martes, 22 de febrero de 2022

Del viejo escarabajo verde a la narco camioneta: la caída de Arnaldo Giuzzio

¿Quién no recuerda a aquel dinámico fiscal anticorrupción, que se movilizaba en un humilde auto Volkswagen Escarabajo, marcando el contraste con muchos de sus colegas que andaban en lujosas camionetas todoterreno, cuyo alto costo sería imposible de pagar con sus salarios de funcionarios públicos?

Desde sus inicios como agente fiscal en San Pedro, esquivando los primeros tiros de lo que sería el grupo armado EPP en Sanguina Cué, allá por el 2003, a convertirse en la pesadilla de muchos políticos corruptos y capos del narcotráfico, Arnaldo Giuzzio entendió pronto el valor mediático de los símbolos y evitó desprenderse de su viejo escarabajo modelo 1974, por más que ya tuviera que utilizar los lujosos vehículos climatizados estatales en sus misiones oficiales.

A pesar de provenir de las mismas filas del Partido Colorado más conservador, con una mentalidad que inicialmente respondía al mismo sistema fiscal judicial vigente, Giuzzio supo convertirse sin embargo en un adalid de la lucha contra la corrupción, logrando empatía con un amplio sector de la sociedad y encontrar apoyo en instituciones y organizaciones claves que promovían algún tipo de cambio en el anquilosado sistema político paraguayo, entre ellos los principales medios de comunicación y la propia embajada norteamericana.

En su aplaudida carrera como fiscal abrió investigaciones contra varios jerarcas hasta entonces intocables, como los González Daher, al igual que contra poderosos capos del narcotráfico y el contrabando. Aunque se le cuestionaba que casi nunca concluía sus casos de gran impacto mediático, nada parecía empañar su imagen de justiciero insobornable, que seguía desplazándose en el viejo escarabajo verde sin aire acondicionado.

GIUZZIO, EL POLÍTICO

Era evidente que la política acabaría por tentarlo. Tras renunciar a la Fiscalía, Giuzzio también rompió con su viejo partido colorado y se presentó como candidato a senador por el Partido Democrático Progresista (PDP), de Rafael Filizzola y Desirée Massi, en el 2013. Conocedor de la fuerza de los símbolos, hizo campaña recorriendo pueblos y ciudades en su viejo escarabajo, esta vez pintado de verde. Y como era de esperarse, resultó electo.

En el Congreso, siguió siendo un dolor de cabeza para muchos de sus propios colegas. En 2014, tras el asesinato del periodista Pablo Medina, el senador Giuzzio, con respaldo del entonces ministro de la Senad, Luis Rojas, presentó en el propio recinto del Congreso un extenso informe sobre los grandes personajes de la narcopolítica, implicando a varios legisladores de la época (algunos siguen por allí), como Freddy D’ecclesiis, Marcial Lezcano, Carlos “Chicharo” Sánchez, Cirila Concepción Cubas de Villaalta, Bernardo Villalba y Magdaleno Silva, entre otros, generando un escándalo sin precedentes.

Nunca nadie se había atrevido a tanto.

Aunque fue duramente criticado por un amplio sector de organizaciones civiles por su proyecto de ley retención de datos de tráfico en internet, más conocido como “ley pyrawebs”, finalmente rechazado en 2015, Giuzzio siguió siendo un ídolo en la lucha contra la corrupción. Con la llegada al gobierno de Mario Abdo Benítez, asumió primero como ministro de la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad), dirigiendo varios operativos de gran impacto, como el que se dio contra el capo Cucho Cabañas, que arrastró consigo al senador colorado Ulises Quintana, de las mismas filas del abdismo.

En 2021 fue nombrado ministro del Interior, desde donde inició una especie de guerra personal (aunque con evidente luz verde del presidente Abdo Benítez), contra el poderoso y controvertido empresario y político Horacio Cartes, expresidente de la República (2013-2018), en una evidente maniobra por frenar su regreso al poder en las elecciones de 2023, a través de candidatos de su entorno, como a tratar de restar su gran influencia en administraciones del Estado, principalmente en el Congreso, en el Ministerio Público y en instancias judiciales.

Desde el cartismo se inició una fuerte campaña política y mediática, especialmente a través de los diversos medios periodísticos del Grupo Cartes, atacando a Giuzzio y reclamando su destitución, con diversas acusaciones de mal desempeño y supuesto enriquecimiento ilícito, que no hicieron mella en el oficialismo.

El ministro contratacó presentando una denuncia contra Horacio Cartes ante la Seprelad (Secretaría de Prevención de Lavado de Dinero o Bienes), acusándolo de lavado de dinero, enriquecimiento ilícito y declaración falsa. Lo llamativo es que la denuncia no se presentó ante la Fiscalía, sino ante la Seprelad, con un claro mensaje de que Cartes maneja a la fiscala general del Estado, Sandra Quiñónez.

