Sin
superhéroes con capas, con relatos basados en la historia y la literatura del
Paraguay, el cómic nacional vive una explosión de nuevas ediciones, con un
renovado interés de los lectores. La obra 1811 se distribuyó en más de 70.000
ejemplares y Carpincheros arrancó su primera edición con 5.000 copias.
Por
Andrés Colmán Gutiérrez
Los
cómics más difundidos en el país no han sido los de algún superhéroe con capa, ni
la saga de alguna guerra espacial con naves estelares, sino 1811, una
novela gráfica de Robin Wood y Roberto Goiriz sobre la Independencia del
Paraguay, que llegó a alcanzar más de 70.000 copias en sus distintas versiones,
y Carpincheros, un clásico cuento de Augusto Roa Bastos, con guion de
Javier Viveros y dibujos de Juan Moreno, que en su primera edición lanzó 5.000
ejemplares.
Cualquiera
de las dos cifras es elevada para el mercado de publicaciones en el país. Ni
las novelas más exitosas, ni los libros de temas más actuales, alcanzan ese
volumen de impresiones.
La obra
Carpincheros, que inicia la colección Literatura paraguaya en
historietas de la editorial Servilibro, estaba pensada para 1.000
ejemplares, pero cuando la directora, Vidalia Sánchez, vio la impactante
portada dibujada y pintada por Juan Moreno, con los legendarios cazadores de
carpinchos avanzando en medio de la noche a bordo de primitivos cachiveos,
entre el reflejo de fogatas encendidas sobre camalotes flotando a ras del agua,
decidió arriesgarse y elevó el tiraje.
No se
equivocó. “Apenas el material salió en circulación, varios lectores,
principalmente educadores de colegios, se pusieron en contacto para obtenerlo.
La colección está teniendo mucho suceso. El cómic ejerce una atracción especial
en los jóvenes por la fuerza de las imágenes y el colorido de los dibujos. Es
un excelente medio para dar a conocer los temas de la historia y de la
literatura de nuestro país”, afirma Vidalia.
Servilibro
ha creado un sello alternativo, Servicomics, en donde ya lleva editado cerca de
diez títulos y además planea crear una sección especial de comics en su local
central de la Plaza Uruguaya, en donde ofertar todas las publicaciones de la
historieta nacional, incluyendo obras de otras editoriales y ediciones
independientes.
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Quimera, la primera revista paraguaya de historietas, aparecida en 1981. |
Entre
Quimeras y Raudales
Las
primeras obras conocidas de historieta en el Paraguay fueron Ivo, el piloto
audaz, una serie escrita y dibujada por el arquitecto Aníbal Ferreira
Menchaca, alias Tata, publicada por primera vez en la revista infantil Farolito,
en octubre de 1964; El niño de Pikysyry, una serie ambientada en la
Guerra del 70, realizada por Juresuk, publicada en la misma época; y una serie sobre la vida del presidente Carlos Antonio López, realizada por el escritor y pintor boliviano Gil Coimbra.
En
1967, en Buenos Aires, otro creador paraguayo llamado Robin Wood empezó a
publicar sus primeros guiones de historietas en las revistas de la Editorial
Columba, principalmente una serie que se volvió leyenda a nivel internacional: Nippur
de Lagash, con dibujos del argentino Lucho Olivera. En poco tiempo, Wood
llegó a convertirse en uno de mejores escritores de comics del mundo.
A nivel
local, el creador Carlos Argüello dio a conocer en 1978 a Avaré, un
personaje de historietas ambientado en la época de la conquista española, que
se publicó en el suplemento infantil de Última Hora, a razón de una página
semanal a todo color. Fue el primer héroe de aventuras en el mundo guaraní.
El
propio Argüello, unido a otros dos jóvenes artistas, Juan Moreno y Roberto
Goiriz, en 1981 editaron Quimera, la primera revista paraguaya de
historietas. Como la mayoría de las publicaciones de la época, era hecha a
pulmón por sus autores, vendida de mano en mano entre los amigos, generando
ingresos que apenas alcanzaban a pagar los costos de impresión.
Ante
esa realidad, Roberto Goiriz, Juan Moreno y Nico Espinoza editaron en 1984 El
Raudal, una revista humilde en formato pero revolucionaria en contenido,
realizada en blanco y negro y multicopiada en papel oficio para abaratar
costos. Fue el espacio de expresión para una generación sofocada por la
dictadura, usando el humor y la historieta como forma de rebeldía política.
Siete ediciones circularon de mano en mano, subterráneamente, hasta que la
octava acabó inevitablemente censurada.
La
historia en historietas
“En mi
experiencia, la historieta siempre despierta atención. Se trata de un atractivo
formato que mezcla arte y literatura de una forma tal que resulta muy fácil
acercarse a una revista, un álbum, un libro que contenga ese tipo de historias.
Y cuando se da el condimento adicional de un tema interesante, como la historia
o la literatura, se suma ese público, el que está interesado en ese tema, sin
necesidad de que tenga una lectura previa de cómics”, destaca Roberto Goiriz,
considerado uno de los maestros pioneros del cómic paraguayo.
