Andrés Colmán Gutiérrez – Tw:
@andrescolman
En este
critico abril, los comunicadores nos aproximamos a la conmemoración del Día del
Periodista Paraguayo (26 de abril) y a la recordación del asesinato aún impune
de nuestro colega Santiago Leguizamón, en medio de una sorda guerra
política que no solamente nos divide en una grieta cada vez más profunda, como al
resto de la sociedad, sino que nos sitúa especialmente como protagonistas de la
información y la propaganda, nos pone como blanco de críticas, ataques, odios, amores,
rencores y pasiones.
Inevitablemente,
como siempre ocurre en los grandes conflictos históricos (lucha contra la
dictadura; intento de golpe abril 1996, Marzo Paraguayo…), a los periodistas nos
cuesta mantenernos neutrales y acabamos casi inevitablemente tomando partido. Aunque
lo ideal es que no perdamos una óptica profesional, también somos ciudadanos y
compartimos las angustias y esperanzas, los dolores y los ideales del resto de
la gente.
En esta
ocasión, cuando desde el primer momento el oficialismo colorado cartista
planteó el plan de forzar la enmienda de la Constitución para lograr la
reelección de Horacio Cartes, con la posterior alianza con los sectores
políticos liderados por Fernando Lugo y Blas Llano, la mayoría de los periodistas
de los principales medios de comunicación entendimos que esa acción llevaría a
violar la Constitución y por tanto asumimos posturas en contra, en nuestras respectivas
columnas de opinión, en nuestras opiniones personales en redes sociales y en
entrevistas que nos solicitan en otros medios, aunque en un importante número hemos
tratado de que nuestra tarea informativa no deje de ser plural y recoja todas
las aristas y todas las voces del conflicto. Quizás no siempre lo hayamos conseguido...
Llamativamente,
nuestras posturas de muchos en el gremio han coincidido con las líneas
editoriales de los principales medios, lo cual ha llevado a que desde el sector
oficialista nos acusen de expresarnos siguiendo los dictados de nuestros
empleadores, principalmente los empresarios Zuccolillo y Vierci, como si en
nuestra larga trayectoria profesional no hayamos demostrado de modo suficiente
que podemos pensar por cabeza propia y tener nuestras propias ideas.
A
partir de esta postura, en la medida en que se radicalizaban las posiciones,
hemos sido acusados de ser “ratas de la
oligarquía”, “sicarios mediáticos”, “empleaditos de Vierci y Zuccolilo”,
etc.
En el
gremio han existido y existen también colegas más identificados con la izquierda,
específicamente más próximos al Frente Guasu, que han sostenido libre y públicamente
sus posturas a favor de la enmienda, argumentando que el referéndum sobre la
enmienda permitirá una participación democrática del pueblo, y sobre todo
defendiendo la opción de que Fernando Lugo sea habilitado, por creer ellos que
es el único candidato “con una opción progresista”, capaz de vencer a los colorados.
Por esta posición hoy se los acusa de ser “cómplices
de los violadores de la Constitución”, “títeres de Lugo y Cartes”, y también
son víctimas de ataques mediáticos, escraches y amenazas…
En otro
sector se encuentran muchos colegas que trabajan para los medios del Grupo
Cartes, donde hay que distinguir muy bien a los pocos y conocidos mercenarios
que se ocupan de lo que en el ambiente denominamos TS (trabajo sucio), manipulando la información para defender al
Gobierno, propagar mentiras y atacar a los adversarios… de una gran cantidad de
colegas que cumplen una tarea informativa digna, y para quienes el periodismo es
una auténtica vocación de servicio a la sociedad, además de un elemental medio
de subsistencia.
Hay dos
ejemplos últimos de la situación a la que hemos llegado.
-Uno de
ellos es el que afecta la querida colega y amiga Mercedes Menchi Barriocanal, a quien -junto a su marido Oscar Acosta y a otros
colegas- los cartistas, luguistas y llanistas han acusado de haber sido los
instigadores de los hechos de violencia que desembocaron en el incendio del
Congreso y en el asesinato de un joven liberal en manos de la Policía, en la
noche del viernes 31 de marzo.