El contrataque no se hizo esperar. El sector político del expresidente puso en marcha un proyecto de juicio político a Giuzzio, que nuevamente fue frenado cuando este acudió a acusar a Cartes ante la Comisión Permanente del Congreso. Por primera vez en la historia reciente, pudimos ver a un ministro del Interior exponiendo ante el Congreso Nacional los presuntos nexos de un expresidente de la República con la estructura del crimen organizado, involucrándolo principalmente en una extensa red de contrabando de cigarrillos y lavado de dinero, todo transmitido en vivo por la televisión. Aunque Cartes seguramente ya está acostumbrado a este tipo de ataques, no disimuló su molestia, cuando en un acto político en Guairá, el 12 de febrero, se refirió a Giuzzio despectivamente como “ministro kavara” (“ministro cabra”, en alusión a su barba estilo chivo).

GIUZZIO, ABATIDO

La pelea dio un vuelco de 180 grados en la mañana de este martes 22 de febrero, cuando nos desayunamos con un reportaje en portada del diario La Nación (principal medio periodístico de los varios que pertenecen al Grupo  Cartes), firmado por el colega Jorge Torres Romero, en el que se revela que Arnaldo Giuzio se había ido de vacaciones al Brasil con su familia, a finales de diciembre, utilizando una lujosa camioneta blindada, que le fue prestada por Marcus Vinicius Espíndola Marqués de Padua, el presunto capo narco brasileño detenido hace un par de día en Brasil, tras una infructuosa búsqueda como parte de la Operación Turf, un operativo fiscal policial antinarcóticos con colaboración brasileña en el Alto Paraná. El reportaje presentó fotos de Giuzzio en compañía del presunto narco, con imágenes de la camioneta utilizada y otros documentos.

Nadie resiste a una contundente revelación de este tipo. Se podrá alegar que los datos pudieron haber sido obtenidos en una evidente operación de inteligencia desde el cartismo, como parte de la guerra política preelectoral entre los dos bandos principales del partido colorado, en donde Giuzzio evidentemente operaba para el sector del oficialismo, con cierto respaldo internacional, pero ello no le quita el valor que tiene como primicia periodística con un gran efecto de bomba mediática.

Giuzzio intentó minimizar los efectos, alegando que Marcus Vinicius era desconocido hasta hace pocos días como objeto de investigación fiscal hasta entonces y que solo había alquilado la camioneta blindada de la empresa Ombu SA, porque su vehículo se averió cuando viajaban al Brasil, pero no pudo mostrar ningún documento que certifique el alquiler. Por el contrario, Gilberto Enciso, gerente de Ombu SA, propiedad de Marcus Vinicius Espindola Marques de Padua, aseguró que la camioneta utilizada por el entonces ministro del Interior, le fue prestada durante varios días por el empresario presunto narco, como un claro favor de privilegio, porque estaba interesado en proveer servicios al Ministerio. Además, agentes de la Fiscalía al frente del operativo afirmaron que desde hace más de un año estaban en conocimiento de que Marcus Vinicius era buscado como presunto narco por la justicia brasileña, y que, por tanto, ni Giuzio, ni la ministra de la Senad, Zully Rolón, podían desconocer tal situación, ya que estaban al tanto de los operativos.

En muy pocas horas, Arnaldo Giuzzio pasó de héroe a villano. Aunque algunos intentaron defenderlo en las redes sociales, alegando que el cartismo le había puesto “una cáscara de banana”, el escándalo fue mayúsculo y muchos más lo condenaron con honda desilusión. El Palacio de López no aguantó el impacto y para la media mañana el jefe de gabinete anunció a la prensa que el presidente Abdo Benítez había decidido “cambiar” a Giuzzio por Federico González.

El acto fue considerado como una victoria del cartismo, que empezó a tener varios efectos políticos, entre ellos el de debilitar las chances de que la fiscala general del Estado, Sandra Quiñónez, sea sometida a un juicio político en el Congreso.

LA MUJER DEL CÉSAR

¿Qué pasó realmente con Arnaldo Giuzzio, para tirar por la borda toda una aplaudida trayectoria? ¿Sucumbió finalmente a las tentaciones del poder narco o fue tan ingenuo, a pesar de toda su larga experiencia contra la mafia, como para dejarse seducir por una costosa narco-camioneta blindada, en una expedición a las playas brasileñas?

Giuzzio se olvidó de la histórica frase que tiene su origen en el año 62 antes de Cristo, cuando el pretor romano (luego dictador) Julio César se divorció de su esposa Pompeya, ante las diversas versiones que manchaban su honor, acusándola de haber participado en una fiesta con otro hombre que no era su marido, acuñando una sentencia que resulta clave en el ámbito político de todas las épocas: “La mujer del César no solo debe ser (honesta o casta), sino también parecerlo”. Es decir, lo que importa en la política no es lo que realmente es, sino lo que se percibe como imagen pública.

