jueves, 12 de junio de 2014

Prensa, guerrilla y videos


Hay varias críticas a los medios de comunicación y a los periodistas por haber difundido la nueva serie de videos del grupo armado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), porque supuestamente al hacerlo se arruinaron evidencias secretas que la Fiscalía iba a presentar en un juicio, o porque “así solo se hace aún más propaganda al grupo criminal”.
Diferenciemos un poco. Hay una cuestión de ética periodística a discutir (en la que seguramente varios comunicadores tenemos posturas distintas), pero la principal responsabilidad de estas “filtraciones” no ha sido de los medios, ni de los periodistas, sino de las autoridades que estaban encargadas de su custodia, y que no lograron proteger sus evidencias, como para evitar que estas sean filtradas a la prensa. No es la primera vez que ocurre...
Los periodistas no somos “auxiliares de la Justicia”. No somos parte del Poder Judicial, ni del Ministerio Público, ni de la Policía (aunque algunos colegas tengan a veces cierta mentalidad parecida). Nuestros objetivos pueden coincidir en ocasiones con el de estos sectores, pero casi siempre entran en conflicto, porque mientras ellos quieren ocultar datos, nosotros queremos divulgarlos para que la gente se entere.
Los periodistas nos debemos a la sociedad –a nuestros lectores, a nuestras audiencias y a la llamada opinión pública-, más que a nuestros propios empleadores. Si obtenemos alguna información interesante, por más que a veces sea por mecanismos irregulares, la principal pregunta que nos hacemos siempre es si la divulgación de la misma resulta o no de utilidad pública, sin importar que pueda perjudicar a algún sector específico.
Cualquier periodista o editor sabe que acceder a videos inéditos sobre el grupo armado que hoy sigue causando zozobra en la zona Norte del país, resulta de interés público. Mientras su publicación no ponga en peligro a una vida humana –como sería, en este caso, la del joven Arlan Fick, actualmente secuestrado por el EPP-, se impone divulgarlos, porque aportan nuevos elementos informativos para transparentar aún más las situaciones que interesan a la gente. ¿Qué con ello se arruinan acciones judiciales o policiales? Lo sentimos por estos organismos, que no fueron eficaces en proteger sus materiales.
No se puede pedir que la prensa no publique una información que obtuvo, porque va a perjudicar a la Fiscalía o a la Policía, o porque atentaría contra la famosa “seguridad nacional”. Con este criterio, nunca se hubieran publicado los famosos Documentos del Pentágono, ni los cables diplomáticos de WikiLeaks, que tanta información aportaron y tanta necesaria transparencia informativa permitieron, a nivel global.
Las más de 60 secuencias de videos grabados por los propios miembros del EPP estaban en la tarjeta de memoria de una cámara filmadora, hallada en la mochila de uno de sus integrantes, Bernardo “Coco” Bernal, abatido durante un enfrentamiento con efectivos de la Fuerzas de Tarea Conjunta, el 2 de abril de 2014, la misma noche en que secuestraron al joven Arlan Fick.
Desde entonces, presuntamente, algunas personas las estaban ofreciendo a cambio de dinero a algunos medios de comunicación. Es una patética muestra de los niveles de corrupción, y del poco nivel de profesionalismo de nuestras fuerzas de seguridad.
Más de una vez, como periodista investigador, me encontré con fuentes que pedían dinero a cambio de proveer datos, fotos, videos o documentos que tengan valor informativo. La norma en esta Redacción ha sido siempre no pagar dinero por la obtención de informaciones. Por lo que sé, en este caso concreto, los colegas de Última Hora que obtuvieron copias de los videos del EPP no han pagado un solo guaraní por ellos. Por el contrario, las fuentes que los proveyeron aseguran que los entregaron justamente para evitar que sus jefes puedan lucrar con los mismos, como estaban queriendo hacer. Ignoro si en otros medios se pagó algún dinero. Me gustaría creer que no.
Más allá de los muchos aspectos de esta cuestión, que se puedan seguir discutiendo, hoy podemos saber más cosas sobre el EPP, gracias a la difusión de estos videos. Y eso de que difundiéndolos solo hacemos “más propaganda a un grupo criminal”, es una falacia. La realidad no se cambia con no nombrarla. ¿Acaso no lo aprendimos desde la época de la dictadura?

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