Goiriz
es creador de varios personajes clásicos, como el caricaturesco Jopo o
el antihéroe Heyulúnex, pero ninguno de ellos tuvo tanto éxito como la
novela gráfica 1811, que dibujó sobre guion del gran escritor Robin
Wood, para homenajear al bicentenario de la Independencia, en 2011.
Inicialmente,
la Fundación El Cabildo imprimió 10.000 ejemplares de 1811. Luego, el
diario ABC Color editó 40.000 ejemplares en forma de fascículos. Con apoyo de
empresas y cooperativas, hubo otra tirada de 20.000 ejemplares para El Cabildo,
más unos 3.000 ejemplares que editó Goiriz, por cuenta propia. “En total
salieron unas 73.000 copias de la obra, creo que fue todo un récord”, sostiene
el dibujante.
En esa
misma trayectoria, en 2015 Goiriz se unió al historiador Jorge Rubbiani para
realizar Paraguay Retä Rekove, una serie de 8 fascículos publicados por
el diario ABC Color, con relatos de la historia paraguaya en cómic, abarcando
desde el final del gobierno del dictador Rodríguez de Francia hasta mitad de la
Guerra de la Triple Alianza, involucrando a dibujantes y guionistas paraguayos,
argentinos y uruguayos. Una segunda parte del proyecto está actualmente en
preparación.
El
fenómeno Epopeya
Javier
Viveros es un consagrado poeta y cuentista paraguayo, a quien un día la editora
Vidalia Sánchez le mostró el álbum de comic Vencer o Morir, sobre la
Guerra de la Triple Alianza (1864-1870) realizado por el historietista Enzo
Pertile, y le preguntó: “¿Vos podrías escribir historias así?”.
Cautivado
por los dibujos, Javier aprendió cómo escribir un guion de comics y empezó a
adaptar varios de sus cuentos sobre la Guerra del Chaco (1932-1935), que fueron
dibujados por Enzo Pertile y Juan Moreno. Con el título de Pólvora y polvo,
las historietas bélicas se publicaron a partir de marzo de 2013 por el diario
Última Hora, en una serie de 16 fascículos coleccionables.
En
vista a la buena repercusión, Viveros escribió más guiones y preparó una
segunda parte, en la que además de Pertile y Moreno involucró a los dibujantes
Roberto Goiriz y Kike Olmedo, pero cuando presentó el proyecto de 20 episodios,
los directivos del periódico le dijeron que en ese momento no lo iban a poder
publicar. Otras editoriales tampoco se mostraron interesadas.
Ante
esa situación, el escritor decidió convertirse él mismo en editor. Pidió
presupuestos de impresión para un álbum de 170 páginas a color y convocó a los
lectores a través de una página en Facebook para que reserven anticipadamente
su ejemplar, llenando un formulario en internet. La respuesta fue positiva y en
pocas semanas se comprometieron más de 300 lectores a pagar 100 mil guaraníes
por ejemplar, asegurando cubrir los costos.
Así
nació el primer álbum gráfico Epopeya y se empezó a gestar Epopeya II,
en la que intervinieron varios otros guionistas y dibujantes de Paraguay y
Bolivia, los dos países que participaron de la Guerra. El segundo álbum se
editó con mucho suceso en abril de 2016.
El
fenómeno no se detuvo allí. Historiadores y apasionados por la historia se
sumaron al proyecto junto con Viveros y en octubre de 2016 dieron vida a Epopeya
Guerra Guasu, un álbum con 20 historias de la Guerra de la Triple Alianza,
con participación de 35 guionistas, dibujantes y coloristas de los cuatro
países involucrados en la contienda bélica: Paraguay, Brasil, Argentina y
Uruguay.
“El
cómic, al igual que el cine o la literatura, requiere de historias y tanto
nuestro pasado patrio como nuestra literatura las tienen en calidad y cantidad.
Son fuentes válidas y muy ricas”, destaca Javier Viveros, al explicar el gran
interés que las publicaciones están despertando.
El
historiador Fabián Chamorro, quien participó como co-editor y guionista en Epopeya
Guerra Guasu, refiere que el cómic “es una herramienta diferente y más
atractiva para los jóvenes especialmente. En un país en donde al audiovisual le
falta aún caminar mucho, y en donde las herramientas digitales, como las
aplicaciones, todavía no encontraron en la historia y la literatura una veta,
entonces el cómic se convierte en el mejor camino de difusión”.
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"Un problema de volúmenes", de Helio Vera, con guion de Colmán Gutiérrez y dibujos de Juan Moreno. |
La
literatura llega a través del comic
El más
reciente fenómeno, revelado durante las actividades por el centenario del
escritor Augusto Roa Bastos, tiene que ver con la adaptación de algunos de sus
cuentos clásicos y su biografía en formato de historietas.