La guerra colorada entre Marito y Horacio ha tenido un nuevo desenlace, esta vez cara para el oficialismo, con un escándalo que ha tapado los logros del llamado Operativo A Ultranza, que se desencadenó justamente este martes 22, presentado como “la mayor operación contra el crimen organizado y el lavado de dinero”, a cargo de la Senad, con la colaboración de la DEA de Estados Unidos, la Europol, la Dirección General de Represión del Tráfico Ilícito de Drogas de Uruguay y el Ministerio Público, con más de 100 allanamientos, con el objetivo de detener a 43 personas, de las cuales ya fueron arrestadas siete, y con unos USD 100 millones en bienes incautados.

Tenía que ser el tema del día, pero el escándalo de la caída de Giuzzio le robó protagonismo.

¿Qué pasará ahora…?

¿Cómo seguirá la guerra preelectoral colorada, que en el fondo es también una guerra de facciones del crimen organizado, ocultas entre bambalinas, o no tanto?

¿Habrá acaso pronto un armisticio, o una rendición con bandera blanca, con un pacto eventual en forma de abrazo republicano, unidos todos de nuevo tras la lista uno?

¿Nos toca ser solamente espectadores agazapados tras las trincheras, listos para recoger los destrozos o sufrir las consecuencias, o acaso tendremos fuerzas o lucidez para construir un alternativo frente de paz y de unidad democrática?

Mientras tanto, un viejo escarabajo verde va camino al Museo del Olvido…

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# Andrés Colmán Gutiérrez

 

 

jueves, 17 de febrero de 2022

Un arzobispo para tiempos difíciles


La designación de Adalberto Martínez Flores como nuevo arzobispo de Asunción es un hecho positivo para un país donde la religión católica sigue siendo determinante en la vida nacional.

Desde el retiro y posterior fallecimiento de monseñor Ismael Rolón, el legendario arzobispo que marcó líneas de valentía, equilibrio y dignidad a la conducción de la Iglesia Paraguaya en momentos críticos durante la dictadura stronista -probablemente el mejor obispo paraguayo en la historia, junto al misionero Juan Sinforiano Bogarín-, la arquidiócesis de Asunción cayó en manos de prelados que no supieron estar a la altura de las circunstancias.

El sucesor de Rolón, monseñor Felipe Santiago Benítez, si bien tuvo actitudes valientes en sus primeros años como obispo de Villarrica, cuando acompañó la lucha de los campesinos de las Ligas Agrarias, luego cayó en una onda de conservadurismo extremo y tuvo actitudes lamentables durante sucesos de crisis políticas como el Marzo Paraguayo. Le siguió Pastor Cuquejo, también reconocido por conservador y con actitudes muy condescendientes con los círculos de poder.

Su sucesor, Edmundo Valenzuela, pasará a la historia como uno de los obispos más reaccionarios del catolicismo paraguayo, abiertamente enfrentado a sectores progresistas de su propia Iglesia, con cuestionables gestos de encubrimiento a sacerdotes acusados de acoso sexual a miembros de la feligresía, en un momento en que la máxima conducción de la Iglesia Católica, encarnado por el Papa Francisco, intenta una política de apertura y diálogo con sectores tradicionalmente estigmatizados o excluidos.

Adalberto Martínez llega a la conducción de la Arquidiócesis de Asunción -el liderazgo más importante en la estructura de la Iglesia paraguaya-, con una trayectoria relevante, de perfil generalmente bajo ante las exposiciones mediáticas, conocido por sus actitudes de prudencia y equilibrio (que también caracterizaba a monseñor Rolón), pero con gestos de valentía en tiempos críticos, tal como lo podemos atestiguar en el relato que incluimos a continuación.

Monseñor Martínez no es un obispo en la línea de la Teología de la Liberación (como lo es, por ejemplo, el obispo emérito de Misiones, monseñor Melanio Medina, o como lo fueron, en su momento, el fallecido obispo de Concepción, Anibal Maricevich, o el luego renunciante obispo de San Pedro, Fernando Lugo, que llegó a la presidencia del país), pero es un prelado sensible a la situación social. Tampoco es un obispo a quien se pueda considerar conservador, aunque aferrado a la tradición litúrgica y social de la Iglesia, es conocido por su espíritu de apertura y por su buena formación teológica e intelectual.

El siguiente relato, que forma parte de nuestra novela “El país en una plaza”, narra un episodio absolutamente real, de cómo monseñor Adalberto Martínez asumió en la noche del 26 de marzo de 1999 y en la madrugada del 27 de marzo, tras la masacre de los jóvenes en la Plaza del Congreso, el rol de autoridad de la Iglesia en busca una pacificación y de resultados concretos de Justicia. Todo lo que no hizo el entonces arzobispo. El relato lo escribimos en base al testimonio de los sacerdotes jesuitas Fernando López y Óscar Martínez, además de varios otros testigos.

