica en las celebraciones religiosas, es posible encontrar
imágenes de José, María y Jesús con rasgos indígenas guaraníes en algunos
pesebres expuestos por artesanos y artesanas de Areguá, junto a esculturas de animales
en peligro de extinción, como el jaguarete o el guyra campana, destacando una
reivindicación de los pueblos originarios y un llamado a la protección del
medioambiente.
Más que
la presunta distorsión de un símbolo religioso universal, como cuestionan
algunos sectores conservadores, los “pesebres alternativos” revelan la
evolución de la conciencia humana ante realidades injustas. En una perspectiva
histórica, el Redentor que eligió nacer entre los más pobres marcó una ruptura
ante viejas estructuras para plantear la esperanza de lo nuevo. Si en la Judea
invadida por el Imperio Romano aquel pesebre de pastores tenía un mensaje
contra el sistema, es válido que los de hoy expresen las demandas feministas,
migrantes, ambientalistas, indigenistas o pacifistas, como una manera de
anunciar que otros modelos de sociedad también son posibles.
El pesebre de la Iglesia Metodista Unida de Claremont, California. |
El Niño Jesús negro en la Catedral de Palermo, Italia. |
El pesebre del artista Bansky en un hotel de Belén, junto al muro que divide a Cisjordania de Israel. |
Pesebre indígena guaraní en Areguá, Paraguay. |