Inaugurando
la colección Literatura paraguaya en historietas, dirigida por Javier
Viveros para la editorial Servilibro, el mismo adaptó tres cuentos de Roa
Bastos, Carpincheros (con dibujos de Juan Moreno), Pirulí (dibujado
por Ruweman Amarilla) y Audiencia Privada (ilustrado por ADAM), que
incluyen una guía de lectura para docentes, elaborado por la escritora Maribel
Barreto.
La
serie seguirá con adaptaciones de otros narradores paraguayos, como Un
problema de volúmenes, de Helio Vera (guion de Andrés Colmán y dibujos de
Juan Moreno), El doctor lluvioso, de Josefina Plá (guion de Viveros y
dibujos de Moreno), La calesita de Ferreyra, de Gabriel Casaccia (guion
de Colmán y dibujos de ADAM), entre otros títulos.
Paralelamente,
Servilibro dio a conocer la colección Protagonistas de la historia en
Paraguay, con biografías de grandes personajes en historietas. El primer
volumen, Augusto Roa Bastos, el supremo escritor, con guion de Andrés
Colmán Gutiérrez y dibujos de ADAM, se presentó con mucho éxito durante la
Feria Internacional del Libro de Asunción, y seguirán las biografías de figuras
como Serafina Dávalos, José Asunción Flores, Carlos Antonio López, Agustín
Barrios, Rafael Barrett, Arsenio Erico, Josefina Plá, entre otros.
Como
nunca antes, el cómic paraguayo vive un boom editorial.
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Otra obra de la colección "literatura en historietas". |
Construyendo
el imaginario
“Los
creadores del cómic están logrando lo que hasta ahora, por diversas razones, no
estamos pudiendo lograr desde el cine y otras expresiones artísticas: construir
un imaginario del Paraguay”, destaca el cineasta Hugo Gamarra, director del
documental El portón de los sueños, sobre la vida y obra del escritor
Roa Bastos.
Su
colega, el cineasta Ray Armele, agrega que las obras en cómic “están contando
las historias que la televisión paraguaya no cuenta, al no existir un apoyo
para las realizaciones audiovisuales”.
Para el
historiador Fabián Chamorro, las historias en cómic constituyen un instrumento
pedagógico, una puerta de entrada para que los niños y jóvenes se interesen por
temas que desde los libros de textos no atraen mucho. “Es ideal didácticamente
hablando para niños y adolescentes, y es entretenida para el adulto”, destaca.
Paraguay
tiene aún pocos guionistas, pero sí a excelentes dibujantes que publican a
nivel internacional. Roberto Goiriz publicó en Brasil, Estados Unidos y en
Italia, y ha dibujado dos series del guionista Robin Wood para revistas
europeas: Hiras, hijo de Nippur y la futurista Warrior M. Enzo
Pertile publica en la conocida editorial norteamericana Dark Horse y Carlos
Arguello dibuja al legendario personaje Tarzán para la Edgar Rice
Burroughs y también para Dark Horse. Kike Olmedo ha empezado a ilustrar Dago,
el personaje más famoso de Robin Wood, para la editorial Eura de Italia.
A nivel
nacional, aún existen dificultades para dar a conocer sus creaciones. “El
principal problema tiene que ver con la distribución. Mercado hay, lo hemos
comprobado con el proyecto de autogestión: en menos de seis meses vendimos los mil
cien ejemplares que imprimimos de Epopeya - Guerra del Chaco. Hay guionistas y
dibujantes de valía, hay público interesado y temas a granel. Lo que falta es
una buena red de distribución, esto en caso de que uno quiera aventurarse a
publicar por su cuenta, aunque el uso de las redes sociales atenúa este
problema”, afirma Javier Viveros.
“Del
lado de las editoriales hay una franca miopía. No en todas, afortunadamente. El
proyecto Literatura paraguaya en historietas, se ha coronado de gran
éxito. Servilibro le ha apostado fuerte y salen tiradas de cinco mil ejemplares
por título, esto habla de la vitalidad que tiene el género en la actualidad”,
destaca.
Para
Roberto Goiriz, también, la principal dificultad local es la escasez de
editores con visión. “Solo ahora, en el tercer milenio, habiendo sobrepasado
sus cien años de edad, la historieta comienza a ser considerada un rubro
interesante al que apostar. Se tardó un poco, pero es bienvenida esa atención y
ojalá de ella resulten más proyectos y publicaciones. Hasta los diarios, que en
el nacimiento mismo de la prensa utilizaron muchos cómics como parte de su
contenido, y gracias a ello mantuvieron o aumentaron sus ventas, con el tiempo
los abandonaron. En esta época de ventas decrecientes, los diarios y otras publicaciones
en papel deberían prestar mucha atención al fenómeno que está ocurriendo”,
señala.
Como en
su clásico lenguaje, el boom del cómic paraguayo se inscribe sobre una trillada
frase: Continuará…
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(Una versión más resumida de este artículo se publicó originalmente en la revista VIDA de Última Hora, en ocasión de su edición especial número 1.000, el sábado 15 de julio de 2017).
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Parte de los muchos títulos publicados por los artistas del cómic nacional. |