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CAPÍTULO 38 DEL LIBRO “EL PAÍS EN UNA PLAZA – LA NOVELA DEL MARZO PARAGUAYO

Un terrible alarido le obligó a cerrar los ojos. Era el grito de dolor de un joven carapintada, herido de un balazo en la pierna, que se retorcía sobre el piso de la plaza, mientras sus compañeros trataban desesperadamente de encontrar ayuda médica.

El joven sacerdote jesuita Fernando López sintió que lo dominaban la impotencia, la angustia, las lágrimas.

Con su vaquero desteñido y su remera ajada, su característico look hippie, había estado allí días y noches, compartiendo junto a los manifestantes como uno más, sin que muchos supieran siquiera su condición de religioso. Nunca había creído que los partidarios del Gobierno se atreverían a tanto. Nunca había pensado que estaría llorando la muerte de tan queridos compañeros.

¿Y ahora qué...?, se preguntaba. ¿Cómo detener esta locura desbordada?

Al lado suyo, otro joven sacerdote jesuita, Óscar Martínez, no pudo contenerse al ver que un grupo de agentes salían del interior del Cuartel Central de la Policía Nacional, frente a la plaza, portando sus armas.

Era casi medianoche. A pasos rápidos Óscar cruzó la calle, seguido por Fernando, y encaró al que parecía tener más alto rango.

–Discúlpeme. Yo soy el pa’i Martínez y él es el pa’i López. Queremos decirles que estamos indignados por lo que está sucediendo. ¡No es posible que ustedes no hagan nada por detener a los francotiradores, sino que además sean cómplices de los que están asesinando a estos jóvenes!

El oficial lo observó, inexpresivo. Hizo un gesto de cansancio.

–Mire, pa’i. Nosotros no tenemos nada que ver. Solo cumplimos órdenes. ¿Por qué no entra allí y habla con nuestro comandante? ¡Él es el que está dirigiendo todo...!

–¡Entonces me va a escuchar...! –dijo Óscar, y se dirigió resuelto hacia la entrada.

En la guardia, dos uniformados intentaron cerrarles el paso.

–¡Somos sacerdotes jesuitas...! –les gritó Fernando–. ¡Queremos hablar urgentemente con el comandante de la Policía!

–¡Ah... entonces pasen! –les dijo el oficial–. Justo, en este momento, el comandante está hablando con el obispo de ustedes.

Los dos curas se miraron. El oficial pidió que lo acompañen y los guió a través de un largo corredor hasta un despacho ubicado al fondo. La puerta estaba abierta y desde el interior se escuchaban voces y gritos.

Al entrar vieron al obispo auxiliar de Asunción, monseñor Adalberto Martínez, quien discutía acaloradamente con el comandante de la Policía Nacional, comisario Niño Trinidad Ruiz Díaz. Estaban también el sacerdote jesuita Alberto Luna y el pastor evangélico Emilio Abreu.

–¡No espere más, comandante...! ¡Por favor...! –rogaba el obispo–. ¡Envíe ahora mismo una dotación de policías para detener a esos francotiradores que están disparando contra los jóvenes de la plaza, antes de que maten a más personas...!

–Calma, calma, monseñor... –respondió el comandante, parsimonioso–. Estamos tratando de hacer lo posible. ¡Tampoco puedo poner en peligro la vida de mis hombres!

–¿Entonces va a dejar que sigan matando...? –intervino Fernando.

–¡Esos tipos están disparando desde edificios de altura! –exclamó el comandante–. Sería como mandar a nuestra gente a un matadero. Mejor vamos a esperar el apoyo de algún equipo especializado en este tipo de operativos. ¡Tengan paciencia, señores!

Fernando no podía creer lo que estaba escuchando. De nuevo estaba viendo las escenas de los chicos cayendo ante sus ojos, de nuevo escuchaba los alaridos de dolor. Salió al corredor, nervioso.

El oficial que los había guiado a la entrada se le acercó, sigiloso.

–Padre, discúlpeme... quiero decirle algo...

–¿Sí...?

–¿Sabe usted quien se encuentra allí, en la oficina al lado de la comandancia?

–¿Quién...? –preguntó Fernando, intrigado.

–El ministro del Interior, Carlos Cubas. El hermano del presidente de la República. ¿Por qué no hablan directamente con él?

–¿De verdad? ¡Es una excelente idea! ¡Gracias...!

–No diga que yo le dije, padre –pidió el oficial.

Fernando volvió a entrar al despacho, se dirigió junto a monseñor Martínez y le habló al oído. El obispo lo escuchó con atención y luego asintió con la cabeza. El comandante de la Policía estaba conversando con alguien por teléfono, ajeno a lo que sucedía, cuando se alarmó al ver que el obispo cruzaba el despacho con actitud resuelta y abría la puerta lateral.

–¡Espere...! ¿A dónde va, monseñor? –gritó, con el tubo en la mano, pero ya era tarde.

En la oficina de al lado, sentado frente a un escritorio, el capitán Carlos Cubas estaba hablando con otro hombre, cuando vio que la puerta se abría.