Cualquiera
que conozca a Menchi, a Oscar, a Santula… y que haya seguido de cerca sus
trabajos, saben que eso es mentira. La quizás recargada pasión ciudadana que
ponen en informar y opinar desde sus respectivas posturas cívicas o políticas jamás
puede asociarse a nada de violencia. Es lo que el propio Oscar calificó como “la criminalización de la labor periodística”.
Casi todos
hemos escuchado la voz quebrada de Menchi ante las amenazas proferidas contra
ella y su familia, como también su firme determinación de no renunciar a sus
convicciones (me hizo recordar una dura etapa de las investigaciones del
programa televisivo El Ojo, en los
años 90, cuando sicarios del narcotráfico también la amenazaron y persiguieron a
ella y a su productor Augusto Barreto, incluso con un grave intento de
secuestrar a una de sus hijas).
-El
otro ejemplo más reciente y sonado es el de la también querida amiga y colega
Yolanda Yota Park, quien este martes
4 de abril renunció a las dos emisoras de radio del Grupo Cartes, Montecarlo y
970, de la que era una de las figuras principales como comunicadora. En los
últimos días, Yota fue blanco de fuertes críticas y ataques, principalmente en
las redes sociales, solamente por trabajar para las empresas de la familia del
presidente, y por acompañar en las programaciones a dos periodistas que si
asumían abiertamente la defensa de los intereses del sector cartista.
Fiel a
su estilo, Yota trató de permanecer neutral en un conflicto que cada vez
polariza más a los paraguayos… pero aparentemente no lo consiguió. Su renuncia
fue un gesto digno y aunque uno pueda no estar de acuerdo con algunos términos
de su carta manuscrita de despedida, en donde expresa “esta no es mi lucha, nunca lo fue”, su gesto de renuncia indica
otra cosa: Desde ese momento, con ese gesto, también –incluso en contra de su
propia visión- ha acabado tomando partido, porque tiene un efecto político: Su
salida priva a los medios del Grupo Cartes de una de las últimas figuras con buena
credibilidad y alta empatía con el público.
Este momento
crítico que los periodistas estamos viviendo, junto con toda la ciudadanía, lo
debemos asumir como un gran desafío para nuestro oficio.
Es el
momento en que debemos salir a pedir y exigir: ¡No a la criminalización del trabajo periodístico! ¡No a la “cacería de
brujas” contra los colegas que piensen de modo diferente!
Una
buena comunicación, transparente, responsable, investigativa, analítica, es necesaria…
¡más que nunca!
No
renunciemos a nuestras pasiones, a nuestras convicciones cívicas o políticas…
pero tratemos de preservar la profesionalidad de nuestro trabajo, pensando en
la utilidad que este puede seguir teniendo para la ciudadanía.
Que
este mes de abril, mes de los periodistas paraguayos, nos sirva como espacio de
reflexión y reafirmación de nuestras convicciones.
Cuando un sacerdote escucha una confesión, un sicoanalista a su paciente, un abogado a su cliente no puede, ni debe involucrarse emocionalmente.
ResponderEliminarLa " pasión" a la que se refiere Andrés Colmán en defensa de sus amigos colegas, es dejarse arrebatar por emociones desordenadas o simplemente subirse a las graderias como hincha de su " club".
Y justamente, Andrés, la diferencia entre un profesional y otro, que funge de aficionado o partidario.
Otra de las carácteristicas que debe contar un profesional es el equilibrio y control sobre sus emociones. Quien no pueda refrenarlas, no debería llenar espacios reservados para iniciados en el arte de informar.
El descontrol, desnuda su ineptitud y la necesidad de aprender acerca de las derivaciones que podría tener sus exacerbaciónes.
No basta recitar ante las cámaras, también es impescindible la mesura, moderación, serenidad.
Al relatar un partido de fútbol, puede afónico gritar el gol.
Pero esto Andrés, no fué un partido. El gol perdido se llevó una vida joven.
Ojalá puedas leer este mensaje, y considerarlo si te parece.
Saludos cordiales.