–Buenas noches, señor ministro. Disculpe la interrupción. Soy el obispo auxiliar de Asunción, monseñor Adalberto Martínez, y quisiera hablar con usted sobre los graves hechos de la plaza.

El capitán Cubas se levantó con una ancha sonrisa.

–¡Bienvenido, monseñor...! Es la providencia quien lo envía. ¡Tenemos que encontrar juntos una salida a la crisis...!

–Entonces... ¿por qué no empieza y manda detener a los francotiradores? –le pidió el obispo, mientras le estrechaba la mano.

–¡Hace rato que le he dado la orden al jefe de Policía para que lo haga...!

–Él dice que no está en condiciones de hacerlo.

–¡No puede ser...! ¡Ese hombre no está respondiendo...! –exclamó, furioso, el ministro–. ¿Dónde está...?

Atravesó la sala y entró en el despacho contiguo, en donde el comandante de la Policía seguía hablando por teléfono.

–¡Si, mi general...! ¡Como usted ordene, mi general...! –decía.

El ministro le arrebató el tubo del teléfono de las manos y colgó con fuerza.

–¿Qué pasa...? –se molestó el comandante.

–Pasa que usted no está obedeciendo mis órdenes –le increpó el ministro–. Al parecer está recibiendo órdenes paralelas. ¿Quién era el general con el que estaba hablando?

Como toda respuesta, el comandante se limitó a esbozar una sonrisa nerviosa.

El oficial de guardia entró a la oficina.

–Permiso, señor ministro... El señor Aníbal Cabrera Verón, fiscal general del Estado, y el señor juez Gustavo Ocampos se encuentran aquí y solicitan verlo.

–¡Adelante...!

El oficial cedió el paso a dos hombres vestidos con traje, acompañados de una joven mujer que portaba una gruesa carpeta.

–¡Buenas noches, señor ministro...! –le saludó el fiscal general–. Aquí le estamos trayendo personalmente una orden judicial para allanar inmediatamente el local del Correo Central y el edificio Zodiac, desde donde están disparando los francotiradores, y para que se proceda a detener a todas las personas que resulten involucradas.

El ministro recibió el papel, le dio un rápido vistazo y lo extendió frente a la cara del comandante policial.

–¡Muy bien, señor comandante! ¡Aquí tiene la orden judicial...! ¡Espero que le resulte suficiente! ¡Hágala cumplir en seguida...!

El comandante recogió el papel, esbozó otra sonrisa nerviosa y salió del despacho.

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“El país en una plaza – La novela del Marzo Paraguayo”. Editorial Servilibro, 2014.

 

martes, 15 de febrero de 2022

Un lujoso barrio privado en el Este, ¿aguantadero de delincuentes?

No es la primera vez que guardias del exclusivo barrio cerrado Paraná Country Club, en Hernandarias, Alto Paraná, ponen obstáculos para demorar o tratar de impedir el ingreso de una comitiva fiscal policial, mientras permiten que delincuentes que viven allí, protegidos por grandes fortunas presuntamente mal habidas, se den a la fuga, tal como ocurrió este martes durante un allanamiento del Operativo Turf: Presunto narco logra escapar de allanamiento en Paraná Country Club”.

Hay demasiados antecedentes de casos similares. Algunos de ellos se pueden ver en el video de este enlace.

En el tiempo en que fui  jefe de la Redacción Regional del diario Última Hora en Ciudad del Este (de 2007 a 2011), me tocó enfrentar a los directivos del Country, cuando sus guardias querían impedir a toda costa que los periodistas entremos a cubrir intervenciones policiales y judiciales públicas, bajo el pretexto de que el lugar era "un barrio privado", como si eso les valiera violar derechos constitucionales, como la libertad de expresión y el derecho de informar, como si ese lugar fuera un estado dentro de otro estado, otro pequeño país dentro del país.

Tengo buenos amigos que viven en el Paraná Country Club y ellos mismos me han comentado que les molesta esta situación que les da mala fama, cuando la venta de costosos terrenos y lujosas mansiones se promociona justamente como "un refugio seguro, donde no serán molestados", que ha dado pie a que criminales internacionales pudieran esconderse allí, mientras eran buscados por la Justicia Internacional, como el famoso doleiro brasileño Darío Messer, o el prófugo argentino Ibar Pérez Corradi. Vean este informe del diario La Nación, de Argentina:

En el informe, el Paraná Country Club es descrito como “un barrio de 480 hectáreas, de bosques frondosos a orillas del río Paraná y ubicado a unos 15 minutos de Ciudad del Este, cuya característica principal es el contraste absoluto entre lo que hay dentro y lo que lo rodea”.

“Para entrar hay que pasar dos controles de seguridad y sólo ingresan los que tienen autorización o los que se hospedan en alguno de los dos hoteles internos en los que la habitación, por noche, varía entre los 1000 y los 2000 pesos argentinos. El que entra y el que se va quedan registrados. El alquiler de una casa ronda los US$ 2500 y los precios de venta varían entre US$ 600.000 y US$ 2 millones, según se constató en dos inmobiliarias distintas”, señala el artículo, que es de 2016. Los precios han variado mucho. “Tiene fama de ser tierra prometida para lavadores de dinero y narcotraficantes que buscan un refugio donde hacer sus negocios”, agrega el diario bonaerense.

Lo llamativo es que las autoridades policiales, fiscales y judiciales -es decir, el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial-, permitan que empresarios privados les impongan reglas por encima de la Constitución. ¿Es porque los dueños del Country acaso tienen más poder que el mismo Estado, o es porque a la gente del mismo Estado les conviene que existan lugares al resguardo de la Ley y la Justicia?

lunes, 7 de febrero de 2022

No investiguen tanto… que pueden acabar descubriéndose a sí mismos


(Disquisiciones sobre nuestra tragicómica actualidad política)

Que la fiscala general del Estado, Sandra Quiñónez, sea sometida a juicio político en la actual coyuntura de guerra interna pre electoral en la ANR, es tan probable como que el ex presidente Horacio Cartes sea imputado y vaya a la cárcel por los delitos de los que se lo acusa, tras la sorpresiva investigación que la fiscala general ordenó esta madrugada contra su presunto padrino político, en evidente maniobra para tratar de minimizar los efectos en su contra.

Nada de eso podría ocurrir, según nuestra experiencia más pesimista o realista… pero la política paraguaya suele ser también una caja de sorpresas. Recuerden, si no, el Marzo Paraguayo o la victoria electoral de Lugo. O a quienes creían que los hasta entonces intocables González Daher, Díaz Verón o Zacarías Irún nunca irían a caer.

Lo que pueda suceder en las próximas semanas o meses, depende mucho de los hilos que se muevan desde la Embassy de la avenida Mariscal López, como del comportamiento que tengan los principales contendientes en la disputa actual de poder dentro del coloradismo.

Mientras tanto, aunque todos tengamos la impresión de que “no hay nada nuevo bajo el sol”, sin embargo, sí lo hay. No deja de ser importante que se produzcan denuncias oficializadas ante organismos estatales (Seprelad y Tributación, presionando al Ministerio Público, con efectos en la Justicia internacional, principalmente Panamá, tras los Pandora Papers), como que, por primera vez, un ministro del Interior exponga el esquema de poder político mafioso (o al menos una parte del mismo) ante una sesión en el Poder Legislativo, transmitido en vivo por los medios de comunicación.

Tal vez no pase nada a nivel de Fiscalía o del Poder Judicial, cooptados por la corrupción y el poder político, pero que la sociedad se nutra de información de primera mano, en las portadas de los mayores diarios y en horario prime time de los principales noticieros televisivos, puede ayudar a desencadenar interesantes procesos de depuración de nuestro endeble sistema democrático.

Seguramente muchos seguirán votando por los bandidos de siempre en las próximas elecciones, pero, con todo esto que está saliendo a luz, que al menos algunos reflexionen sobre lo qué están haciendo y cambien de actitud, puede hacer posible que algo, alguito, empiece a cambiar. Claro que, para eso, hace falta construir desde la oposición y desde los espacios independientes mejores alternativas políticas y líderes más creíbles, y no cometer el error de presentar de nuevo en las elecciones a los mismos quemados personajes de siempre, que inspiran tanta desconfianza o rechazo como los que acaparan el poder corrupto desde hace 70 años.

✍Andrés Colmán Gutiérrez


martes, 1 de febrero de 2022

Revelan el lugar en Asunción donde supuestamente enterraron a Hitler

 

Autores brasileños exponen el sitio donde un militar asegura haber asistido al entierro de Adolf Hitler, en 1973, en un bunker secreto sobre la calle España. Actualmente hay allí un hotel. ¿Leyenda o misterio a desentrañar?

Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman

Un intrigante relato alternativo de la historia cobra de nuevo actualidad. La versión de que Adolf Hitler, el líder nazi que desencadenó la Segunda Guerra Mundial, acusado de terribles crímenes de guerra, no se suicidó en Berlín, Alemania, en 1945, sino que huyó a la Argentina, vivió en Brasil, murió en 1971 y fue enterrado por segunda vez en 1973 en Paraguay, en un bunker subterráneo sobre el que luego se construyó un hotel alemán, ahora adquiere nuevos datos, luego de que los investigadores brasileños Marcelo Netto y Aldo Gama han publicado el libro “O homen que enterrou Hitler” (El hombre que enterró a Hitler, Editora Contracorrente, Sao Paulo, 2021), en donde dan a conocer el lugar en que presuntamente se realizó la inhumación, en un céntrico sector de Asunción.

La historia se había conocido originalmente en 2014, con el libro "Tras los pasos de Hitler", del argentino Abel Basti, que provocó gran impacto pero a la vez escepticismo, ya que no precisaba cuál era el hotel construido sobre la supuesta tumba de Hitler, según el testimonio del sargento del ejército brasileño Fernando Nogueira de Araujo, quien asegura haber asistido a una ceremonia fúnebre nazi secreta, en la noche del 1 de enero de 1973, en plena dictadura stronista.

Basti obtuvo la declaración de Nogueira en forma indirecta, a través del periodista brasileño Marcelo Netto, quien entrevistó varias veces al militar. Se especuló que el bunker sería un espacio subterráneo en el Hotel El Tirol, en Capitán Miranda, Itapúa; en el Hotel del Paraguay, en Asunción o en el Hotel del Lago, en San Bernardino, a cuyos propietarios fundadores se los vincula con la historia de los nazis en el Paraguay, pero ahora se revela que no era ninguno de los tres, sino otro diferente.


El testigo. Fernando Nogueira de Araujo, el militar brasileño que asegura vio enterrar a Hitler en Asunción. (Foto: gentileza Jorge Tung).

La revelación

“A diferencia de Basti, hemos preferido demorar 14 años para dar a conocer esta historia en un libro, esperando comprobar muchas cosas de las que nos contó el señor Fernando”, destaca Marcelo Netto, en diálogo con ULTIMA HORA desde Sao Paulo.

El periodista mantuvo contacto por primera vez con Nogueira de Araujo el 23 de mayo de 2007, cuando este lo visitó en la Redacción del periódico donde trabajaba, en Sao Paulo, Brasil, para contarle la historia que en ese momento le resultó increíble.

En la ocasión, el militar le pidió que anote la dirección del lugar al que sus amigos nazis le trajeron en un tour clandestino: “rúa (calle) España, 202. Asunción, Paraguay”. En ese momento solo había una construcción subterránea con dos o tres pisos, al que se bajaba con una especie de ascensor. “Después construyeron encima un hotel alemán”, le dijo.

Netto es un periodista de reconocida trayectoria en Brasil, quien trabajó en el diario Folha de Sao Paulo. En 2012 viajó a Asunción para entrevistar al entonces presidente Fernando Lugo y se acercó a verificar qué había en el número 202 de la calle España.

“Tal como el señor Fernando nos contó, encontré allí el Hotel Palmas del Sol, propiedad de una Sociedad de Ayuda Germano Paraguaya, de Independencia, justamente la colonia alemana donde se creó el partido nazi paraguayo en 1928. Me alojé allí. No me fue posible confirmar si había un búnker debajo y si el supuesto féretro de Hitler continúa allí, pero me llamó la atención el desnivel en varias partes de la construcción”, indica.

Netto describe que, al entrar y pasar la recepción del hotel, “es necesario bajar unos escalones, por lo que el suelo esta por debajo del nivel de la calle. La cocina estaba aún más abajo, prácticamente en el sótano. Algunas habitaciones del hotel rodean un "jardín de invierno" al aire libre, con algunas palmeras. Pensé: si el búnker está aquí abajo, esta es la razón por la que, en 2003, no pudieron construir habitaciones sobre el césped que el señor Fernando dice haber encontrado 30 años antes, en 1973. Lo mismo ocurre con el propio búnker de Hitler en Berlín, que hoy está escondido bajo un estacionamiento", destaca

Con su colega Aldo Gama, decidieron contar la historia en el libro, como una novela que mezcla realidad y ficción, aportando los detalles que pudieron descubrir. “Si a alguien le interesa el tema, seguramente se podrá hacer una verificación en el lugar”, indicó el investigador.

En el libro, la dirección del hotel se brinda en código, con números, letras y signos distribuidos en color rojo, a lo largo de las páginas, hasta formar las coordenadas 25º17'03.0"S57º37'34.2"W, que, al ponerlas en Google Maps, conducen al lugar sobre la calle España.

Marcelo Netto, uno de los autores del libro.

La portada del libro, recientemente publicado en Brasil.

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“Fue el segundo entierro de Adolf Hitler, esta vez en el Paraguay”

Fernando Nogueira de Araujo nació en 1943 en Caicó, Río Grande do Sul. Creció en la región de Londrina, Paraná, donde se hizo amigo de un joven inmigrante alemán, Harold Ernst, de quien luego supo era activo miembro de grupos nazis.

Había una gran comunidad de inmigrantes alemanes que se habían refugiado en Brasil tras la segunda guerra mundial, procedentes de Danzig, Alemania (actualmente Gdańsk, Polonia), que se llamó Nova Danzig, hoy conocida como Cambé. “Era una colonia nazi”, destaca.

El padre de Harold era un ex oficial del ejército de Hitler, que se encargaba de la seguridad en Nova Danzig. Fernando creció en ese ambiente y supo la historia de que Adolf Hitler no murió en Berlín, sino que escapó a Argentina y luego vivió un tiempo en Nueva Danzig, en Brasil, protegido en la clandestinidad, y también un tiempo en el Paraguay, para regresar luego a la Argentina, donde supuestamente falleció en 1971.

En 1955, el presidente Juscelino Kubischek ordenó que se retire a los nazis de Nova Danzig. “Cuatrocientos nazis alemanes fueron llevados al Paraguay, otros 200 a São Paulo, al barrio Cidade Dutra. Fueron alojados en la Bayer y en la Mercedes-Benz de Brasil”, contó Nogueira a Netto.

Nogueira entró al ejército brasileño, se hizo sargento, fue destinado a Manaos, en la Amazonia, desde donde mantuvo contacto estrecho con su amigo Harold Ernst, hasta que en 1972 recibió la invitación para viajar a Asunción, en el Paraguay.

Contacto en Manaos

El contacto fue a través de otro amigo nazi, Paulo Corenchuck, que pertenecía al controvertido grupo misionero A Nueva Tribus. Su amigo le invitaba a Fernando y a su esposa a “una ceremonia especial” en el primer día de año nuevo, en Asunción, con todos los gastos pagados. Le pidieron que acuda con su uniforme militar.

“Fue una especie de pago, porque ayudé sicológicamente a Harold en su juventud. También era una forma de reclutarme a su sociedad secreta”, relató Nogueira a los autores del libro.

El militar fue conducido a la dirección de la calle España 202. “Había una escalera con un portón. Fui recibido por una chica rubia, alta, con un gran portallaves en la cintura. El terreno era cubierto de césped, en fondo había una construcción con un elevador y una escalera, y abajo tres niveles bien organizados. Una especie de búnker completo, con dormitorio, comedor, salón. Desde afuera parecía un terreno abandonado”, relata Nogueira en el libro.

Al lugar llegaban varios hombres ancianos, muchos de ellos en sillas de rueda, acompañados de enfermeras. Nogueira cree que eran ex jerarcas nazis, refugiados en Paraguay. A las mujeres no se les permitía bajar. La esposa de Nogueira debió esperar en el primer nivel.

En la ceremonia, en la noche del 1 de enero, uno de los jefes del grupo dijo: “¡Como pasa el tiempo! En febrero harán dos años que el Fürher nos dejó”. Después él pudo confirmar que Hitler habría fallecido en febrero de 1971 en la Patagonia argentina, y que su cuerpo era trasladado al Paraguay, para mayor seguridad.

La ceremonia en torno al presunto féretro de Hitler duró desde las 20 a las 21. “Escuchábamos el ruido de los obreros colocando cemento y piedras en las paredes. Estaban cerrando el espacio con el féretro. Había llantos, mucha pena. Cerraron totalmente el acceso al nivel de abajo”, relató.

El militar calcula que asistieron unas 60 personas. Luego, todos se retiraron como quien abandona un velorio. “No me quedan dudas, fue el segundo entierro de Hitler, esta vez en el Paraguay. Yo fui testigo”, indica.

 

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El lugar. El hotel Palmas del Sol, en el 202 de la calle España, aparece en la dirección revelada por los autores. Aquí, en 1973, cuando aún no había un hotel, el sargento Nogueira de Araujo dice que asistió al entierro de Hitler en un búnker secreto subterráneo.

Martín Bachmann

El silencio de los propietarios

Hemos buscado obtener la opinión de los propietarios del Hotel Palmas del Sol sobre la versión de los autores brasileños, pero al cierre de esta edición no han brindado comentarios.

El autor de estos reportajes estuvo el jueves en el hotel, solicitando una entrevista. Los empleados indicaron que llamemos al empresario Martín Bachmann, a un número de línea baja, pero la mujer que nos atendió dijo que el mismo no estaba disponible. Tomó nota de nuestros requerimientos y número de teléfono, prometiendo entregarlos al directivo.

Ante la falta de respuestas, accedimos al número del teléfono celular particular de Bachmann, a donde llamamos, sin ser atendidos. Le dejamos un mensaje de texto vía WhatsApp, explicando lo que íbamos a publicar, requiriendo una réplica. Las dos rayas azules indican que el mensaje fue leído, pero no hubo contestación. Nuestros canales de comunicación permanecen abiertos para cuando quieran hablar.

Palmas del Sol pertenece a una red de pujantes emprendimientos hoteleros en diversos puntos del país. Su principal propietario también dirige un moderno frigorífico, con producción de una reconocida marca de carnes y embutidos, en la localidad de Independencia, Guairá. En noviembre de 2015, Martín Bachman fue el principal gestor de la hazaña de elaborar el chorizo casero “más largo del mundo”, tipo Bratwurst, de 418,27 metros, en Independencia, obteniendo por ello una marca de récord Guinnes para el Paraguay.

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(*) Lean nuestra primera publicación, realizada en marzo de 2014, en Última Hora, que complementa a esta nueva revelación, en este enlace. Es la historia que condujo a las investigaciones que derivaron en nuestro libro Mengele en Paraguay.